Se inicia otra edición de la Rural del Prado, la 114ª. Estas palabras generan gran entusiasmo en el ambiente de las cabañas y en sus numerosas ramas y raíces, industrias, comercios, empresas de servicios, y en todo tipo de gentes variadas, paisanos o citadinos de todas las figuras.
La Rural es, al igual que las similares de todas partes del mundo, una multitudinaria fiesta de la ciudad, desarrollada en torno a un cerno magnífico de la agropecuaria, con la exhibición de los más hermosos reproductores de todas las especies animales productivas. El perfil urbano ha ido acentuándose, pero todavía sigue siendo esencialmente una exposición del agro, con un núcleo ganadero.
Tal como ayer, los toros, las vacas, los carneros y las ovejas, y los hermosos equinos, son las estrellas de la fiesta; sin menospreciar la muestra de otros animales productivos: cabras, cerdos, aves, conejos, los animales de granja, que para todos hay un rincón.
El mismo tiempo que una competencia entre cabañas, el Prado es un lugar de encuentro, un ámbito en el que se intercambian visiones, experiencias, conocimientos, novedades, entre los distintos actores del agro, técnicos, analistas, comerciantes, proveedores de servicios, que van detectando y definiendo las grandes líneas que sigue y habrá de seguir la producción en cada rubro. En estos días se realizan también conferencias de alto nivel sobre aspectos técnicos o del contexto macroeconómico, tan turbulento en estos días.
Es, además, un gran centro informal de negocios, pequeños, y eventualmente también grandes.
Pero lo más importante tal vez sea la tribuna de amplia repercusión en la que se exponen los problemas coyunturales, las aspiraciones y las propuestas del sector agropecuario, mediante el discurso del presidente de
la ARU, en contrapunto con la voz del gobierno de turno, que suele ser la del ministro del ramo, aunque ocasionalmente puede ser la del presidente.
Los nuevos rubros
La tradición uruguaya está asentada en la ganadería de vacas y ovejas, pero en los tiempos recientes se ha desarrollado con gran vigor la agricultura, la producción de granos de secano. Un millón y medio de hectáreas de los mejores suelos se volcaron en los últimos 15 años a esquemas prioritariamente agrícolas. El impulso agrícola aportó al Prado la exhibición de equipamientos, maquinaria y herramientas de última generación, con la presencia de empresas proveedoras y técnicos especializados
Otro tanto puede decirse de la forestación, que en un proceso de 30 años ha cambiado el paisaje y la producción del país. Los productos forestales compiten con el rubro cárnico y con el agrícola, alternando en el podio de los principales rubros de exportación.
La nueva forestación incorporó un millón de hectáreas plantadas con árboles cada vez más productivos.
El Prado no es, claro, el centro de las muestras agrícola ni forestal, que tienen otras instancias más específicas para exhibir sus novedades, pero sí da noticia de su desarrollo reciente y de su importancia en el nuevo esqueleto productivo del país.
Sobre la genética
El Prado no es estrictamente un centro evaluador de genética animal. En este tipo de exposiciones se evalúan los reproductores según su apariencia, que no necesariamente responde a factores productivos que se trasmitan a sus descendientes. Por eso, la ciencia ha ido incorporando elementos tecnológicos que apuntalan a los jurados, mediante mediciones objetivas de caracteres productivos que se ponderan de acuerdo al grado de heredabilidad y repetitividad que tengan, verbigracia, entre muchos otros: los datos de área de ojo de bife, la circunferencia escrotal de los toros, o el EPD.
Más recientemente, un nuevo elemento tecnológico se ha agregado a las herramientas de evaluación de los reproductores: la genómica. Mediante el estudio de marcadores genéticos es posible anticipar caracteres de interés productivo y de alta heredabilidad, como puede ser la eficiencia de conversión del alimento a peso vivo, algo totalmente individual y alta variación, que no puede apreciarse a simple vista.
Coyuntura favorable
La expectativa es que las ventas de toros en remates de cabañas y exposiciones este año alcancen precios muy superiores a los años anteriores, que estuvieron entre los US$ 2.600 y 2.800 los de las razas predominantes, Hereford y Angus, que hoy domina el escenario.
Así lo auguran los valores que hoy logran las categorías de hacienda relacionadas: terneros y novillos, particularmente. Los terneros se cotizan a un promedio de US$ 2,40 o 2,50 el kilo en pie, entre 15 y 20 % por encima del año pasado. Los novillos gordos se pagan en el entorno de los US$ 4,05 el kilo en 4ª balanza, o sea algo más de 1.000 dólares por cabeza, un 15 % más que un año atrás.
Sobre el comercio
El Prado tampoco es el mejor lugar para vender reproductores, porque está algo distante de la estación de cría. Los ovinos están todavía más lejos del momento de servicio.
Sin embargo, algunos animales se venden, muchas veces logran los precios máximos de la temporada; suelen ser padres de cabaña, que habrán de reproducirse en planteles, no en rodeos generales.
Los animales que se exponen compiten por trofeos que prestigian las cabañas respectivas, lo que tiene una expresión comercial en las ventas que estas realicen más adelante.
Las ventas en el Prado sirven, cuando menos, para dar una idea de cómo se presenta el mercado en la zafra inminente: pocas semanas después ya se realizan los primeros remates, con el clásico de Kiyú dando la pauta de lo que vendrá. Son toros Hereford, pero marcan la pauta para todas las razas.
Orientación productiva
El Prado cumple entonces un papel fundamental en definir las orientaciones comerciales del momento y anticipar las venideras.
El tipo de animal que se busca, el más adecuado a las condiciones de producción, atendiendo a si la alimentación se va a llevar a cabo mediante pastoreo de campo natural, o si va a ser sobre praderas artificiales, o en corrales de encierro o en sistemas mixtos, que combinen todas las opciones.
El clima, el tipo de suelo, las pestes y parásitos del entorno, la geografía, la presencia o ausencia de forestación, entre muchos otros factores, condicionan o determinan las características a buscar en los animales productivos.
Asimismo, el producto que se quiere lograr orienta sobre el tipo de animal a buscar: el tamaño, la complexión, las características de la carne y la grasa que proporciona tiene que ver con las razas que se explotan y las líneas dentro de las mismas.
Viejas y nuevas ideas
Hace medio siglo, en el tiempo de La Mañana, el agro estaba en el centro de la vida nacional; por entonces cundían las discusiones sobre la extensión que debían tener los establecimientos, se proponían reformas agrarias más o menos radicales, y tenía un rol predominante la visión estructuralista que provenía de la Cepal, siguiendo el pensamiento del economista argentino Raúl Prebisch, quien había sido su ex Secretario Ejecutivo.
La Mañana, en cambio, encarnaba una línea de pensamiento opuesta, que centraba su análisis en el funcionamiento de las empresas en el mercado.
Por aquel entonces, la producción agropecuaria se centraba básicamente en la ganadería, y el mundo cárnico era muy distinto del actual. La producción ganadera se desarrollaba casi exclusivamente con un modelo pastoril, extensivo en área, muchas hectáreas, baja carga, modesta productividad del rodeo. Una idea que llegaba a ser predominante en esos tiempos, adjudicaba la baja productividad al sistema de tenencia de la tierra, que generaba dos figuras opuestas pero igualmente nocivas para el desarrollo: el latifundio improductivo, y su contracara, el minifundio inviable, que solo producía para consumo de sus titulares. El latifundista supuestamente no tenía interés en aumentar la producción, porque tenía ingresos suficientes para mantener un nivel de vida dispendioso, mientras la falta de escala condenaba al minifundista irremisiblemente a la pobreza.
Esa visión de un mundo agrario precapitalista, con lógicas medievales, no se sostuvo, no explicó nunca las verdaderas razones del estancamiento productivo. Lo cierto es que el sistema de producción ganadera basado en la explotación de baja intensidad sobre grandes extensiones de tierra, era la respuesta racional a las condiciones reinantes. La acumulación de la mayor área posible era la estrategia lógica, propia de la más pura racionalidad capitalista, en la búsqueda de mayor renta.
Las políticas impositivas no acertaban: gravaban lo más posible a la tierra, para forzar al aumento de producción al estimular a los productores a incrementar la inversión por hectárea para diluir el impuesto en los mayores volúmenes a obtener. En un inmenso esfuerzo técnico se estimó una productividad media de carne y lana por hectárea: el CONEAT 100, a partir de lo cual se establece un índice que identifica cada padrón productivo del territorio desde 1973. Al imponer gravámenes progresivos de acuerdo al índice presunto de productividad, se provocaba una baja en el precio de la tierra, y al abaratarla se estimulaba su concentración en menos tenedores: el modelo resultante, cada vez más “extensivo”, no respondía a las intenciones de los impulsores de la política.
Mucha agua ha pasado bajo los puentes. Los diagnósticos y propuestas estructuralistas han quedado atrás: la historia ha saldado la discusión. Hoy se admite sin discusión que la clave está en la empresa, en los resultados económicos que logre con su accionar, y no en el área que acumule, y menos en la nacionalidad de su tenedor, aunque persisten discusiones sobre la forma jurídica de la propiedad y de la explotación, con la prohibición de las sociedades anónimas al portador, así como las importantes excepciones que se establecen.
La carne y sus instituciones
Por esas fechas también se crea un instituto que habría de cumplir un papel importante, que continúa y se acrecienta en nuestros días. El INAC, Instituto Nacional de Carnes. En 1967 se crea INAC y en 1969, CADA, la Comisión Administradora del Abasto, que se fusionan en 1984, para conformar el actual INAC.
¡Cuánto cambió el escenario desde entonces! En aquellos tiempos actuaba el Frigorífico Nacional, que tenía el monopolio del abasto de Montevideo, y las regulaciones y prohibiciones se superponían unas a otras, trabando cualquier intento de desarrollo. Se daban periódicamente situaciones ridículas, como la prohibición de faenar algunas categorías, o la máxima: el establecimiento de fronteras internas para la comercialización de carne.
Los inspectores de CADA revisaban el bolso de las vecinas y decomisaban la carne que habían comprado en Paso Carrasco, o en Las Piedras; algunos audaces contraventores hicieron fortunas “contrabandeando” carne, montados en vehículos como tanques y a los tiros con la policía en las madrugadas, por los barrios montevideanos.
Afortunadamente, esos dislates quedaron atrás, y hoy el complejo cárnico uruguayo funciona con una lógica de mercado, las empresas en todos los eslabones de la cadena, actúan libremente y la carne uruguaya de calidad certificada llega a todos los países del mundo.
Hoy Uruguay es un actor importante en el mundo de la carne, a lo largo de toda la cadena de producción, desde el campo hasta el puerto, la góndola, o el plato en la mesa del hogar o del restorán. La trazabilidad de los procesos, la seriedad de las empresas y de los controles sanitarios, aseguran la calidad e inocuidad de los productos, imprescindibles en el comercio de alimentos.
Un papel relevante en este terreno lo ejerce el INAC, que entre sus muchas funciones, cumple una esencial de promoción de la carne en el exterior, ayudando en la apertura y conquista de nuevos mercados, actuando con profesionalismo y un nivel técnico relevante en el diseño de políticas sectoriales.