Las plataformas de Financiación de la Cadena de Suministro (FCS) y los bancos de queso Parmiggiano Reggiano de la región Emilia Romania en Italia, son dos instrumentos, uno muy antiguo, asociado a proceso artesanales y el otro una tecnología asociada al naciente sector fintech, ambos son perfectamente aplicables en Uruguay. Colaboran en el armado de cadenas de valor integradas, resuelven algunas de las principales causas de restricción al crédito de pequeñas empresas y permiten generar fuentes adicionales de financiación sin incurrir en mayores niveles de riesgo.
El gobierno actualmente intenta encontrar el frágil equilibrio entre el ahorro prometido y la necesaria inversión que estimule la economía. Las instituciones bancarias se encuentran en una disyuntiva similar evaluando cómo estimular el crédito y promover medidas de apoyo a sectores golpeados por la pandemia sin que ello implique asumir un mayor riesgo moral.
Según la doctrina “Too Big to Fail”, en la medida en que los bancos suponen que serán rescatados en caso de tener problemas de solvencia por incumplimiento de los créditos, están estimulados a asumir una política crediticia más riesgosa. No obstante, a partir de la crisis de 2008 los sistemas financieros en todo el mundo experimentaron un nuevo ajuste regulatorio (Basilea III) basado en fortalecer los ratios de capital, apalancamiento y liquidez. Este incremento regulatorio sumado a los preexistentes luego de la crisis de 2002 lograron con éxito blindar el sistema financiero y reducir el riesgo sistémico. Como contrapartida sectores sensibles para la economía como las Pymes, principal fuente de empleo y motor de la clase media trabajadora, vieron restringido su acceso al crédito.
Durante este período, el sector financiero también generó una serie de innovaciones asociadas a las TICs donde el Big Data ha contribuido en gran medida a reducir asimetrías de la información (principal causa de restricción del crédito). Lamentablemente para Uruguay, los nuevos parámetros regulatorios obligaron a las instituciones financieras a buscar rentabilidad en otro lado, enfocándose en forma desmedida en el crédito al consumo en contraposición con estimular sectores productivos más sensibles como las mipymes, la producción agropecuaria familiar o el emprendedurismo. Cuando a esta receta le agregamos fallas regulatorias que elevaron las tasas de usura por encima de 150%, una población mayormente desinformada y una ley de inclusión financiera que los incorporó “a prepo” al sistema financiero, el resultado quedó a la vista: Un sector Pyme languideciente, falto de estímulos (“missing midle”) y una población de bajos recursos seriamente comprometida financieramente a costas del microcrédito. Todo esto bajo el lente supervisor de gobiernos de izquierda que lamentablemente generaron desempleo y mayor desigualdad.
Como agravante, desde la implementación de Basilea III, las tasas de interés internacionales se han mantenido cercanas a cero, lo cual ha disimulado la restricción del crédito que estas normativas imponen. La política monetaria de la Reserva Federal ha generado desde 2008 una fuerza centrífuga en los flujos de capitales internacionales inundando los sistemas financieros con capitales muy baratos, no siendo Uruguay la excepción. Incluso con este fuerte viento de cola que persiste hasta el día de hoy, la economía se ha desempeñado pobremente y el sector Pyme se encuentra lejos de alcanzar el pleno crédito, lo que lleva a preguntamos: ¿Como se desempeñaría el sector financiero y la economía en general ante un escenario sin precedentes, post Basilea III y altas tasas de interés? Si el escenario actual ha sido desafiante para las Pymes, ¿qué podríamos esperar ante un cambio en el flujo de capitales? Y mucho más decisivo aún, ¿qué podríamos hacer al menos a nivel microeconómico para prevenir o contrarrestar un efecto negativo de normalización de las tasas internacionales?
Ante estas preguntas no menores, nos disponemos a realizar una breve revisión de dos alternativas muy diferentes en su origen: las plataformas de financiación de la cadena de suministro (FCS) y los bancos de queso Parmiggiano Reggiano de la región Emilia Romania en Italia. Si bien puede resultar extraño citar estos dos instrumentos, uno muy antiguo, asociado a proceso artesanales y el otro una tecnología asociada al naciente sector fintech, ambos son perfectamente aplicables en Uruguay y tienen algunas cosas en común: colaboran en el armado de cadenas de valor integradas, resuelven algunas de las principales causas de restricción al crédito de pequeñas empresas y permiten generar fuentes adicionales de financiación sin incurrir en mayores niveles de riesgo.
Financiación de la Cadena de Suministro (FCS)
La FCS permite optimizar la disponibilidad y el costo del capital de trabajo. Mediante la incorporación de plataformas con alto componente tecnológico es posible procesar una gran cantidad de transacciones entre compradores y sus proveedores permitiendo descontar facturas, disminuyendo así el período medio de las cuentas a cobrar. La gestión agregada de estas transacciones permite, desde una perspectiva bancaria, establecer una efectiva estrategia de gestión del riesgo, reducir la informalidad (factor relevante en la restricción del crédito en Pymes) y aprovechar la economía de escala para facilitar el acceso a liquidez a tasas más adecuadas.
Existen diversos rubros como la construcción, industria frigorífica o sector lácteo donde el periodo medio de las cuentas a pagar se extiende desde los 45, 60 y hasta 90 días. En la gran mayoría de los casos, estos plazos generan una deficiencia en el capital de trabajo, obligando a las pequeñas empresas a recurrir a fuentes de financiación alternativas con intermediarios y otras instituciones no bancarias a tasa excesivamente altas.
Otra ventaja que ofrece la FCS es la capilaridad que le brinda a las instituciones financiadoras (incluyendo bancos, organismos multilaterales o fondos de inversión), que no son capaces de permear en los sistemas financieros locales o no tienen la capacidad de realizar el cash management necesario. Su implementación posibilitaría atraer nuevas fuentes de inversión para la financiación de un sector relegado como las Pymes, así como financiar exportaciones propulsando estrategias de fidelización de clientes, factor de primera necesidad para desarrollar verdaderas redes comerciales dentro y fuera del país.
Para ello es fundamental que la banca tradicional entienda éste como un mecanismo de cooperación natural con agentes especializados, basados en estructuras y regulaciones más livianas que aportan innovación y competitividad. Las instituciones que así lo conciban posiblemente tengan mayor posibilidad de adaptarse a escenarios más disruptivos sin perder participación de mercado, donde evidentemente la relación con el cliente está migrando mayoritariamente de la sucursal al celular.
Banco de Queso Parmiggiano Reggiano: El caso Credem
En Italia existen innumerables ejemplos de clusters industriales donde el diseño institucional y la organización empresarial son realmente dignos de imitar. Este es el caso del consorcio de queso parmiggiano reggiano, el cual es financiado por bancos de queso, siendo el más conocido Crédito Emiliano (Credem), el cual es incluso caso de estudio en la Escuela de Negocios de Harvard.
El banco de queso consiste en un sistema de “doble llave”, donde los productores de queso toman crédito cediendo como colateral el estacionamiento de las hormas de parmesano en instalaciones especializadas de una empresa subsidiaria del banco. Ello reduce el incentivo a incumplir obligaciones mitigando el riesgo moral y ofrece una fuente de financiamiento accesible para finalizar el proceso de maduración del queso durante un período de entre 1 y 3 años con el cual alcanzan un estándar de altísima calidad.
Desde el punto de vista bancario, este sistema de organización ha permitido a Credem no solo ofrecer crédito prácticamente a riesgo cero sino que ha logrado desarrollar e integrar un cluster de productores de queso mediante servicios financieros especializados. Este sistema que ha funcionado durante más de 60 años, ha soportado exitosamente el proceso de centralización de los servicios que ha sufrido la banca a nivel global. En este proceso donde se ha diluido la función social que ocupaba la sucursal, Credem ha logrado posicionarse como un banco de cercanía colaborando activamente en la producción organizada de queso de calidad.
Herramientas para mejorar la competitividad
En definitiva, ya sea en la aplicación de tecnologías disponibles como la FCS o mediante el diseño de clusters que potencien el sector Pyme, es posible encontrar infinidad de ejemplos de arreglos organizacionales que permiten desarrollar verdaderas cadenas de valor.
En Uruguay suele ser recurrente criticar la pequeña escala del mercado, los costos de producción y el tipo de cambio, sin embargo pocas veces nos detenemos a pensar en las herramientas a mano para mejorar la competitividad. Cuando observamos con lupa las industrias más competitivas del mundo podemos encontrarnos con este tipo de sorpresas donde el denominador común es la cooperación a nivel empresarial y un sector financiero cumpliendo un rol más activo.
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