La Mañana conversó con el productor ganadero y marcador de pozos Beltrán Aguerre, quien se dedica a la rabdomancia desde hace más de cincuenta años. Con 538 pozos marcados y una experiencia sin precedentes en la materia, asegura que se debe defender la soberanía alimenticia y sobre los recursos hídricos.
El 21 de junio de 1932, la familia Aguerre fundó la estancia El Arazá, en pueblo Cardozo Grande, Tacuarembó. Un mes después, el 17 de julio, nació en esa misma estancia Beltrán Aguerre Alcain, un criollo del cual uno de sus principales dones es ser marcador de pozos de agua. Cuando tenía doce años, su padre lo llevó a estudiar a Montevideo, a la Sagrada Familia. Durante años aprendió la profesión de tenedor de libros, que es lo que actualmente se llama contador.
Además, jugaba al fútbol, en Rampla, pero en ese entonces ser futbolista no era una profesión que se pagara a los niveles de hoy. Volvió al campo y su padre le dijo que decidiera qué haría, y Beltrán optó por quedarse trabajando en la estancia y cabaña El Arazá, descartó el deporte y las tareas contables y fue el cabañero oficial.
Actualmente trabaja junto a sus cuatro hijos y su compañera de vida con la que se casó en 1965: “Ella tiene 88 y yo 92, los dos estamos sanos, y además de los hijos tenemos cinco nietos y cinco bisnietos”, dijo Aguerre con orgullo mientras conversaba con La Mañana.
Pero esta es solo una faceta de su vida, porque además es rabdomante, es decir que cuenta con el don de descubrir la ubicación del agua bajo tierra. Lo cierto es que las capacidades de encontrar dichas corrientes son cada vez menos comunes; en su caso, Beltrán señaló que es un don que viene de su tío, quien además le dejó de herencia una herramienta francesa con la que él ubicaba el agua.
“Hace cincuenta años que marco pozos. Mi tío, antes de ir a Francia, los marcaba con una vara, pero la herramienta no es lo más importante de todo, sino tener el don para que el aparato funcione. Mi tío trajo un péndulo francés para buscar agua y, como el hijo de él se enfermó y falleció muy joven, me lo regaló a mí. Desde ese entonces llevo marcados 538 pozos de agua, de los que no salió agua únicamente en el diez por ciento”, contó.
Beltrán marca los pozos y luego alguna de las empresas perforadoras independientes con las que trabaja se encarga de abrir la tierra. He marcado pozos en todo el país y el año pasado, con la sequía, recordó que marcó catorce pozos para una persona de Tacuarembó que cuenta con muchísimas hectáreas de campo. “Hasta marqué uno en un cerro de ese departamento, de donde salió agua. Es una zona en donde los pozos no son demasiado abundantes, tienen unos 2.500 o tres mil litros”, explicó.
El rabdomante indicó que sigue marcando pozos porque le gusta y porque tiene el don de saber: “Una intuición que me dice por dónde ir”. En Montevideo marcó pozos en la cancha de Danubio, en el Estadio Centenario, las canchas de Progreso, Sudamérica, Defensor, y en Los Aromos. “Yo puedo saber hasta la hondura y la cantidad de agua, si da poca o mucha”, agregó.
Al llegar, lo primero que hace es preguntar dónde quieren el pozo, va al lugar y camina siempre de sur a norte, entonces verifica si aparece alguna corriente. “El pozo de Expo Melilla lo marqué hace como veinte años, y da sesenta mil litros. Recuerdo que era una necesidad ese pozo y debimos probar si el agua servía, si era buena. Vino la OSE, analizó y dijo que el agua era muy buena”, rememoró Beltrán.
Siempre hace el recorrido de sur a norte porque la corriente principal está de este a oeste, y si se encuentra una en esa dirección, es agua dulce. Sin embargo, si marca de norte a sur es salobre, por eso trata de no marcar en esa posición, “a no ser que no haya más remedio”, dijo.
Por eso, a veces sucede que se marcan pozos en los que el agua no sirve para consumo ni para recreación, aunque se filtre y se le hagan procesos químicos. A Beltrán le sucedió eso en Durazno, contra el río Negro y Paso de los Toros, con un pozo del que emanaba agua completamente salobre y caliente. La persona que le pidió que lo hiciera tenía el proyecto de generar un complejo turístico termal.
Beltrán vive siempre con la ilusión de que alguien lo llame para poner a prueba sus dotes, que al pasar de las décadas nunca le han fallado. “Ahora tengo la esperanza de buscar alguno. Hay un señor que tiene un campo cerca de UPM, en Paso de los Toros, y me pidió si le buscaba un pozo termal, todavía no fui, pero pronto iré”, comentó.
Implementar políticas que favorezcan al agro uruguayo
Beltrán Aguerre Alcain, productor ganadero de Tacuarembó, ex dirigente de la Asociación Rural del Uruguay y marcador de pozos por vocación, dijo en entrevista con La Mañana “no me parece bien que vengan empresas extranjeras a llevarse nuestra agua, porque, respetando las ideas políticas, los gobiernos no tienen que vender la soberanía del país. Soy un convencido de que a Uruguay lo empezaron a estropear con UPM”, aseguró el rabdomante. Lamentó que desde Paso de los Toros hacia el norte ya no se vea más campo, que todo sea eucaliptus.
Utilizó un ejemplo drástico pero fundamental para entender el mayor problema de la forestación en exceso: “Si se desata una guerra en nuestro país, UPM toma sus cosas y se va, pero ¿qué nos va a pasar a nosotros? Nos vamos a quedar con miles de kilómetros tapados de árboles, en una tierra que recuperarla para poder plantar y ser autosuficientes es demasiado difícil”, indicó.
Aseguró que llenar un campo de eucaliptos es muy simple, pero no a la inversa. “Los hijos de un amigo se recibieron de ingenieros y forestaron un pedazo de campo a modo de prueba. La tierra quedó destruida, recuperarla les costó mucho más caro que lo que hicieron con el eucalipto. Entonces el productor chico, que en Uruguay existe en gran cantidad, no podrá recuperar su tierra con nada si la forestan”.
En esa línea y a modo de ejemplo de cómo afectan las políticas al campo, recordó que Uruguay tenía veintiséis millones de ovejas y hoy quedan menos de seis millones, de cara a un decreto de Jorge Batlle durante su gobierno. “Fue un desastre. Fui a marcarle a los muchachos Echevarría tres pozos, no hace mucho tenían cinco zafras en el galpón. Esas cosas no pueden existir, no se puede dejar morir un sector, hay que intervenir”, opinó.
Aguerre considera la posibilidad de ir transformando las majadas con buena lana, ya que se pueden realizar trajes de lana fina que cuestan unos 43 mil dólares, por lo que el público objetivo son las personas más ricas de Europa. “Con la carne de oveja pasa lo mismo. Nosotros hicimos así a las ovejas, pero se puede hacer todo genéticamente y contar con razas que nos reditúen económicamente”, indicó.
En defensa de nuestras aguas
El entrevistado aseguró que, según pudo interpretar con su profesión de rabdomante, el acuífero Guaraní está a mil metros de profundidad, y solo los buenos pozos están a esa distancia de la superficie, aunque algunos están a ese metraje pero tienen agua salobre inutilizable, “entonces hay que cuidar el acuífero porque cuenta con agua dulce”, aseveró. En ese sentido, indicó que “el acuífero no está en todo Uruguay como dicen, está solo en el centro del país”.
Aguerre opinó que “sin agua no vive nadie, hay que cuidarla siempre”. Considera que se trata de un bien que hace a la soberanía del país y que se debe defender, concluyó.
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