Además de los trabajos productivos que tienen un inmenso valor propio, la Expo Prado es una exposición que va más allá y llega a lo que el campo tiene de tradición, de cultural y por sobre todas las cosas de valor humano, cargado de historias, experiencias de vida, de momentos, de breves instantes, pero también del esfuerzo permanente gestado cada día con cada amanecer y extendiéndose por décadas y vidas enteras.
De esa manera, vemos esfuerzos personales que buscan la dignificación de la familia a la que pertenecen, porque saben que en las familias con valores firmes es donde se forjan las mejores personas; también esfuerzos sociales llevados a cabo por quienes supieron aprender de sus mayores conceptos muy humanos como la solidaridad y la generosidad.
Desde hace años la Asociación Rural del Uruguay quiere cimentar esos conceptos, y la mejor forma de hacerlo es reconociendo y mostrando a quienes son protagonistas de historias únicas, que no con palabras, pero sí con hechos cotidianos, transmiten aquellos valores profundos transmitidos por generaciones.
“Por eso, la ceremonia de inauguración de la Expo Prado incluye la entrega de un reconocimiento que reivindica el trabajo y el compromiso del medio rural de mujeres que, desde su lugar, dedicándose a grandes o pequeñas empresas, a grandes o pequeñas familias, hacen una sociedad y un país mejor”, dijo el periodista Juan Carlos López al dar inicio el acto de apertura de la 119ª Expo Prado que se extiende del 6 al 15 de setiembre.
“En la mayoría de los casos son esposas y madres que llevan adelante el hogar y la educación de sus hijos, que han elegido el medio rural para vivir convencidas de que es en ese lugar donde van a desarrollar su vocación. Sobre todas las cosas, entienden que no existe una manera mejor de cuidar al país que darle continuidad a la transmisión de valores y la generación de vida, y es en el campo la mayor expresión donde ellas se destacan”, agregó.
En definitiva, las elegidas en cada edición de Las Rurales plasman los reconocimientos a las mujeres que “representa el estilo y la cultura de vida que dio cimiento a la creación de la Asociación Rural del Uruguay, y que son los mismos que en la actualidad nos enorgullecen”.
Pero no menos importante es que el reconocimiento que se entrega a “cada una de ellas también es para recalcar a todas las mujeres que como ellas se destacan en el medio rural”.
Quizá las destinatarias de los reconocimientos nunca lo pensaron así, pero si se paran en la colina más alta de sus vidas y por un momento miran hacia atrás, podrán ver y entender cuánto bien han hecho, mucho mayor que el que se propusieron alguna vez.
Este año el homenaje a las mujeres denominado Las Rurales fue para Felipa Muriel, Alicia González y Beatriz Methol. También se instauró un reconocimiento que aún no tiene nombre y que recayó sobre una figura icónica de la ganadería nacional, fundamentalmente ovina –aunque también vacuna–, el señor Beltrán Aguerre.
Por cada uno de ellos, Juan Carlos López ofreció una presentación que a modo de reseña sirvió para conocer algunas de las características de los homenajeados.
Felipa Muriel: “No se rindan”
Legalmente, Felipa nació el 29 de octubre de 1941 porque así figura en su documento de identidad, por lo que en pocas semanas cumplirá 83 años, pero en realidad tiene más porque sucedió algo muy común para aquella época: fue registrada tiempo después de su nacimiento.
Nació en Colonia Seres, en el departamento de Cerro Largo, próximo a Melo, y allí construyó toda su vida y la de su familia. El 29 de agosto de 1959 se casó con Pablo, que falleció en 1992, tuvo tres hijos que le dieron tres nietos, una nieta y una biznieta. En 1984, luego de mucho esfuerzo, adquirió el tambo Los Estribos, un establecimiento pequeño que trabajó junto a su hijo, llevando ya 40 años dedicada a la producción de leche, aplicando las tecnologías y las herramientas de aquellos tiempos, cuando todo era muy diferente y mucho más difícil que ahora.
Su día comenzaba a las tres de la mañana, realizaba el ordeñe, llenaba los tarros de leche que luego trasladaba en el carro a Coleme, levantando también otros tarros de otros productores pequeños de la zona. La unidad fortalece a las personas. Como si eso ya no fuera difícil, aquellos tarros no tenían asas de donde agarrarlos, lo que hacía más dificultoso aún y requería más esfuerzo físico en el traslado de la materia prima.
Una particularidad más de Felipa: este año fue la primera vez que visitó la exposición, y lo hizo porque fue invitada a recibir el reconocimiento, si no tampoco ahora lo habría hecho.
En diálogo con La Mañana, Felipa no tuvo palabras para describir sus sentimientos a la hora de recibir el galardón. Llegó a Montevideo en horas de la mañana y regresó a Cerro Largo ese mismo viernes, porque el campo no espera.
Sobre el acto de reconocimiento dijo que “fue una alegría inmensa” y dijo que estaba “feliz de la vida”, con aquel gesto de la Asociación Rural del Uruguay que “supera el reconocimiento material en sí”, aunque lo va a atesorar entre sus pertenencias más sentidas.
Cuando se le pidió una palabra para las mujeres jóvenes que deben enfrentar los sabores y sinsabores de la vida rural, Felipa dijo: “Que no se rindan, porque si algunos pueden, todos pueden”.
Mabel Morales, hija de Felipa, dijo que siempre ha sentido “muchísimo orgullo” por su madre, y recordó que desde hace mucho tiempo los vecinos de la zona ven en ella a una gran mujer: “Siendo yo muy niña un vecino me preguntó si yo era hija de Felipa, y cuando le dije que sí me contestó que mi madre se merecía un reconocimiento”, relató. “Eso me quedó grabado y nunca pensé que se iba a dar hoy, acá y de esta manera, porque siempre la han respetado y no está escrito todo lo que ella ha hecho y ha trabajado en su vida”.
Alicia González: el orgullo de lo alcanzado
El segundo reconocimiento fue para Alicia González, mujer nacida en el paraje de Las Nutrias en el departamento de Canelones. De familia humilde pero rica en valores, en los que sus padres, Juan y Elida, la educaron a ella y a sus hermanos. De aquellos tiempos lejanos recuerda que en la escuela a la que asistió “no había discriminación, éramos todos iguales y muy felices con lo que teníamos”.
Desde muy joven se dedicó a las tareas del campo, ayudó en las responsabilidades del hogar y asistía a la escuela. Trabajaban el maíz, trigo, boniatos, entre otros cultivos y otras producciones. A los 14 años conoció a Juan Pérez Tejera, el amor de su vida, y se casó a los 17.
Su condición de productora tuvo un giro en 1987 con el proyecto Mujeres Rurales, que propiciaba las reuniones y los encuentros de las mujeres de la zona con una mirada diferente sobre la producción, la huerta orgánica y la conservación de alimentos. Se capacitó y esa capacitación adquirió un valor superior que le permitió empezar en el proyecto de hierbas aromáticas, algo sobre lo cual en aquel momento se sabía muy poco y se desconocía mucho.
Con los años de aprendizaje y sumando experiencias Alicia tuvo la oportunidad de concurrir a eventos internacionales en Argentina, Brasil, Chile; ha intercambiado con productores de Paraguay y Estados Unidos como integrante de la cooperativa Calmañana, y cada vez que alguien vea en un súper o en algún negocio el paquete de Campo Claro, hierbas secas o frescas, ese producto sale de las manos de Alicia.
“Estoy orgullosa de estar acá”, dijo Alicia en referencia al reconocimiento que recibió, y agregó: “Las mujeres siempre somos muy sacrificadas”.
Después de agradecer la presencia de su familia y amigos, recordó a la mujer rural en general: “Este reconocimiento quiero dedicarlo a todas las mujeres rurales que día a día luchan por el lugar en el que están y para que la mujer sea tenida en cuenta. Ese ha sido mi propósito desde siempre”. Tampoco faltaron las palabras para su madre cuando con voz quebrada expresó: “En especial, este reconocimiento se lo quiero dedicar a mi madre que ya no está presente, pero fue una mujer muy luchadora. Por eso, este homenaje que se lo quiero brindar a ella, Elida González, una poetiza del área rural”.
Como cierre, Juan Carlos López recordó la anécdota de cuando, hace no mucho tiempo, Alicia y Juan se casaron por la Iglesia. Los amigos del marido le decían que debía entrar con la novia “en sus brazos”, y cuando llegaron a su casa “él la entró en sus brazos, pero sentada en una carretilla”.
Beatriz Methol, la solidaridad en primera persona
Beatriz siempre estuvo vinculada al medio rural, a las organizaciones sociales, apoyando propuestas educativas, las juventudes y la familia. Siguiendo la tradición familiar como voluntaria del Servicio de Ayuda Rural del Uruguay (SARU), fue nombrada presidenta, rol que ocupa hace 20 años. SARU se ha expandido y llega hoy a unos 500 niños y jóvenes del medio rural que buscan terminar sus estudios sin desarraigarse de sus pagos. La organización trabaja en estrecha colaboración con diversas instituciones educativas y recibe apoyo de voluntarios y donantes.
Al recibir el reconocimiento Beatriz expresó: “El campo me dio la oportunidad de desplegar mi vocación y mis capacidades, tanto en la empresa, como en la familia, en vivir mis valores aprendidos en mi infancia. En este reconocimiento quiero agradecer a mis padres que me trasmitieron amor a la tierra y ser agradecidos por lo que nos da. En la naturaleza están estos valores y la mejor enseñanza. Cuando los fresnos empiezan a dorar sus hojas te indican que pronto estarán para cosechar los cultivos de verano, se termina un ciclo vegetativo. Y hay que pensar en los verdeos de invierno para el ganado…”.
“Recuerdo las Misiones en la estancia, los sacramentos, las misas y la procesión por el potrero de la Cruz y el piquete. El padre Requena, las catequistas y los vecinos y el personal con sus familias siempre fue una extensión de nuestra familia. Es así que soy la tercera generación que viste el delantal de SARU, y gracias a Dios mis hijos y nietos ya están integrados. SARU seguirá siendo una realidad en marcha. Estos mismos valores fueron los pilares con los que construimos nuestra familia con Hugo, y nuestros hijos. Hace casi 50 años emprendimos un proyecto en Rincón de Ramírez en la planicie de la laguna Merín, con el arroz”, recordó.
Beatriz nació y se crio en las fértiles lomadas del departamento de Soriano, es la segunda de cuatro hermanas mujeres. Y desde muy chiquita le vieron buenas manos para el lazo, además de ser buena recorredora y observadora silenciosa. Su educación primaria la recibió en el medio rural.
Desde el amanecer de sus días compartió su infancia con el maíz y el girasol en verano, y con la cebada, el trigo, y el lino, en invierno, cultivos que formaban un mosaico de colores y actividades que recuerda con mucho cariño, tal como expresó en sus palabras de agradecimiento. Toda su vida ha estado marcada por lo que aprendió en la campaña.
Al casarse con Hugo Manini Ríos, Beatriz Methol cambió las lomadas del oeste por las llanuras del este, donde abunda el agua de la cuenca de la laguna Merín en el verano, con todo lo bello que significa, pero abunda también el barro en el invierno, en un tiempo donde no había luz eléctrica, ni poblado cercano, ni caminería.
En esos escenarios no siempre amigables construyó la vida junto a Hugo, ambos dedicados al arroz, un cultivo diferente, cuya nobleza es capaz de enamorar a quienes se dedican él. Al inicio Beatriz y Hugo realizaron, codo a codo, el traslado de semillas o fertilizantes, repuestos de la maquinaria, secado del arroz, todo eso, claro, mientras criaban a sus hijos, Manuelita y Gerónimo. La chacra se convirtió en una extensión del hogar.
Más adelante, ya en un rol empresarial, supo ser la que ordenaba los papeles, los pagos y los sueldos. La meticulosidad ordenada con la administración hizo de ella un complemento perfecto para Hugo, en donde familia y empresa compartían los mismos valores de hospitalidad, de puertas abiertas a jóvenes, familias y colaboradores que agrandaban la comunidad de La Miní, nombre del establecimiento que cumplió 140 años.
Apasionada por las ovejas, los caballos, las plantas, los ganados de carne y la agricultura, Beatriz es una típica mujer de campo, que supo ver en estos casi 50 años de desarrollo empresarial la transformación que ha llevado el cultivo del arroz y el progreso de las comunidades que aún hoy siguen afincadas en el medio rural.
Esposa, madre, hija, amiga, abuela generosa y presente. Sin duda ha sido una líder emocional en lo familiar y empresarial, en su trabajo social, con gran capacidad de trabajo, determinación, responsabilidad y honradez, volcando todo su ser y quehacer por el medio rural de nuestro país. Y bien manifestó: “El capital humano siempre ha sido el principal recurso de la empresa. Y muchos de los que se bautizaron en casa, hoy manejan las cosechadoras los tractores o son camperos de a caballo”.
Beltrán Aguerre, ovejero y también carpintero
La premiación Las Rurales, que cada año ARU dedica a las mujeres rurales del país, tuvo esta vez un toque diferente. Aún no se le dio nombre al reconocimiento, pero en su primera edición fue dedicado a Beltrán Aguerre, hombre de una trayectoria extensa como profunda, que con 92 años quiere seguir haciendo cosas por la ruralidad, por la producción, por su establecimiento y por supuesto por su familia.
Beltrán Aguerre es bisnieto de Juan, nieto de Bernardo, hijo de Arturo y hermano de Graciela, Gladys, Cirno y Marta. Padre de José María, Walter, Patricio y Fernando; abuelo de Antonio, Cecilia, José Ignacio, Natalia, María Pía y uno por venir; y bisabuelo de Lorenzo, Lucía, Nachito, Jocelyn y Martín Antoni.
En la figura de Beltrán Aguerre están también reconocidos miles de productores. Padre, abuelo y bisabuelo, en una familia numerosa y de renombre.
Su bisabuelo llegó a Uruguay en 1873 con varias ovejas Merino, con las que se radicó en 200 hectáreas en lo que hoy es el barrio La Unión, en la esquina de 8 de Octubre y Comercio de Montevideo. En 1877 se instaló en Rosario, departamento de Colonia, desde donde se traslada a Tacuarembó para quedarse allí definitivamente.
En 1932 la familia fundó el establecimiento El Arazá, que lo llevaría a las primeras importaciones del Merino australiano y Poll Merino australiano en la década del 70. El Arazá es un establecimiento de ciclo ganadero completo Hereford, también lana fina de Merino australiano. Beltrán fue directivo de la Sociedad de Criadores de Merino Australiano y como tal participó en congresos mundiales, el último en 2016.
La filosofía de don Beltrán es estar y participar en la toma de decisiones, y por eso su vida siempre ha estado vinculada a instituciones de mucha jerarquía, como la Asociación Rural del Uruguay. Con 92 años mantiene su convicción de que se puede mantener viva la actividad, estar, hacer, opinar. “Yo estoy en Tacuarembó desde que nací, hace 92 años”, dijo a La Mañana. En época de estudiante vine a la Sagrada Familia y regresé al campo, de donde no me saca nadie hasta que me muera”, comentó entre risas.
“Siempre he estado con el Merino y Hereford”, heredando el amor por esas razas de su abuelo, que “en 1896 formó un plantel Hereford, con el que nunca estuvimos en la exposición, pero el plantel sigue y lo mantenemos con buenos toros”, contó.
Sobre los ovinos, dijo que su padre “fue pionero con el Merino” y en la introducción de la raza al país, y destacó la importancia de la raza como proveedora de carne: “El Merino debe ser carnicero también, porque el mundo se muere de hambre, y quien se pone un traje de US$ 40.000 es alguien muy rico, que los hay, pero hay más pobres necesitando alimentos que ricos necesitando trajes. Al que hay que defender siempre es al pobre, porque el otro siempre va a tener comodidad en la vida”, reflexionó.
Sobre el Merino actual dijo que “si se afina mucho la oveja queda chiquita, y la clave es tener un animal que produzca bastante y por todos lados, que todo sirva” y no solo un rubro.
Finalmente, sobre su tarea en el establecimiento, Beltrán destacó la tranquilidad del campo: “Allá estoy tranquilo, acá [la capital] salgo a la calle a comprar el diario y tengo que mirar si no me sigue nadie, desgraciadamente es así. Y allá, en el campo, trabajo de carpintero: hice la portera de la estancia, hago la portera de los bretes, hago sillas, bancos, hago de todo. El otro día mi hijo precisaba un banco y yo se lo hice, trabajo las tablas, las pulo y armo lo que me pidan, y así me entretengo”.
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