La lenta, trabajosa recuperación económica del país, que intenta esforzadamente sacar la cabeza del agua turbia de la pandemia, estuvo y está encabezada por la actividad agropecuaria, que en realidad nunca se detuvo, y si bien algunos rubros transcurren por una coyuntura complicada, el sector pisa fuerte y mira lejos, con confianza hacia el futuro.
Parece algo tan obvio que todo el mundo debería coincidir con esa afirmación, pero sin embargo, reiteradamente se escuchan voces de personalidades referentes, formadoras de opinión, que menosprecian la importancia del agro en la economía del país: “mentira, fruto del lobby agropecuario”, se ha llegado a escuchar.
Esta posición tiene entre sus expositores más conspicuos al autor de esa frase, el Ingeniero Juan Grompone, en el programa radial En Perspectiva: “el agro es el 5 % del PBI, los servicios el 60%: punto, lo demás es lobby agropecuario”; afirmó recientemente, repitiendo obstinadamente el mismo concepto desde hace décadas.
Y este discurso no solo hay que atribuirlo a Grompone, aunque mucha gente lo tiene como referente y genera opinión; el mensaje está inserto en las ideas colectivas de la sociedad, aun que solo sirva para ahondar la brecha entre campo y ciudad, sin beneficio para nadie.
Y lo de la fuerza del “lobby agropecuario” parece un chiste: siendo el sector más importante de la economía no consigue siquiera ser oído, por una razón elemental: hay pocos votos en el campo.
Obcecación, y persistencia en el error
Lo curioso es que se le explicado muchas veces a Grompone que está en un error, sin que eso lo mueva un ápice de su posición, fundada en un prejuicio insostenible.
Por ejemplo: el Ing. Agr. Rodolfo Irigoyen ilustró fehacientemente sobre el punto en varios artículos publicados en distintos medios a lo largo de la última década (1). Irigoyen explica que, por la forma que se contabiliza el aporte de cada sector económico en las Cuentas Nacionales, la producción del agro, clasificada dentro del “Sector Primario”, cuando aumenta, hace crecer proporcionalmente más a los sectores que le siguen en la cadena: el sector “Secundario”, o sea la industria, y el “Terciario”, los servicios. Pero si la vaca no se sube a un camión y va para faena en un frigorífico y luego, transformada en carne va al restorán o la carnicería o al barco en un contenedor refrigerado – todas actividades ubicadas en los sectores secundario y terciario -, si la vaca no subió al camión, decía, no hay fletes, no hay frigoríficos, no hay actividad portuaria ni cámaras de frío, ni operadores, intermediarios, ni corambreros, ni funcionarios, nada de nada. Y lo mismo con la leche, con los granos, con la fruta, y con cuanto rubro se analice.
Y así como se puede observar en la salida del establecimiento agropecuario cómo funciona la cadena, también se puede apreciar en la entrada al establecimiento productivo, a los proveedores de insumos, de bienes y de servicios. Así que más correctamente hay que hablar de “cadenas productivas”, y ese encadenamiento de sectores que directamente proveen a las empresas agropecuarias, comercian, o transforman sus productos, representa no menos de 20% y en algunos momentos puede acercarse a un 30 % del PBI, y ocupa un porcentaje algo menor del empleo total.
Pero si se considera su participación en la recaudación de las imprescindibles divisas que el país requiere para realizar las importaciones necesarias (desde petróleo, teléfonos celulares, yerba, y todo lo demás), los productos agropecuarios, con mayor o menor transformación, representan no menos del 75 % de las exportaciones .
Aumenta la productividad
El análisis de Irigoyen profundiza en la incorporación de tecnología en los procesos productivos, que se traduce en significativos aumentos de productividad, sin que necesariamente cambie mayormente el producto: carne vacuna, arroz, grano de soja o de cebada, leche, etc., que sin embargo mejoran su “calidad” a la vez que aumentan sus volúmenes.
Pero producir el doble de leche en algunas décadas, con el mismo número de vacas y en menor superficie y con menos trabajadores supone un salto enorme en la productividad del rubro lechero.
Otro tanto ocurre con algunos rubros vegetales, como la producción de arroz, en la que el país se encuentra en los primeros lugares del mundo en el ranking de productividad por ha de arroz de alta calidad, duplicando sus volúmenes por un aumento sostenido a lo largo de algunas décadas.
O la producción de granos de secano, como la soja, que pasó de prácticamente 0 toneladas a 3 millones en una década.
En la carne vacuna el impacto no es tan visible, pero aumentó la producción y la productividad y sobre todo la calidad del producto (se faenan animales más jóvenes, que dan mejor carne, básicamente), a pesar de que las áreas ganaderas más productivas se redujeron por el avance de la agricultura desde la primera década de este nuevo siglo, y, en cierta medida, por la expansión de la forestación desde mediados de los´90 del siglo pasado.
Y esto ocurre en todos los rubros agropecuarios, denotando un cambio técnico sólido, de largo plazo, que sortea frecuentes crisis financieras, económicas, comerciales, climáticas, de políticas adversas, que en estos avatares ha llevado a la quiebra a gran número de empresas y de productores agropecuarios.
Otra forma de apreciar la magnitud del aporte agropecuario es analizando el derrame de la riqueza en el resto de la economía. En ese sentido, existe un estudio referencial que demuestra que el Producto agropecuario aumenta en forma más que proporcional en forma indirecta en la industria y los servicios asociados, por tener el mayor poder multiplicador de nuestra economía .
Carne vacuna
La carne vacuna como principal rubro productivo de los establecimientos ocupa a la mayor parte de los productores y del territorio nacional. Se trata de un sector que arrastra algunas anclas: es muy heterogéneo, el promedio de los productores es de edad avanzada del (56 años según el Censo Agropecuario de 2011), con un bajo promedio de años de educación formal en comparación con las MiPymes no agropecuarias, entre otros aspectos. Un informe publicado en el Anuario de Opypa 2019, el especialista Emilio Aguirre releva, con base en el censo y en el SNIG, múltiples elementos de esta población y analiza en detalle la productividad de los establecimientos medida en kilos de carne vacuna por ha de pastoreo. En ese trabajo se presenta una conclusión impactante: el estrato 10 % superior de los productores llega a quintuplicar la productividad del estrato inferior. La dispersión de los resultados revela que la heterogeneidad del universo estudiado nos pone frente a una realidad compleja, que no puede describirse con brocha gruesa y obliga a profundizar el análisis y las propuestas que puedan surgir del mismo. La experiencia indica que gran parte de los apoyos oficiales dirigidos a los productores del estrato inferior se diluye sin conseguir impactar significativamente en los resultados lo que impone afinar la puntería.
Un análisis de la productividad de los establecimientos ganaderos muestra que el estrato 10% superior de los productores, llega a quintuplicar la productividad del estrato inferior de los ganaderos.
Potencial
En cuanto al potencial de crecimiento de la ganadería de carne, nadie duda que el sector tiene un largo camino para recorrer y cuenta con las herramientas para hacerlo. En un trabajo referencial presentado en el año 2004, los ingenieros Walter Baethgen y Bernardo Andregnette, en representación de INAC y FUCREA respectivamente, analizaron el tema en profundidad, y se animaron a ponerle un número a la producción que se lograría al final del período, por la implementación de una serie de medidas que se proponían. El stock vacuno podría llegar a 14 millones de cabezas, la producción de carne pasaría de 105 a 164 kilos por ha, la faena treparía hasta las 3,8 millones de cabezas, con una producción de carne en gancho de 882 mil toneladas, todas cifras que se ubican muy por encima de lo que actualmente se logra.
La metodología utilizada por los autores para proyectar el crecimiento partió de bases reales: los resultados del cuartil superior de los productores ganaderos CREA, expandidos a todo el territorio nacional, con varios ajustes tecnológicos y adecuación a las distintas zonas y situaciones, incluidos las eventuales, pero inevitables, crisis climáticas que iban a sobrevenir.
En la síntesis del trabajo, los autores señalan: “Los resultados obtenidos con los sistemas mejorados propuestos revelan un aumento en la producción de carne y faena del orden del 100% en relación al período 1996/97 – 1999/2000. Este importante aumento se lograría fundamentalmente a través de una mejora en la eficiencia de la producción individual…”
Claro que después la historia cambió: la explosión agrícola que expulsó a los ganados de los mejores suelos, los precios de los commodities desbocados (el superciclo de los commodities lo llamaron los economistas), fogoneados por la exacerbación de la demanda china – que como todos los grandes acontecimientos no fue prevista por los gurúes -, la consolidación del avance forestal, la crisis del mercado financiero, los ajustes y desajustes mundiales, que impactaron especialmente en los países vecinos, y al cabo, la caída abrupta de los precios a niveles históricamente más “normales”, que dejó a innumerables empresas colgadas del pincel.
El arsenal de tecnologías de punta, de comunicaciones, genéticas alimentarias, sanitarias, mecánicas, electrónicas, no se ha traducido en mayores crecimientos de la producción de carne
Nuevas tecnologías
No obstante, hay cambios tecnológicos en la ganadería que elevan el potencial del rubro aún más que lo que podía preverse en tiempos de la elaboración de ese trabajo; el principal: la incorporación de la suplementación masiva del ganado con granos y subproductos agrícolas, y el desarrollo de los confinamientos para distintas categorías.
Los avances en los mercados de la carne, los sistemas de comercialización de las categorías de hacienda para el campo, la trazabilidad y certificaciones sanitarias, contribuyen a lubricar las sendas por donde transita la producción.
Y en la base, en todos los terrenos, la adopción bastante generalizada (aunque a veces despareja) de tecnologías de punta, tanto las de comunicaciones, genéticas (en plantas y animales), alimentarias, sanitarias, mecánicas, electrónicas.
En nuestra opinión, ese arsenal de herramientas hoy disponibles, no se ha traducido en mayores crecimientos de la producción de carne por restricciones estructurales (como la heterogeneidad referida, o el dominio hasta hace poco del mercado de haciendas por parte de la industria), pero sobre todo por el contexto económico adverso que ha debido enfrentar el sector desde hace años, con el atraso cambiario, el costo país inabordable, las fallas en el financiamiento, entre otros obstáculos.
Colofón: nos fuimos por las ramas siempre frondosas de un tema apasionante, como es la importancia del agro en la economía y la vida nacional. Volvemos al inicio: el desconocimiento del papel relevante de la actividad productiva, la ignorancia, sobre todo cuando es deliberada (no hay peor sordo que el que no quiere oír), expuesta para peor con una soberbia despreciativa, profundiza las cárcavas que separan al agro y a la ciudad, al interior del país con la capital, fomenta la inútil división y nos hace retroceder a todos.
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