En las charlas que ha participado convocado por distintas instituciones rurales, el De Barbieri pudo observar que la pandemia no golpeó tanto a los productores como sí lo hizo la sequía, que además de los económicos también causó problemas emocionales.
“Mi familia no se dedica a la producción, mi padre nunca tuvo campo, pero sí trabajó como rematador, profesión de la que se jubiló y el que remata ahora es mi hermano”, dijo a La Mañana el reconocido psicólogo, escritor y conferencista Alejandro De Barbieri al ser consultado sobre su vínculo con el medio rural.
La interrogante surgió porque el año pasado y el actual, De Barbieri visitó varias localidades del interior en un ciclo de charlas, algunas impulsadas por el Instituto Plan Agropecuario y otras por Conaprole, instituciones que por sus características tienen la capacidad de llegar a los puntos más rurales de país, y que entendieron la importancia de brindar charlas a los productores y familias en un marco de incertidumbre generado por los problemas climáticos, principalmente la sequía. La iniciativa fue totalmente novedosa para nuestro país y seguramente estableció un punto de arranque para el futuro.
La salud mental y la resiliencia de los trabajadores rurales parece estar ya en la agenda de algunas instituciones del rubro, que despojadas de todo prejuicio y observadoras de lo que está pasando acuden a profesionales con experiencia para buscar soluciones y ofrecer válvulas de salida.
“Siempre estoy dando charlas, voy al interior con mucha frecuencia y a veces tres veces por semana” visitando localidades de todos los tamaños, en empresas u organizaciones empresariales; con abordajes sobre temas como liderazgo, motivación, salud mental, dijo el entrevistado.
Generar espacios de conversación
La primera institución en llamar a De Barbieri fue el Plan Agropecuario, posteriormente Conaprole organizó una serie de charlas en localidades del interior vinculadas a la lechería y con mucho peso en la producción tambera.
Dijo que la actividad de la cooperativa “empezó cuando aún estaba la sequía, pero luego la situación fue mejorando”, y lo que el profesional rescató es la importancia que tiene el generar un espacio para juntarse a hablar sobre lo que nos está sucediendo y que no necesariamente pasa porque empiece a llover o deje de hacerlo.
“No hay forma de que alguien pueda asegurar a un productor que va a llover o no, sino ver con ellos qué es lo que se puede controlar y qué no, y tomando lo que sí podemos controlar favorecer la salud mental” de las personas.
En esas charlas de Conaprole hubo varios productores que narraron delante de sus colegas, familiares y de toda la gente que asistía, sus experiencias personales: “Contaron que habían tenido depresión e incluso ideas de suicidio, y que pudieron salir adelante gracias a sus familias y el apoyo psicológico”, y esas participaciones dan la posibilidad de “trabajar la resiliencia y la actitud”.
Lo bueno de esto es que la gente ve que el apoyo psicológico es fundamental para las personas, para las familias, para las empresas y para las organizaciones”, algo que es nuevo en el comportamiento de las personas y las instituciones. “Tengo 30 años de psicólogo y nunca como en los últimos dos años me han pedido tantas charlas sobre salud mental”, subrayó.
Observando los últimos años, lo que De Barbieri ve es que “por un lado la pandemia legitimó la importancia de la salud mental y de las emociones y al hacerlo también legitimó el trabajo de los psicólogos”. Esa legitimación nos pone frente a dos dificultades, “una que los psicólogos están desbordados, y la otra es que no todos pueden pagarlos y si van a Salud Pública hay que esperar meses” y por eso “es bueno que una empresa reúna a sus empleados para participar de una charla, porque ahí habrá muchos que de otra forma no tendrían acceso a los temas de psicología”.
Recordó que muchos de los asistentes a las charlas dijeron que “en la pandemia no habían pasado tan mal”, porque “mientras los que vivimos en la ciudad debimos tener otros cuidados, los que trabajan en el campo o el medio rural pudieron seguir viviendo de la misma manera”.
En resumen, “la pandemia no les impactó tanto, pero sí la sequía que vivió todo el país y las lluvias que vinieron después, eso fue lo que decían los tamberos y yo lo aprendí con ellos”.
La salud mental está en la agenda
Otro aspecto destacado por De Barbieri fue que los problemas relacionados con la salud mental “no son de ahora”. Lo que sí es de ahora es que “se está tomando conciencia” de algo que ya era grave: “Uruguay tiene diez intentos de suicidio por día y cada cien suicidios 75 son varones. No depende de un gobierno, no depende cómo le vaya a la selección o al quipo que a cada uno le guste, sino que es un tema que tiene que ver con nuestra cultura”.
Lo que sí está pasando es que “el tema salud mental ahora está en la agenda, todos hablan de eso y eso está bueno porque favorece a que se haga prevención, que en los diferentes ámbitos de acción humana se hable del tema”.
En el medio rural, “ahora me han pedido que dé charlas específicas sobre el tema, y ese es un cambio que parece ser bastante original”, explicó, e hizo referencia a que un directivo de Conaprole le comentó que “las charlas son muy efectivas porque la gente necesita hablar, necesita espacios de encuentro, además de que dan herramientas de salud mental”.
Lo que pasa muchas veces es que las empresas o en este caso la cooperativa Conaprole, cuando reúnen a sus empleados o socio cooperarios, muchas veces lo hacen con fines de capacitación o en base a temas técnicos. Sin embargo, los encuentros que De Barbieri lidera “son de perfil emocional y afectivo, y esa es la novedad también para los asisten, y ojalá se continúe en ese camino”, porque la sociedad da señales de que hay problemas, no solo por la acción extrema del suicido o el intento, sino “porque somos el segundo país en consumo de whisky después de Francia; por algo tenemos la depresión que hay acá. Somos un país muy negativo y hay mucha cosa que debemos cambiar”.
La prevención requiere de “la educación socioemocional, que es dar herramientas y no esperar a que la gente se enferme o pase por una crisis”; y “es importante señalar que en los departamentos donde hay más suicidios también hay falta de espacios para los más jóvenes: la falta de espacio para estudiar, no poder terminar los estudios; puede haber pocas actividades en las que involucrarse como en la política, un cuadro de fútbol, integrar una iglesia u organizaciones social. El resultado es gente muy sola para todo y también para dirimir sus problemas”.
“Por el contrario, quien forma parte de alguna de esas instituciones tiene una relación, comunicación y actividad determinada, y a mitad de semana recibe un WhatsApp porque están planificando determinada actividad afín al club, partido o institución social”. En definitiva, “la persona está en un grupo, y uno de los factores de prevención del suicidio es estar en un grupo, formar parte”.
La paradoja es que con todas las posibilidades de comunicación e integración que tenemos, “formamos parte de una sociedad muy individualista en la que cada uno hace lo suyo y nadie se quiere meter en lo que le pasa al otro. De alguna manera eso también se da a nivel familiar y los padres no se dan cuenta si el hijo está con depresión, y por eso hay que poner mucho foco en los jóvenes”.
En el concepto de los jóvenes también se incluye a los adolescentes, un período “fundamental” en el que “la corteza prefrontal se desarrolla hasta los 20 o 23 años, y es la que hace que el ser humano sea tal y no un animalito, se encarga de la atención, de la concentración”. Lo que pasa con los adolescentes es que son más inmaduros porque a su edad “tienen la corteza prefrontal inmadura, y de ahí que es fundamental contar con un adulto de referencia que los ayude” ante todas las problemáticas que presenta el mundo actual.
Incertidumbre
Otro punto mencionado por De Barbieri y que también es causa de atención y preocupación, es que “estamos en una sociedad consumista” que se refleja en la acción de comprar: “La persona agarra un poco de dinero y cambia la camioneta o compra otro tractor”, y por eso “es importante la educación, el saber guardar y ahorrar, cosa que si mañana viene otra crisis por sequía se tenga un respaldo económico”.
Si tenemos una pandemia o una sequía “todos van a sufrirlas, pero el que ahorró tiene otra espalda económica. Eso vale para todos los ordenes y todas las actividades económicas, y el que tiene un predio o un tambo va a pasar ese período de crisis un poco mejor que el que tiene que pedir plata prestada”.
“No es necesario que haya una seca o un período de crisis para que las instituciones agropecuarias organicen este tipo charlas. La seca fue tan grande que esa fue la excusa”, pero hay otras “problemáticas emocionales” que hacen a la salud mental como “la ansiedad, la depresión, el estrés, el consumo de alcohol, todos temas que se pueden trabajar”, y en ese trabajo es fundamental el rol de los padres y de los educadores.
Finalizó citando a Antonio Machado cuando dijo que “la pena compartida es la mitad de la pena”. En las palabras del poeta está la lógica de la terapia, “y aquel que no puede ir a un psicólogo puede encontrar el apoyo emocional en su amigo, en su pareja o en un jefe”.
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