De aquella exposición de 2012 ha habido muchos cambios y el futuro nos depara otros más profundos, dijo el ingeniero José Bonica.
Del 12 al 15 de abril de 2012 se realizó la primera edición de Expo Melilla. Desde entonces el agro ha evolucionado permanentemente y hasta la decimotercera edición, que tuvo lugar este año del 11 al 14 de abril, la exposición ha acompañado esos cambios y ayudado a concretarlos.
Hubo que revolver en la memoria y en los viejos archivos guardados en cajas empolvadas para encontrar algún apunte de lo que entonces fueron las palabras de sus gestores cuando presentaron aquella primera edición, iniciando un camino que ya quedó instaurado con un futuro prometedor.
“Es el inicio de algo novedoso, motivado por la necesidad de la incorporación de tecnología para dar más competitividad a nuestros productos. Se busca aumentar las vías de comunicación entre quienes proveen tecnología y los que producen para atender las necesidades de la población”, dijo entonces el ingeniero agrónomo José Bonica, quien ocupaba la presidencia de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), institución organizadora.
También destacó las “las profundas raíces rurales de Montevideo”, un departamento muy vinculado a lo urbano, pero cuya producción granjera es fundamental para la seguridad alimentaria del país.
Actualmente Bonica es presidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), una institución que acompaña la exposición de Melilla desde el primer momento, entre tantas otras que aún hoy siguen haciéndolo mientras se van sumando otras que no quieren quedar afuera. Con él dialogó La Mañana para retrotraernos a aquel 2012 y tratar de proyectar la exposición de los próximos cinco o diez años.
¿Es buen negocio innovar?
Descendiente de italianos por parte de padre y escocese por parte de madre, toda la vida de Bonica ha estado vinculada al campo. Su experiencia de vida como productor, dirigente gremial y ahora encabezando una de las instituciones de investigación más importante que tiene Uruguay lo ha llevado a ver la evolución que el sector ha tenido: “Antes, trabajar en el campo era estar en el campo, pero eso ya no es suficiente. Hay que capacitarse porque hoy estamos trabajando con genómica, inteligencia artificial, modelos que nos permiten tomar mejores decisiones. Es brutal el cambio que hay y no imaginamos cómo va a ser el cambio de aquí en más. Y por eso debemos capacitarnos como productores y como país, sumando esfuerzos en investigar e innovar. No hacerlo, quedarse quieto, equivale a ir para atrás”, expresó.
Corea del Sur “dedica el cinco por ciento a la innovación” y el resultado logrado se ve con contrastar “cómo estaba durante la guerra (1950-1953) y cómo está ahora, luego de un proceso de innovaciones, no solo en el agro sino en general. La pregunta que debemos hacernos es si es buen negocio innovar”.
Cuando se realiza una exposición como Expo Melilla y uno la recorre, “ve que hay mucha investigación”, muy relacionada a la innovación, ya sea “en genética vegetal, animal, en maquinaria y todo tipo de tecnologías que ayudan en una mayor y mejor producción”.
“Este es un lugar para mostrar cosas y, como todo, empezó muy despacito, pero se va acelerando. Las empresas que estuvieron presentes en aquella primera edición siguen hoy y hay muchas otras que se fueron sumando”, detalló.
“El primer año de la exposición en Melilla no fue un éxito económico -recordó Bonica–, pero quedó claro que esto iba a funcionar, que iba a ser demandado por el público y que también sería un medio para que las empresas pudieran mostrar sus productos. Eso sucedió y año a año el crecimiento es exponencial”.
Reflejo de lo que se está viendo en el país
Consultado sobre el papel de la Expo Melilla frente a otras exposiciones que se realizan en el país, en diferentes departamentos y organizadas por distintas instituciones, el expresidente de ARU dijo que “en el primer momento se plantearon dudas sobre el papel de la exposición, pero no hay una competencia con otras, sino que se potencian”. Con el tiempo transcurrido lo que se ve es que “todas las exposiciones, cada una con su naturaleza y razón de ser, todas han crecido”.
Ese crecimiento se explica porque “Uruguay, en términos de producción agropecuaria, está creciendo. No hay un único motivo, pero el sector se está desarrollando y las exposiciones juegan un rol en ese sentido”, confirmándose “el potencial que en ARU le veíamos cuando comenzamos el camino”. Que no fue solo la ARU, “también lo vieron los expositores y el público lo confirmó. Obviamente que algunos expositores tuvieron dudas, por eso al comienzo fueron pocos en términos relativos, pero la confianza sigue creciendo”.
La exposición refleja los cambios que se están viendo en el país, incluso en momentos de dificultad. Si hay que mencionar algo positivo de la pandemia “es que tuvimos que salir a vencer los desafíos que generó”, y visto en perspectiva vemos que “nos cambió las estrategias de riesgo: estamos dispuestos a ir por más. En aquel momento tuvimos que tomar decisiones rápido y no nos fue mal, y ahora nos animamos a tomar decisiones más rápidas y antes. Eso es un cambio de cabeza”, observó.
Lo que hacemos lo hacemos para los que vendrán
Para un país “con una evolución de menor desempleo y mayor poder adquisitivo, que además basa su economía en la agropecuaria, es un desafío mantener a la gente mirando al campo. En otras palabras: el recambio generacional debe estar presente en estas actividades, porque “está bueno lo que hacemos hoy, pero también lo hacemos por otros, para que sigan estando en la actividad”.
Es “obvio que las generaciones que vengan van a incorporar nuevas tecnologías y que trabajarán de una manera totalmente distinta a lo que se hizo antes, debemos prestar atención a esa evolución y las exposiciones juegan ese rol, para los que están vinculados al campo que ven cosas nuevas, pero también los que no están vinculados. Por eso estas exposiciones en Montevideo son una opción para que la gente pueda mirar observar, conocer, y luego cada uno toma su rumbo sin preconceptos o prejuicios”.
Además, “las explosiones en general permiten mostrar la imagen del país entre los conciudadanos, pero también a gente de afuera. Son una manera de mandar mensajes y dar una imagen”, porque en cada evento de esta naturaleza que se realiza, siempre nos visitan extranjeros de la región o de países más lejanos como Australia, cosa que pasó este año.
La Expo Melilla del futuro
Es un ejercicio difícil, pero La Mañana quiso desafiar al ingeniero Bonica preguntándole cómo imagina Expo Melilla en unos años, considerando el avance y lo vertiginoso de los cambios en todas las tecnologías.
“Hay dos aspectos. Por un lado, desde la tecnología vamos a poder viajar a donde queramos, no que nos muestren un video sino ir a ver lo que queremos ver, vamos a poder entrar a INIA Treinta y Tres y luego mirar qué se hace en Tacuarembó. Con los dispositivos adecuados, la tecnología nos va a dar ese servicio”, vaticinó con convicción.
Pero también “seguimos valorando mucho el vernos las caras, estar con un viejo amigo, conocer alguien nuevo, ver como otras personas interactúan entre ellas. Eso también lo seguimos valorando y las exposiciones cumplen con eso”.
“Son dos visiones contradictorias, y no sé si una primará sobre las otras, o tal vez haya alguna sinergia por la cual nos podamos encontrar en un lugar y cada tanto salir de la charla y hacer ese viaje a través de la tecnología para mirar otras cosas, que no van a ser los estands” como los conocemos ahora.
De cualquier forma que sea, “lo seguro es que cambios va a haber, no sé cuáles ni cuándo llegarán, pero van a ser en ese sentido”, concluyó.
Los desafíos de INIA
En su calidad de presidente del INIA, Jorge Bonica fue consultado sobre los desafíos no coyunturales sino de fondo que tiene esa institución.
“Los desafíos son producir más y mejor. Eso se logra respetando lo que heredamos de nuestros abuelos y conservando el planeta. Pero también decirle a los demás lo que estamos haciendo”, contestó, porque el europeo que va a comprar un kilo de carne “quiere saber que esa carne se produjo en un área donde no se deforestó, y quiere conocer la historia de cómo se produjo”.
Cumplir con esa exigencia de los consumidores “implica estrategias de promoción, no la promoción del bombo, sino de que el consumidor pueda decir ‘qué bueno que estoy comiendo esta carne’, pero para eso debemos informar, contar cómo producimos”.
“Cada vez que un extranjero llega a Uruguay se lleva una imagen mejor de la que tenía antes y eso puede ser algo malo, porque significa que todavía no les estamos contando todo lo que deberíamos. Capaz que deberían tener una correcta imagen inicial a priori y que no mejorara tanto cuando nos visitan”, planteó.
Aunque “a distintos niveles, todos los que viven la experiencia uruguaya se sienten muy reconfortados, y eso tenemos que juntarlo con nuestros productos para que prefieran las carnes nuestras y no de otros, porque tenemos cosas muy serias en lo jurídico, la institucionalidad, la trazabilidad, la salud única de animales, plantas y personas a la vez”.
Nada de esto es coyuntural, “todo es a largo plazo y depende de nuestra actitud, haciendo de cada problema o desafío una oportunidad”.
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