El historiador olimareño Gerardo “Pachacho” González desde hace años recorre la campaña descubriendo e investigando las construcciones de antiguas estancias. Su trabajo se centra en su departamento natal y los alrededores donde existe un rico material de estudio que forman parte de los seis volúmenes de “Breve historia de Treinta y Tres” cuyo tercer tomo se presentará en setiembre.
El patrimonio cultural rural, por diversos aspectos, como su lejanía de los centros urbanos, su desconocimiento y su abandono, viene año a año perdiéndose. Viejas estancias, construcciones de piedra que datan del siglo XIX, antiguos centros escolares, son algunas de las reliquias arquitectónicas que van quedando de una época en que el campo uruguayo tenía un número mucho mayor de habitantes.
Sin embargo, para Pachacho González: “Ni la forestación es el principal responsable del despoblamiento de la campaña, aunque sí es parte del problema, ni el advenimiento que la comodidad de la civilización ofrece cada vez con mayor protagonismo han sido factores que le permiten a la gente quedarse en el campo”.
En este contexto, las viejas estancias, muchas de ellas construidas a mediados del siglo XIX, que, o bien son taperas, o bien se trata de construcciones donde el tiempo dejó su huella más allá de algún escueto mantenimiento. Las menos son las que aún mantienen en buen estado su edificación originaria, o porque se trata de establecimientos con extensiones muy similares a la de los tiempos originales o porque sus propietarios decidieron darles un giro turístico, muy de moda en el siglo XXI.
Este es parte del paisaje con el cual se encuentran cada vez que el Centro de Estudios Históricos y Culturales de Treinta y Tres, del cual forma parte y actualmente preside se encuentran en cada una de las excursiones que organizan junto a otras personas interesadas en el tema. Hasta el momento se han organizado seis paseos donde en cada uno de ellos se visitaron entre ocho y diez estancias. González explicó que se encuentran con escenarios bien distintos “donde cada casa tiene su historia”. Desde establecimientos que están poblados, pero no han sido mantenidos, otros “totalmente destruidas” y las menos muy bien conservadas. Señaló que cada casa tiene su propia historia y además sus razones sobre porque se encuentran en determinadas condiciones.
La reforma agraria natural
El vaciamiento del medio rural como problema nacional es irreversible “pero además es lógico” porque la vida en el campo “carece de lo más fundamental que es el acceso a los servicios” y a la salud. No solo se refirió a los servicios de luz, agua o teléfono, sino que argumentó sobre aspectos tan cotidianos como consumir “pan fresco” o tener a mano colegios y escuelas para los hijos porque las escuelas rurales atienen una educación básica que luego hay que fortalecer en los centros urbanos. El vaciamiento de la campaña “como bandera política es muy lindo” pero transita en un camino irreversible. Lo que lastima es que “nadie durante ese proceso haya tomado las riendas” de este problema para reconvertir esas construcciones. Porque también el descuido ha hecho que “aún las casas grandes habitadas estén en un muy lamentable estado de conservación”.
Para González la forestación es el menor de los factores que determina la expulsión de la población del medio rural, aunque tiene su cuota de responsabilidad. La gran mayoría de los casos son consecuencia de la “reforma agraria natural” a la cual se refería Wilson Ferreira con la división por sucesiones. Hace 100 años las estancias consistían en predios de 7 mil hectáreas que con las divisiones para las siguientes generaciones se fueron achicando hasta transformarse en predios de 50 cuadras o menos que es imposible mantener con las condiciones productivas y económicas actuales. Aunque también existen establecimientos que desde ese entonces no han manifestado grandes cambios que impliquen la división en predios menores y que con otras posibilidades pueden ejercer una conservación especial de esas estructuras propias de los siglos anteriores.
Construcciones que sobreviven con diferentes condiciones
Las estancias dispersas en el departamento de Treinta y Tres, el norte de Lavalleja, el suroeste de Cerro largo y el norte de Rocha forman parte del material de estudio que Gerardo González desarrolla desde hace bastante tiempo. Al momento de ser contactado por La Mañana se encontraba corrigiendo el tercer volumen de la colección de seis que llevan como nombre “Breves historias de Treinta y Tres”. De acuerdo a su trabajo subdividió esta zona en dos grandes bloques. Por un lado, estableció el eje de la ruta 7, la parte mas antiguamente poblada donde durante mucho tiempo funcionó el Camino Real con estancias en su mayoría construidas en piedra. La otra zona en cuestión le dio en llamar “el lejano oeste”, la ultima conquista civilizatoria, la zona actualmente conocida por su producción arrocera donde existieron casas muy buenas, aunque ya no se trataban de construcciones señoriales.
Aunque no quiso entrar en detalles numéricos son mas de cien las estancias que se encuentran en esas condiciones en esa parte del país. “Todos los días que salgo a la campaña descubro una nueva”. Entre ellas el abanico es grande, aunque se puede dividir entre las que han mantenido su uso con “poca división de tierras” y que de acuerdo a las dimensiones del establecimiento y la actividad que desarrollan pueden ejecutar un buen mantenimiento “acorde a su construcción”. Otras que han sufrido muchas reformas en el transcurso del tiempo. Se trataba de estancias donde vivían 40 personas con un comercio funcionando y actualmente son atendidas por un “casero/peón” sin ningún interés en conservar la edificación. Y los ejemplos mayoritarios donde las construcciones han sido desmanteladas por el tiempo y por la gente.
La escuela que funciona en una pulpería
Como detenida en el tiempo la escuela 95 de Estación Retamosa en el departamento de Lavalleja funciona en lo que en su momento fue una de las tantas pulperías que pululaban el país. Su construcción data de 1880 y “está intacta” con sus estanterías cerradas, su mostrador, la ventanita de hierro por donde se pasaban las mercaderías, la pieza por donde se ingresaba para comprar, las ventanas enrejadas y las puertas originales. Desde hace 50 años esa escuela rural se ha encargado con su actividad educativa “de que eso no se perdiera” siendo la mejor conservada de la zona. Sin embargo, a 500 metros dos casas de esa época dan crédito a lo que sucede cuando su suerte queda librada al azar.
Este es uno de los tantos ejemplos de intervenciones paraestatales que sin proponérselo desarrollan la conservación de un típico centro social del Uruguay rural propios de otros tiempos. Lejos del pensamiento popular que dos por tres aparece en las ruedas de discusiones donde para muchos el estado debería responsabilizarse de muchas de estas situaciones, considera “que el estado tiene que dedicarse a los temas de estado” y no cree que tenga que hacerse cargo “de todas las casas abandonadas”. Las estancias turísticas, tan de moda por estos tiempos son alguno de los ejemplos de esas dos o tres construcciones antiguas que en cada departamento deberían funcionar para visibilizar una época fermental del medio rural.
Cosas de Treinta y Tres
Con una vasta experiencia editorial, el historiador Gerardo González interesado en la geohistoria forma parte de un Centro de Estudios que intentan encontrar “respuestas locales a las historias nacionales”. En su departamento genera salidas con otras personas interesadas en estos temas, donde recorren lugares del Uruguay profundo y sirve de excusa para visualizar y poner en valor “las estancias, las taperas, las mangueras de piedra o las quebradas” que enriquecen el paisaje local. En dos columnas mensuales en dos medios locales y el blog “Cosas de Treinta y Tres” comparte su trabajo de investigación.
Forestación y patrimonio rural de la Cuchilla Grande
Según el relevamiento de la Cartografía Forestal del MGAP año 2021, de un total de 1.087.109 hectáreas forestadas en todo el país, el departamento de Treinta y Tres cuenta con 45.494 hectáreas destinadas a esta producción.
Las construcciones mas antiguas en la zona de la Cuchilla Grande datan de mediados del siglo XIX. Con la llegada de los vascos por 1850 comienzan las grandes edificaciones ambientadas con las posibilidades económicas del momento. Este proceso se extendió hasta alrededor de 1920, una época de bonanza rural económica. Con la llegada del tren hasta esos lugares, las posibilidades de acceder a mejores materiales de construcción también fueron creciendo. Entonces aparecieron las casas con tejas francesas, los azulejos españoles, las maderas paraguayas o el hierro de Chile. Todo este desarrollo acompañado por manos calificadas, sobre todo de italianos y españoles que vinieron “hacer la América”, obtuvieron un buen pasar y construyeron sus casas de acuerdo a sus creencias. Algunos ejemplos son las casas señoriales con un comercio, iglesia, escuela, cancha de pelota de mano, parada de diligencias y 20 habitaciones que fueron el centro social de la comarca y que hoy seria muy difícil de mantener.
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