¿Cómo comenzó la citricultura en Uruguay?
La citricultura uruguaya nació más o menos en el 1900 con los inmigrantes italianos y españoles que cada uno traía variedades de sus orígenes y fueron plantando en la zona de Salto y en el sur, para atender al mercado interno. Allá por el año 1955 viene la camada nuestra de franceses, a los cuales nos llamaban “pieds noirs” por haber nacido en el norte de África. Arribaron con una cultura que era más bien de vitivinicultores, pero por razones de clima se volcaron a la citricultura y se orientaron fundamentalmente a la exportación. Los franceses se instalaron en la zona de Paysandú y poco a poco cada uno fue plantando árboles frutales hasta juntarse en la Asociación de Cítricos del Uruguay, donde luego se armó la rama comercial (Urudor), un tipo de cooperativa que se dedicaba a exportar, contratar barcos, a comprar insumos más baratos, entre otras cosas, manteniendo la individualidad de cada empresa según su organización y su tamaño.
A nivel nacional, la actividad llamó la atención y los diferentes gobiernos se interesaron mucho creando lo que se llamó la Comisión Honoraria del Plan Citrícola (decreto N°422/983 de acuerdo a la nueva Constitución de 1967) presidido por un delegado del Poder Ejecutivo designado por el MGAP, donde estaba también representado el Banco República (BROU), y las diferentes organizaciones de productores. En este cuerpo –que ya no existe- se debatían todas las necesidades que tenía el sector para desarrollarse y lograr sus objetivos. A medida que el sector crecía se perfilaba hacia la exportación y se fueron armando dos grandes grupos: la Unión de Productores y Exportadores de Cítricos (UPECU) que estaba dominada por comerciantes que compraban la fruta a productores para exportarla, y la Asociación de Productores de Cítricos del Uruguay (APCU) que para ser miembro, había que ser productor y exportaban conjuntamente.
¿De qué manera fue perfilándose el sector hacia la exportación?
Con el tiempo fueron surgiendo los Packing, que son las plantas donde se recibe la fruta, se la lava, clasifica, se encajona, que en una época fueron en cajones de madera, después de cartón, luego llegaron las cámaras de frio, que era necesario para poder conservar la fruta. Vino después una etapa de modernización de los sistemas de producción, con la introducción de los riegos sofisticados de goteo o micro aspersores y con el tiempo la renovación de las variedades. Algunos mercados van pidiendo diferentes tipos de naranja, de mandarina, más tempranos, más tardíos y se hizo un esfuerzo enorme para atender esos requerimientos.
¿Cómo fue la experiencia de estas exportaciones?
Cuando el volumen se justificó, se salió del puerto de Montevideo, que era un puerto conflictivo, sobre todo con medidas gremiales muy difíciles y se buscó un puerto de aguas profundas que pudieran llegar los barcos y se seleccionó Nueva Palmira. Se construyó una terminal frutera con capacidad de almacenaje, para cargar barcos enteros de naranjas y mandarinas que se destinaban a mercados como Europa, Rusia y destinos con grandes volúmenes. Durante 50 años se hizo una inversión muy grande en abrir mercados, como Canadá, Europa, Arabia, China, Signapur, y últimamente la apertura del mercado Americano. En todos esos esfuerzos hubo algunas etapas con mucho apoyo de los gobiernos de turno, que ayudaban a facilitar con sus embajadas, con misiones técnicas, con los servicios de sanidad vegetal organizando controles de enfermedades, negociando convenios con los países, etc. Quiero destacar que durante esos 50 años se formaron técnicos, con una capacidad extraordinaria, gente que ha dado mucho de su tiempo y de su vida investigando y mejorando todo lo que es el proceso de la citricultura, desde que se crea una plantita hasta que se logra llegar con esa fruta a la mesa del otro lado del mundo.
De los últimos datos que yo he tenido, el Uruguay llego a producir 450.000 toneladas de naranjas, mandarinas y limones. De esta producción a grosso modo 1/3 quedaba en el mercado interno, 1/3 iba a la industria del jugo y 1/3 se exportaba.
¿Cuándo empieza a revertirse esta realidad pujante y de tan auspicioso crecimiento del sector para el país?
A partir de 1976 con la instauración de la fatídica tablita se empieza a perder competitividad. Comienza un brutal atraso cambiario, los costos energéticos tanto de gasoil y electricidad comienzan a subir de manera desproporcionado a la realidad de nuestros principales competidores. Pero también hubieron cambios de reglas de juego y hubieron interpretaciones tanto a nivel del Ministerio de Trabajo y de la DGI que impacto sobre la rentabilidad de las empresas. Por ejemplo había una norma, que la empresa era considerada rural o de industria y comercio, según donde estaba su mayor capital. Entonces en el caso de la citricultura no había duda que el mayor esfuerzo estaba en las plantaciones. Y cuando llegó la hora de instalar los Packing, para preparar la mercadería para la venta, lo hicieron en las ciudades, por varias razones: porque no había electricidad suficiente en el medio rural, por un tema de logística de la mano de obra, que es muy intensiva, de infraestructura de caminaría, etc. Ahí cambió la presión tributaria considerando esta etapa de la cadena como industria y comercio, impactando directamente en los aportes salariales, en un sector donde se emplea mano de obra intensiva. La citricultura emplea en promedio un hombre por hectárea todo el año, en Sandupay teníamos 600 hectáreas y durante la zafra que dura 6 meses teníamos 1100 empleados entre el personal en la plantación y la gente del Packing. Este cambio impositivo hizo desalentar la contratación de mano de obra.
Otro de los obstáculos que sufrió y sigue sufriendo la citricultura, es el descontrol y la politización sindical, donde hay constantemente un nuevo conflicto y el sindicato va de la mano del Ministro de Trabajo y no dan respuesta y en nuestro rubro que se pudre la fruta, no tenemos capacidad negociadora.
“Empezamos una pequeña plantación en Rosario do Sul y el municipio nos entregó un parque de maquinaria completo para 20 hectáreas de cítricos”
Por otro lado el BROU concebido como un banco de desarrollo, que siempre ayudo a la citricultura con préstamos para hacer inversiones a largo plazo, en momentos difíciles cuando había problemas de mercado o climáticos acudía con refinanciaciones, hasta que un día ese banco se convirtió en un banco privado más.
En 2011 el BROU nos anuncia que no va a refinanciarnos más, sumado al combo de la pérdida de competitividad y los problemas sindicales, fue cuando comenzamos a pensar en otra alternativa. Esto agregado a que las familias se van agrandando y la rentabilidad del campo no acompaña para retener en la misma actividad a los nuevos miembros.
A nivel internacional hubo mayores exigencias de los mercados internacionales, el mundo pide mayores niveles de estética en la fruta, mientras que al mismo tiempo se pide que se utilicen menos productos, que haya menos residuos, cosa que es contradictoria. Cuanto menos se trabaja una fruta desde el punto de vista agrícola, más difícil se logra hacerla bonita. También aparecen nuevas variedades, aparecen pedidos de certificaciones, EuroGap, ISO 9000, todo esto implica más costos…
¿Cómo surgió la idea de instalarse en Rio Grande do Sul?
La suma de estas cosas, y en especial la postura del Banco República, fue haciendo que empecemos a buscar una salida para nuestra actividad, y coincidió con el interés de un municipio del sur de Brasil, llamado Rosario do Sul (a 100 km de la frontera), que nos vinieron a conocer porque su región era más bien ganadera, plantadores de soja y arroz, y esto no les daba mano de obra suficiente para la población que iba aumentando. Habían oído hablar de la citricultura uruguaya y vinieron a conocerla, visitaron Salto, Paysandú y el sur y terminaron haciéndonos una oferta.
¿En qué consistió la propuesta para instalarse en Rosario de Sul?
Que iniciáramos plantaciones allá y nos apoyarían con la maquinaria necesaria. Entonces mi hermano y yo empezamos una pequeña plantación, nos instalamos y el municipio nos entregó un parque de maquinaria completo como para 20 hectáreas de cítricos, compuesto de un tractor, pocera, zorra de cosecha, pulverizador, rotativas para cortar el pasto, máquina de herbicida. Con el tiempo se fueron viniendo amigos, también clientes europeos y candienses que teníamos en Uruguay, que cuando supieron lo que estábamos haciendo se sumaron a nosotros y hoy después de 16 años de iniciado hemos hecho cuatro empresas citrícolas con diferentes socios cada una, y entre todos un Packing para tratar la fruta para se vende especialmente en el mercado interno brasilero. No fue fácil ya que el municipio no tenía tradición citrícola y hubo que hacer el pionerismo total, pero lo fuimos haciendo con mucha buena voluntad del lugar, porque todos querían generar estos puestos de trabajo y hemos ido enseñando gente y formándolos en el oficio en cada una de las etapas.
A nivel del Ministerio de Agricultura del estado de Rio Grande do Sul, tienen una Cámara sectorial, donde se llevan las inquietudes y se van adaptando a esta nueva actividad las líneas de crédito que no existían hasta que llegó la citricultura, y hoy hay mucha gente que colabora para salir adelante. También se ocupan de las negociaciones a nivel sindical, para todo el sector citrícola, que se agrupa dentro de la fruticultura, y los representantes de los productores llegan a acuerdos para todo el sector, no solo para una empresa. Esto genera que hayan menos temas conflictivos, y las dudas que puedan surgir las remitimos al sindicato sectorial y ellos evacuan las consultas, sobre todo como mejorar el trabajo, o temas puntuales pero siempre en forma constructiva. Esto genera un muy buen ambiente y nos permite a nosotros ocuparnos de trabajar en nuestra profesión y seguir desarrollando nuestro sector.
“Urgente hay que recuperar la competitividad en Uruguay, no solo el tipo de cambio, sino también los costos financieros, con devolución de impuestos, bajar los costos del gasoil y la energía”
Con esta experiencia de trabajo en Brasil, ¿cómo ve la realidad citrícola en Uruguay?
La verdad que la veo terriblemente preocupante, porque sigue perdiendo competitividad todo los días, tiene costos financieros confiscatorios, extorsivos y no se la mira como una actividad que genera un montón de puestos de trabajo, especialmente para personas sin preparación. Hoy cerrar una empresa citrícola es muy fácil, están todas las condiciones dadas para que no funcione y van a quedar miles de personas, que no tienen preparación para cambiar de oficio, sin empleo. Esa gente deberá ser socorrida por el Mides y pasa a costarle al Estado mucho mantenerla. No tiene sentido, matar una actividad que llevó 50 años en formar técnicos, formar plantaciones, abrir mercados, para dejarla perder en un abrir y cerrar de ojos.
¿Qué le diría a los integrantes del nuevo gobierno electo?
Urgente hay que recuperar la competitividad. Y no es solo por el tipo de cambio, aunque no debe tolerar el atraso cambiario. Hay otras formas de devolverle la competitividad a los sectores productivos, por ejemplo los costos financieros, no puede ser que el Banco República fondeándose casi al 0% cobre a los productores tasas de entre el 8 y 14% para financiarse. Lo primero que haría sería convocar a todas esas empresas y hacer una refinanciación a largo plazo, como también habría que hacer en otros sectores como la ganadería, la lechería, los arroceros, la granja, etc. Hay que adelantarse para salvar todas esas fuentes de trabajo y la inversión tecnológica hecha en nuestro país. Otra forma de devolver la competitividad es devolución de impuestos indirectos, y bajar los costos de combustibles y energía que son muy altos respecto a nuestra competencia. Bajando estas tarifas el Estado va perder menos que si las empresas cierran, ya que de esa forma los trabajadores y patrones siguen aportando, hay consumo y en definitiva se contribuye a preservar la malla social.
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