La visión valiente e innovadora que sus impulsores tuvieron hace bastante más de cien años sigue marcando el espíritu de una Expo Prado que no deja de sorprender.
Con setiembre la actividad productiva de nuestro país toma un brillo especial. No es algo fácil de describir, es de esos fenómenos imponderables que sin embargo sí son fáciles de entender, porque lo vemos en los demás, en la naturaleza, y lo sentimos en nosotros mismos.
Atrás quedan los fríos del invierno con sus inclemencias que se manifiestan en diferentes sentidos, y la naturaleza comienza a dar otro tipo de señales. Hasta la sicología humana recibe el aire primaveral de una forma diferente.
Para el campo todas esas sensaciones se resumen en la Expo Prado, una exposición pensada y creada para poner en el centro de atención al Uruguay productivo, acercándolo a las familias y la gente de la ciudad muchas veces ajena a la principal actividad económica del país.
Así lo cuenta la Asociación Rural del Uruguay (ARU) en la web Rural del Prado: “El entusiasmo de (Domingo) Ordoñana y sus compañeros de Directiva logro por fin materializar la primera exposición nacional. En junio 1883, se resolvió llevarla a cabo”.
“Emiliano Ponce de León, expresidente de la Rural, cedió un vasto solar frente a la plaza Artola (hoy de los Treinta y Tres Orientales), donde se levantaron un amplio pabellón y varios galpones divididos en boxes”, y en los “nueve días que se mantuvo abierta numeroso público montevideano se acercó, acaso por primera vez, a las realidades del país productivo. Así se estaba inaugurando lo que sería un paseo tradicional hasta hoy”.
Desde entonces a la fecha la organización de la exposición ha tenido cambios muy importantes, quizá el primero y el de mayor tamaño fue en 1913, cuando tiene lugar la primera Exposición Internacional de Ganadería, Muestra Internacional Agroindustrial y Comercial, que a partir de entonces se realiza anualmente en el predio del Prado, y que todos hemos bautizado como Expo Prado.
Y de 1883 llegamos a 2024, en un mundo totalmente cambiado: la producción, la tecnología, las condiciones de trabajo, los mercados, nada es como antes, y aunque fueron muy visionarios, Ordoñana ni ninguno de quienes idearon e impulsaron la Asociación y luego la exposición, ninguno de ellos jamás imaginó que llegaríamos hasta donde hoy estamos, como ninguno de nosotros puede saber -quizás sólo imaginar- qué tipo de producción realizarán las próximas tres o cuatro generaciones. Sin embargo, lo importante fue y es que aquellos pioneros tuvieran el valor de dar los pasos iniciales sin los cuales nunca hubiéramos llegado a este presente.
Así visto es que se entiende cómo el ser humano en su fragilidad puede, con sus acciones, marcar el camino que conducirá a futuros mejores que otros verán muchos años después.
Lo que nos trajo hasta aquí fue la fuerza de aquellos liderazgos bien llevados, y la sabiduría de los estadistas bien aplicada. Seguramente con ese espíritu es que el viernes la Expo Prado abre sus puertas una vez más, afirmando sus raíces y proyectándose a lo que vendrá, en una permanente evolucionar sin dejar de ser lo siempre fue.
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