En el marco de la conmemoración del Día de la Mujer el pasado 8 de marzo, La Mañana dialogó con cuatro mujeres que tienen influencia en el agro nacional: Andrea Ibarburu, una contadora que hoy se dedica al voluntariado en SARU; la médica, docente y empresaria rural Claudia Fernández; Elizabeth Misa, directora del frigorífico Las Moras, y la ingeniera agrónoma creadora de Grou Agro, Lucía Bauer.
Andrea Ibarburu, voluntaria en SARU
“Cuando tengo tiempo libre decido emplearlo en lo mejor que puedo hacer, que es ayudar”
Andrea Ibarburu siempre tuvo relación con el medio rural debido a que su familia era del interior del país, específicamente de Florida. Su madre fue voluntaria del Servicio de Ayuda Rural del Uruguay (SARU) toda la vida y su familia en general ayudaba al servicio. Si bien Andrea se dedicó profesionalmente a ser contadora, recordó que jamás se apagaron sus ganas de colaborar con SARU y planificó que cuando se jubilara comenzaría a aportar su ayuda a la obra.
“Siempre tuve necesidad de colaborar, pero en mi caso, con un trabajo totalmente fulltime que requería que viajara, más mis tres hijos, se me imposibilitaba poder trabajar hasta en la semana del Prado, que es cuando más ayuda se necesita”, aseguró a La Mañana. Entonces, siguió su camino con la idea de clara de servir en SARU cuando llegara su retiro, y eso es lo que hace actualmente.
La importancia de ser parte del servicio es poder cumplir con su deseo de ser voluntaria en un lugar con una gran obra. La entrevistada hizo voluntariado en otras actividades que no requerían estar presente de lunes a viernes o no afectaban el horario de oficina. “Cociné para algunas ONG que atendían a personas en situación de calle, en áreas de Buceo, Pocitos, durante años. Siempre tuve la necesidad de ayudar en lo que fuera, y a partir de que tuve mi tiempo me sumé a SARU”, dijo.
“Cuando tengo tiempo libre decido emplearlo en lo mejor que puedo hacer, que es ayudar”, expresó Andrea. Ese impulso por colaborar con los demás es algo que vivió desde que era niña, vio que la gente rural necesitaba de todo, como llevar a sus hijos a la escuela, ayuda en los comedores de las escuelas, y también vio cómo todos los vecinos colaboraban con eso. Algunos ponían caballos, camionetas o motos para llevar a los chicos a estudiar. “Conozco el medio rural y me vuelco a eso por saber las necesidades que existen. Me satisface totalmente poder ser útil para ellos”, aseguró.
Gran parte de las colaboradoras de SARU son mujeres organizadas, en ese sentido, la entrevistada fue consultada acerca de la importancia de ese orden. Afirmó que si se mira cómo trabaja el servicio ahora y cómo comenzó, es posible dar cuenta de la gran organización que tiene. “Al inicio eran muy poquitas mujeres voluntarias y sin nada, pero con un esfuerzo y una voluntad gigantes, con ímpetu, ganas y pensando en ir para adelante, crecieron”, relató.
Indicó que hoy SARU se ha transformado en algo mucho más grande, que la obra creció y se necesitan más personas durante todo el año, pero fundamentalmente previo a la Expo Prado.
“La mayoría somos mujeres grandes que hacemos un esfuerzo muy importante. Todas tenemos el deseo de organizarnos para, cada vez, tener mejores ideas y perfeccionar algunas cosas que ya están en marcha. Hay mucho ímpetu, ganas de colaborar, y cansadas igual seguimos. La organización se logra gracias a todas las que están detrás, eso es el 90% del éxito de la obra”, opinó Andrea.
Una semilla para las nuevas generaciones
Varias de las colaboradoras de hoy son hijas de antiguas generaciones, por eso la entrevistada entiende que es muy importante transmitirlo. “En mi caso mi hija hace brownies para SARU todos los años, empezó desde chica a hacerlo. Todo tipo de ayuda sirve, hasta la que pone su auto para trasladar cosas como las comidas. Hay mucho trabajo que hacer y ya hay terceras generaciones trabajando, entonces es importante transmitir para que la obra continúe”, dijo.
Por otro lado, destacó que, en ocasiones, los chico y chicas que SARU ha ayudado del interior, les agradecen tanto lo que han podido hacer gracias a la colaboración, “que es un reconocimiento que da más ganas de seguir haciéndolo posible”, señaló la entrevistada.
Otro punto de importancia es lo que hacen las organizaciones colaboradoras a través de donaciones, por ejemplo. “Lo que hacemos no es solo mérito de SARU por su trabajo, sino también todo lo que recibimos en donaciones. No somos solo nosotros los que nos organizamos para sacarlo adelante, si no fuera por todos los colaboradores sería inviable la obra, no tendríamos los resultados que tenemos, por eso es importante ese trabajo de las empresas, asociaciones y muchas otras”.
Claudia Fernández, médica, docente y empresaria rural
“A diferencia de hace 30 años, en el campo ahora se nota la presencia de la mujer”
Si bien nació en Montevideo, toda su vida se vinculó con el campo debido a que su familia contaba con tierras en las que trabajaban. En aquel momento, su abuelo se enfocaba en la ganadería de ciclo completo. Ella tiene cuatro hermanos varones y cada uno de ellos se empezó a dedicar a los campos. Claudia se dedica al arriendo de arroz, hacer soja y ciclo completo como su abuelo.
Pero la entrevistada tiene otra faceta bastante distante al trabajo del campo: es médica, profesora adjunta de Medicina Interna y profesora adjunta de Medicina Familiar. Asegura que no es fácil combinar ambas cosas, pero como las dos actividades le gustan mucho, lo hace. “Conllevan un esfuerzo personal de tiempo, físico y mental. Cuando estoy en la parte de la medicina me tengo que enfocar en eso y cuando estoy en campaña debo concentrarme allí”, sostuvo en diálogo con La Mañana.
Los hermanos estuvieron 20 años trabajando juntos y, en 2017, viendo que iban a separarse, la entrevistada realizó un curso en la ORT vinculado al agro. Luego realizó un curso en la UDE y posteriormente hizo otro de pasturas en Plan Agropecuario, Administración de Agronegocios, y ahora está anotada en otro.
Aseguró que trabajar con el campo es un desafío porque implica lograr los mejores resultados año a año, plantearse metas y siempre lograr lo mejor con lo que se tiene a disposición. “Es un desafío permanente”, enfatizó.
Mujeres: cultura y bienestar en el campo
El campo y todo lo que implica son temas históricamente asociados a los hombres, y eso conllevó un desafío mayor para Claudia. “Antes estaba establecido que eran los varones los que se iban a dedicar al campo y una vez mi padre me dijo que a mí no me interesaban los temas de agro. Entonces toda mi niñez y adolescencia siempre fui un satélite, como que no podía encargarme de eso porque no era para mí, por eso el desafío fue mayor. Pero mi pensamiento fue que, si mis hermanos podían, ¿por qué no podía yo?”, relató.
Para la entrevistada hay una tendencia a que las mujeres cada vez se involucran más en el campo y considera que la presencia de la mujer cambia un poco el agro, da dinamismo, se culturiza más. “La mujer se preocupa mucho por la parte social de la gente del campo, la parte cultural, de aprendizaje. A diferencia de hace 30 años, en el campo ahora se nota la presencia de la mujer”, aseguró.
Claudia reafirmó que las mujeres crean elementos colaterales que son importantes para vivir en la ruralidad y que la campaña sea habitable. “Se preocupan de que haya un bienestar en su hábitat y entre la gente que las acompaña. Llevan modernización y hacen que la gente desee habitar la campaña”.
Elizabeth Misa, directora del frigorífico Las Moras
“Las mujeres que hoy están en la industria o en emprendimientos es porque no piensan que no lo pueden hacer”
El padre de Elizabeth era un emigrante español que llegó a Uruguay con 17 años y trabajó en una carnicería hasta que pudo comprar sus propios locales. Tenía falta de materia prima, entonces faenaba sus propios animales a fasón para proveerse él mismo. Luego las carnicerías pasaron a ser supermercados en los que también trabajaba la familia, y en determinado momento, Elizabeth empezó a trabajar con su padre en el frigorífico. “Si bien nací dentro de una carnicería y conocía la carne, la industria es algo diferente”, dijo a La Mañana.
Aprendió de las personas que trabajaban allí y que, muy generosamente, la introdujeron en la industria. “La industria frigorífica es bastante masculina, igual que el agro, pero hoy las mujeres estamos incursionando, porque empezamos a perder el miedo y dejamos de pensar que hay cosas que son solo para hombres”, expuso.
La industria frigorífica suele tener sindicatos fuertes que están en constante negociación con los líderes. Elizabeth fue consultada acerca de que si por ser mujer cambiaba la manera en la que la ven. En ese sentido, dijo que, a veces, se habla de los derechos de las mujeres y se hace un paro para conmemorar un día especial, pero, para ella, con eso no se identifica una mujer.
“A mí no me representa. Entiendo que hay mujeres que lucharon para que yo esté un escalón más arriba y que en mi mente no haya límites a la hora de pensar en lo que puedo hacer, pero creo que en esas mujeres nunca estuvo en la mente que se haga un paro para conmemorar ese día. No estoy de acuerdo y creo que en la diferencia entre hombres y mujeres está la riqueza. No tenemos las mismas visiones ni formas y eso se retroalimenta”, opinó.
Elizabeth se considera una persona maternal y no tanto una empresaria estructurada, por lo que trata de manejar las situaciones desde el lado de la ayuda, “como gran parte de los empresarios solemos hacerlo y, a veces, nos encontramos con que debo hacer reuniones con el sindicato para entender por qué paran por situaciones inesperadas como la rotura de un ventilador o porque no les gusta la marca de cierto producto de una canasta de alimentos”, apuntó. “Esas cosas no me las hacen a mí por ser mujer, también pasaba con mi padre”.
Vivir y liderar con la misma pasión
“Llevo a la industria mi forma de vivir. En general pongo mucha pasión en las cosas que emprendo. No elegí nacer adentro de una carnicería, hice periodismo porque mis padres me dieron la posibilidad, trabajé un tiempo de eso, pero luego mi padre necesitaba a alguien de confianza para ayudar en las empresas, mi profesión no era bien retribuida en su momento y terminé con él con mucho compromiso. No me sale hacer a medias”, reflexionó. Elizabeth intenta que el personal que trabaja con ella se quede con eso: hacer todo de la mejor manera.
Indicó que no le gusta separar por género y que cree en la libertad de cada persona: que hagan lo que quieran hacer en el momento de la vida que les toque. “Ingresé al frigorífico a los 40 años y si me hubiera pasado a los 25, cuando me quedé en los supermercados, posiblemente no podría encarar el frigorífico como ahora”, ejemplificó.
Agregó que las cosas dependen de lo que pueda y quiera hacer cada uno, “te puede pasar que cuando lo querés hacer no puedas, pero entiendo que cada uno con su esfuerzo puede lograrlo y quienes tenemos las posibilidades de desarrollarnos lo decidimos también. Cada mujer puede lograr hacer lo que quiera, este momento de la historia lo permite, antes no era tan factible”.
Elizabethopinó que es válido que alguien quiera dedicarse a ser madre, dejar de lado una carrera, o la oportunidad que surja, “y hay que revalorizar esos lugares, las mujeres somos madres, amas de casa y las familias son las que forman a la sociedad, no es necesario ser empresaria, cualquier madre construye para la sociedad”.
Lucía Bauer, creadora de Grou Agro
Grou Agro: una empresa creada por una ingeniera agrónoma que busca instalar la agronomía regenerativa en suelo uruguayo
Desde chica supo que se iba a vincular a algo del campo y cuando creció se decidió por la agronomía. Siempre le interesó el cambio climático y la adaptación vinculada a la ganadería. Cuando se recibió había pocas opciones, era 2018 y los argentinos que invirtieron en el país se habían ido, por lo que la oferta laboral era baja.
Luego de esperar para conseguir trabajo, decidió emprender y se preguntó qué era lo que le apasionaba del agro: “Me choqué con muchos conceptos que no había en facultad, como la ganadería regenerativa y utilizar el ganado como herramienta para regenerar el suelo, y me metí en el impacto de la producción agropecuaria”, relató a La Mañana.
Explicó que, así como se maneja un lote de ganado por arriba del suelo, se tiene un ganado debajo del suelo, como hongos y bacterias que equivalen al peso de 10 vacas por hectárea, lo que serían unas 7 toneladas de peso por hectárea. “Me sorprendí por el mundo que hay debajo y no vemos, pero que influye directamente en cómo producimos y nos enfrentamos a las crisis”, explicó.
Fue entonces cuando surgió Grou Agro, para ver al campo con otra óptica y entender la importancia de ver el suelo, la planta y, por último, el animal en el esquema productivo y que la rentabilidad estará dada por generar sistemas resilientes. “Esto permite entender el suelo y su estructura, saber si funcionan los ciclos de los minerales, si están presentes las bacterias que disponibilizan los nutrientes”, agregó Lucía.
Explicó que las simbiosis de las plantas con el suelo existen desde hace millones de años, entonces esa sabiduría de las plantas está muy bien aceitada “y tenemos que aprender más para que les brinden a las plantas lo que necesitamos y no agregar de afuera. Es la clave para gastar menos insumos y bajar los costos productivos”.
Las cinco M para un buen resultado
Lucía aseguró que el pastoreo racional y la ganadería regenerativa son de las mejores herramientas en épocas de crisis y son más resilientes que un sistema a base de insumos. “Grou usa una tecnología de procesos, y en Grou se toman las cinco M de Nicole Masters, con un enfoque que es: el manejo de la ganadería regenerativa, la mentalidad, la materia orgánica, los minerales y los microrganismos.
“Entonces no solo el manejo es importante, sino que tiene que estar las otras M para tener un suelo saludable, plantas saludables, animales saludables y personas saludables, porque la salud es una sola”, aseguró.
En estos cinco años, trabajando de esta manera, ha visto muchos cambios en la retención del agua, porque no importa la lluvia, sino la lluvia efectiva, es decir cuánta lluvia captura el suelo, si es poroso y tiene buena estructura puede almacenar agua. “Dentro del esquema de la ganadería regenerativa logramos mejorar la estructura del suelo y retener más agua para que en época de sequías se vea esa ventaja”, explicó.
Lucía dijo tener un gran optimismo en cómo evolucionará el rol de la mujer en el agro, y en toda la visión biológica y regenerativa. Indicó que es lo que se viene y que el impacto ambiental de lo que hacemos tiene peso. “La obsesión por el carbono y su movimiento en el sistema es algo que está muy marcado, en Europa se toma mucho en cuenta, y creo que hay una oportunidad para poder seguir incorporando y adaptar prácticas al Uruguay”.