La implementación de sistemas de riego ha tenido un bajo nivel de adopción en Uruguay a diferencia de otros paquetes tecnológicos como la siembra directa, las praderas artificiales, la suplementación animal y el engorde a corral, que han liderado este nuevo paradigma en la producción agropecuaria desde principios de siglo.
Analizar las causas de la baja inversión en sistemas de riego podría contribuir en el diseño de políticas de promoción de esta tecnología que permitan revolucionar el sector agropecuario como lo hizo en su momento la ley forestal. Ello podría fomentar la inversión, multiplicar la producción agropecuaria y, por qué no, viabilizar la producción de pequeña escala que ha visto en su deterioro la mayor pérdida de capital humano y concentración de la tenencia de tierra que tengamos registro.
Embarcarnos en un análisis sobre la adopción de tecnología en el sector agropecuario nos permite hacer una primera parada en un antecedente que nos enorgullece citar, como es El Proceso Económico del Uruguay (PEU) por Raúl Trajtenberg, entre otros. En la década del sesenta, contrario a las teorías vigentes de la época, los autores demostraron cómo el estancamiento económico que atravesaba Uruguay y el bajo nivel de inversión de los ganaderos (expresado principalmente como la implementación de pasturas artificiales) no se debía a un conservadurismo político que los ganaderos extrapolaban a su actividad agropecuaria. Por el contrario, el PEU justificaba que los ganaderos eran actores racionales que respondían a estímulos económicos y no adoptaban la tecnología debido a que no resultaba rentable y la tasa de ganancia se reducía al implementar dicho paquete tecnológico.
En segundo lugar, los autores demostraron que los importantes excedentes que captaban los ganaderos ante una producción estancada y sin estímulos materiales para la inversión, tendrían otros destinos como seguir expandiendo el tamaño de los establecimientos, ya que resultaba más rentable que invertir en los paquetes tecnológicos disponibles. Ello contribuyó a comprender la estructura de la propiedad de la tierra, siendo que no respondía a un resabio colonial, sino a la dinámica de acumulación de capital producto de la ausencia de estímulos para la inversión.
Este paradigma de producción y el estancamiento económico que los autores señalaban no se modificó realmente sino hasta el boom de la soja de principio de siglo, que vino acompañado por un considerable aumento del precio de la tierra y la adopción de la siembra directa. Esta última no solo viabilizó un paquete tecnológico de pasturas de alta productividad (al cual se le incorporó un interesante desarrollo biotecnológico y generación de conocimiento a nivel nacional), sino que permitió el desarrollo de rotaciones agrícolas de forma sustentable. El uso de la soja transgénica como cabeza de rotación y el control de malezas por medio del uso de herbicidas resultó en un factor determinante para una efectiva limpieza de las chacras. Ello permitió aumentar la productividad y reducir el costo de producción de granos, con lo cual se estableció un flujo exportador (principalmente a China) y se viabilizó un importante proceso de intensificación ganadera vía suplementación animal.
Ahora bien, si los productores responden a los estímulos económicos, ¿Por qué la adopción de riego no ha acompañado el dinamismo de otros paquetes tecnológicos? Nuevamente vale la pena preguntarse, ¿existe racionalidad en la toma de decisiones de los productores o existen fallas a nivel de los estímulos que han rezagado las inversiones en riego?
A priori los números evaluados por algunas experiencias privadas (aportados por Regadores Unidos del Uruguay) son muy positivas. Los sistemas de riego han demostrado tener la capacidad de duplicar el producto bruto y aportar mayor estabilidad (reduciendo a la mitad la variabilidad productiva). A pesar de esta potente combinación, los sistemas de riego (excluyendo arroz) no han logrado superar las 30 mil hectáreas en todo el país, siendo que existe al menos la posibilidad de multiplicar por 8 el área actualmente regada.
El primer y más evidente obstáculo que identificamos para la inversión en riego es el costo, que puede alcanzar los US$ 3000-3500/ha y es, en términos relativos, prácticamente igual al valor de una hectárea promedio en Uruguay. Si bien el monto de la inversión y el plazo de la amortización son considerables, no necesariamente superan los montos para adquirir algunos equipos agrícolas o la propia inversión forestal.
A diferencia de la situación analizada por el PEU, en la actualidad los elevados precios de la tierra y los positivos estímulos económicos a la inversión centran las decisiones entre los diferentes paquetes tecnológicos. Aparentemente, vemos que el aumento de la producción, pero en especial la estabilidad productiva que ofrece el riego, no ha pesado lo suficiente en el proceso de toma de decisiones para promover esta tecnología por sobre otras. Este no es el caso de algunos fondos institucionales que, habiendo invertido en proyectos agropecuarios en Uruguay, han adoptado sistemas de riego como principal instrumento de gestión de riesgo. Ello debe hacernos reflexionar en el diseño de mecanismos de financiación de proyectos de riego, que amparados en una mayor estabilidad productiva (menor riesgo crediticio), permitan al sector financiero jugar un rol más activo, facilitando el acceso a crédito de más largo plazo.
El régimen hídrico de Uruguay (isohigro) presenta un registro de aproximadamente 1200 mm distribuidos a lo largo de todo el año. Si bien el caudal de lluvias resulta adecuado para la producción de secano, su distribución heterogénea y la ausencia de estaciones marcadamente secas pueden haber desestimulado la investigación y la implementación de sistemas de riego a nivel privado. Basta remarcar que la carrera de ingeniero agrónomo no tiene materias ni cátedras que exploren adecuadamente los diferentes sistemas de riego. Es aún más cuestionable que otras instituciones con importantes fondos para investigación como INIA apenas dediquen recursos para investigar en riego.
Lo cierto es que la intensificación en los sistemas de producción y en especial el importante aumento de los costos, han puesto en evidencia la necesidad de ajustar factores como el agua, que otrora quedaban sujetos al azar. Si bien las altas temperaturas estivales, donde se pueden acumular semanas sin lluvias, son suficientes para causar enormes daños económicos, el diferencial que ofrece el riego no recae únicamente en solucionar el déficit hídrico en el verano, sino que es un partido que se juega todo el año, siendo contundentes los beneficios económicos de su implementación.
Una de las razones que viabilizan las inversiones en sistemas de riego es el explícito apoyo económico por medio de la Comap. Si bien a priori el sistema no hace distinciones para su aplicación, este tema ha sido motivo de reivindicación de movimientos como Un Solo Uruguay. En la práctica existen enormes diferencias en el acceso a beneficios fiscales producto de la escala, donde no todos son capaces de licuar las inversiones realizadas en las exoneraciones impositivas que ofrece el gobierno.
Finalmente, una de las principales limitantes para la implementación de sistemas de riego han sido los costos energéticos. A pesar del gran proceso de reconversión energética que llevó a cabo Uruguay en los últimos años, aún existe una clara necesidad por parte de UTE de estar a la altura en costo y servicios, que pueda apoyar un importante proceso de inversión e innovación en la producción agropecuaria. Actualmente, los excedentes de energía son comercializados a nuestros vecinos a precios de oferta mientras las empresas uruguayas deben pagar los precios energéticos más altos de la región.
En definitiva, parecen existir algunas limitantes a nivel de los estímulos que, sumados a la ausencia de una academia inquieta y un régimen hídrico generoso, han conspirado con la promoción de una cultura de riego en el Uruguay. A veces parece necesario desempolvar algunos viejos libros de economía para darnos cuenta de la excelente oportunidad que tenemos por delante. A diferencia del estancamiento analizado por el PEU en los 60´s, Uruguay se encuentra atravesando un ciclo económico virtuoso dominado por altos precios de los commodities, donde los estímulos para la inversión y el elevado efecto de derrame que ofrece el sector agropecuario, presentan una oportunidad inigualable para llevar a cabo una verdadera revolución productiva.
*Guillermo Trajtenberg. Ingeniero agrónomo, MsC en Agronegocios
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