Luego de suspendida la presencialidad en primaria y secundaria (la Universidad adoptó la virtualidad antes de iniciar el año lectivo), muchos estudiantes del interior y en especial el medio rural sufren diversos obstáculos para continuar sus estudios.
Pese a muchas promesas de cobertura universal de red móvil y fibra óptica en todo el país, la realidad indica que en gran parte del territorio nacional dichos servicios parecen encontrarse lejanos. Y es esta realidad la que hoy alcanza a miles de estudiantes de todos los niveles que se ven obligados a continuar sus estudios sin tener las herramientas básicas para hacerlo.
¿Nativos digitales?
Ana Lía Darin es docente de biología, tiene 28 años y ejerce la docencia hace siete. Actualmente trabaja en el Liceo Rural de Masoller, las Escuelas Agrarias de Zanja Honda y Minas de Corrales, y en las UTU de Tranqueras y Minas de Corrales, todos en el departamento de Rivera.
“Los cinco lugares tienen sus características particulares, por ejemplo la conectividad y el acceso a internet difiere mucho según los lugares”, comenzó contando Ana Lía en conversación con La Mañana. “Inclusive en el Liceo y la Agraria de Minas de Corrales, que quedan muy cerquita, la realidad de los gurises es completamente distinta, en la Agraria tenemos muchos provenientes de campaña”.
“Uno a veces pensaría que todos los chicos son nativos digitales, este término tan utilizado, pero cuando les pedimos que suban una tarea a la plataforma Crea, no saben hacerlo. Tengo estudiantes que vienen del medio rural que nunca usaron computadoras, y eso escapa a esa lógica del siglo XXI donde todos dominamos la internet o las computadoras”, agregó.
De hecho, la docente aseguró que “hay jóvenes rurales que no tienen acceso a recursos tecnológicos, no cuentan con la conectividad adecuada, a veces ni señal de teléfono. He escuchado decir que estamos todos en el mismo barco, y no es así, lo vivo a diario”.
“Los gurises de campaña en vacaciones salen a trabajar, tienen otras dinámicas cotidianas vinculadas al medio rural. No todos tienen esa idea de terminar la escuela, luego el liceo y continuar en la universidad. En el momento en que les va mal en el liceo los padres tienden a apuntar solamente al trabajo en el campo”, enfatizó sobre la necesidad de una educación que contemple las necesidades de los jóvenes rurales y las realidades productivas de los diferentes lugares para que puedan culminar sus estudios.
Es que cada institución y cada región tiene sus particularidades, “quienes trabajamos en el norte en el medio rural y escuchamos esto de la obligatoriedad en la no presencialidad no lo entendemos, ¿cómo hacemos para obligar que el chiquilín asista a clase?, no me explico cómo podemos implementarlo, pero no en un liceo de Montevideo, o de la ciudad de Rivera, sino en la Agraria de Corrales o de Zanja Honda, o en el Liceo Rural de Masoller, siendo que tenemos gurises que no tienen computadora, o una que comparte con los cinco hermanos, o casos de gurises que usan el celular del padre o madre”, reflexionó Ana Lía.
Adecuarse a las necesidades y posibilidades
“Ayer tuve un examen por Conference, y terminé llamando al chiquilín por whatsapp porque era lo que manejaba, armamos el tribunal en una videollamada grupal y solo así pudo rendir. En la Agraria trabajo solo por aplicaciones de mensajería, antes subía tareas constantemente a Crea y no tenía respuesta alguna, y decidimos con el director utilizar otros medios”.
Y no son solo los estudiantes que se sienten agobiados, “a nosotros una vez por semana nos llega una planilla de control, hay que completar las libretas, subir tareas a Crea, atender los grupos de whatsapp, se nos multiplican los frentes de trabajo. Podríamos dedicarnos solo a Crea, que contesten dos o tres y no importa, pero tengo la obligación de que si un estudiante me pasa un mensaje diciendo que no puede entrar a la plataforma, y me pide que le mande la tarea, se la mando por el medio que sea”, aseguró.
“Está muy complicada la situación, lo entiendo, pero espero en nuestro caso que la virtualidad no se extienda indefinidamente. Trabajar con la virtualidad es una ventaja, si no lo hacemos no rescatamos la atención de los jóvenes, pero si lo hacemos en la sala de informática o en el salón, porque si los largamos solos y a distancia, cada uno con los recursos con los que cuentan, es muy difícil. Tenemos que hacer de todo para no perder a los gurises que tienen ganas de seguir. En los centros rurales tenemos una tendencia a la deserción ante el menor inconveniente”.
Pero a pesar de las dificultades, Ana Lía ponderó lo gratificante de su labor. “Aprendí a querer mucho a los centros educativos rurales, me encanta trabajar en el medio rural, porque es otro trato que tenemos con los gurises. En las Agrarias de internado ellos pasan toda la semana lejos de los padres, y el referente sos tú, el docente, los gurises se sienten cuidados, y todavía tienen un poco esa inocencia que en otros lugares se ha perdido, y no solo en el tema académico, porque los atendemos en el comedor, los arrimamos a la parada del ómnibus en la ruta, y los gurises se encariñan”.
Universitarios en casa, rehenes de la conectividad
Amparo estudia tercer año de la Licenciatura en Diseño de Comunicación Visual en Montevideo, pero a raíz de la pandemia se trasladó a la casa de su familia en Tranqueras, en el interior de Rivera, para continuar sus clases virtuales. “En 2020 tuve una semana de clases, y cuando se suspendieron me vine, porque durante algunas semanas no se dictaron cursos”, comenzó diciendo.
“Algunos meses después volví a Montevideo a trabajar, y también se retomaron algunas (pocas) clases presenciales en facultad. El resto continuó todo por la plataforma EVA y clases por Zoom, todo virtual”. Pero la realidad indica que el interior de Rivera, y de muchos otros departamentos, no tiene una infraestructura dotada de fibra óptica que atienda las demandas tecnológicas del home-office o la educación virtual.
Esa virtualidad condicionó su estadía en el norte, “acá se siente muchísimo el déficit en la conectividad, las clases a veces las escuchamos cortadas, o incluso se llegan a desconectar, es complicado”. Lo que podría ser un gran beneficio para los universitarios del interior como continuar sus estudios cerca de la familia, se convierte en muchos lugares en un desafío condicionado por cuestiones externas.
“Cuando volví a esas clases presenciales la opinión estaba dividida entre quienes les alegraba volver a la presencialidad, y la facilidad que brindaba a muchos otros mantenerse de forma virtual. Hay gente que viaja varias horas por día para ir a facultad, y los que somos del interior ni que hablar, es una oportunidad de estar mucho más tiempo cerca de la familia. Pero en casa somos seis, y cuando estamos todos trabajando o estudiando de forma virtual se vuelve inviable”, concluyó.
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