Desde hace 25 años intentan ser incluidos en el organismo, pero siempre ha sido en vano. Con solo 1000 de las 400 mil hectáreas que dispone el instituto bastarían para solucionarle la vida a un buen número de pequeños productores. La UAM es un mercado para veinte millones de personas “con una granja que viene muriendo”. La mirada de dos generaciones distintas de productores hortofrutícolas de Melilla.
El recambio generacional en la actividad granjera sigue siendo un problema de difícil solución y mucho más grave de lo que parece, “porque no se arregla con plata”, dijo a La Mañana Gustavo Martínez, productor frutícola de Melilla. Según su versión, dos fueron los detonantes que provocaron esta situación. Por un lado, el Mercosur “con importaciones indiscriminadas”, en las que “lo que sobraba acá se traía de Brasil o Argentina porque igual era más barato”, y la instalación de Mi Granja, un mega emprendimiento subsidiado por el gobierno del presidente Julio María Sanguinetti por USD 60 millones. “Le dieron lo mismo que debía toda la granja nacional”, se lamentó. Frente a una empresa que contaba con la mejor tecnología disponible y un subsidio estatal, los pequeños productores fueron desapareciendo, imposibilitados de enfrentar una situación productiva y comercial desigual.
La falta de mano de obra calificada es otra de las trabas con las que cuenta el sector. En la mayoría de los casos, los hijos de patrones y empleados han emigrado para otros rubros más alentadores e incluso al exterior. “Está todo alineado para que falte producción”, sentenció el entrevistado, que agregó que la importación tampoco es la solución porque los precios son para la clase alta.
Desde hace 25 años la granja insiste en ser tenida en cuenta por el Instituto Nacional de Colonización, pero hasta el momento los esfuerzos han sido en vano. De las 400 mil hectáreas que el organismo tiene destinada a otros sectores de la producción nacional, ninguno le ha correspondido a los hortofruticultores. Para el productor de 73 años, con 100 hectáreas se le habría solucionado la vida a 30 o 40 pequeños granjeros. Señaló que solo los sectores exportadores están amparados por Colonización. Entre ellos señaló ganadería, agricultura lechería y madera, aunque en este último caso duda que sin la ayuda de los gobiernos este sector se pueda mantener en pie. Dijo que para la granja el tema se podría arreglar con “vintenes” y “mil hectáreas, no con 400 mil”. Se lamentó porque parece que al sistema político no le importa “si se funde un productor que tiene seis hectáreas”.
La Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM) “es una pirámide de Tutankamón” por sus costos excesivos. Denunció que lejos de ser inclusivo como se pretendía, se transformó en un mercado exclusivo para aquellos productores que pueden enfrentar los altos costos. “Hicimos un mercado para veinte millones de habitantes, de primer mundo, con una granja que viene muriendo”. También la UAM en este sentido se transformó en un factor que expulsa productores.
Martínez produce variedades de durazno, peras y manzanas en 5 hectáreas y media. En su quinta antes se producía 8 hectáreas, pero con los años ha ido disminuyendo el espacio productivo. Las intensas lluvias de las ultimas semanas no le han provocado daños sobre su producción, pero la última seca hizo que se secaran los cuatro pozos de 50 metros que tiene en el predio. El agua se torna cada vez más indispensable para el sector. Las nuevas variedades que son más productivas tienen un sistema de raíz muy superficial y si no llueve en 15 días hay que recurrir al riego. Este es uno de los aspectos a tener en cuenta para la cadena de costos operativos, que son cada vez más altos. Precisó que plantar una hectárea de frutales “como se debe hacer hoy” cuesta USD 25 mil además de los costos de mantenimiento de las plantas en los tres años que lo separan del comienzo de la producción.
El paisaje en Melilla ha sufrido grandes cambios en los últimos años. Muchos pequeños granjeros han dejado la actividad y esos predios son utilizados por familias montevideanas que los compran para pasar el fin de semana aprovechando la tranquilidad del lugar. Para el entrevistado este es otro de los indicios que demuestran cuán importante es la caída de granjeros en una de las principales zonas productivas del país.
Planta lechugas, pero se dedicará a la manzana
Marcos Rivera de 26 años es hortofruticultor de la zona de Melilla y pertenece a la tercera generación de productores de su familia. A pesar del incremento de costos definió a la UAM como “un Shopping” comparada con lo que era el antiguo Mercado Modelo. Aunque reconoció que se incrementaron los costos operativos, sostuvo que hay mayor flexibilidad para ingresar a comerciar, algo que anteriormente era muy rígido y con horarios estrictos. Son detalles “que te dan comodidad de ingresar” en cualquier momento y con vigilancia las 24 horas.
A pesar de estos beneficios aseguró que el nuevo mercado jugó en contra de los vendedores más pequeños que con una motito, una camioneta o a lo sumo un pequeño camión se surtían en el lugar. Lo mismo sucedió con muchos productores que dejaron la actividad porque “se les hace muy caro el costo de las mercaderías”. Melilla ya no es la zona productiva de antes. Se han perdido productores y el recambio generacional sigue, al igual que en todos los rubros agropecuarios, una materia pendiente. En las actividades organizada por Jumecal (Juventud Melilla Cooperativa Agraria Ltda.), Marcos y un primo también productor son los únicos jóvenes compartiendo jornadas con otros de 60 y 70 años. Si bien aseguró que esto les abre una puerta de oportunidades para el futuro, teniendo presente el faltante de alimentos que se presume que habrá, también genera un manto de incertidumbre sobre el sector. La incógnita es que pasará con la hortofruticultura del país de continuarse con esta caída de productores, en una zona donde se produce el 60% de lo que consumen los montevideanos.
Mientras espera su propia producción de manzanas, en los últimos dos años plantó su primera hectárea de la fruta, produce lechugas y algo de perejil. Dijo que se trata de una producción rentable, pero que requiere de mucha mano de obra porque no hay herramienta que reemplace el trabajo del ser humano.
La escalera de costos sigue siendo el cuello de botella. A modo de ejemplo indicó que hace veinte años un cajón de lechugas se pagaba a $ 100 mientras que la urea costaba $ 20. En 2024 ese mismo cajón de lechuga se sigue pagando a $ 100 pero el fertilizante cuesta $ 80. A veces su propia juventud juega como un obstáculo a la hora de cerrar negocios con sus clientes. Dijo que se torna difícil acceder a los precios que se pretende y en determinados casos las exigencias en cuanto a calidad son mayores que para el resto de los productores con más años.
En Melilla los productores son cada vez más pequeños, cuando no dejan definitivamente la actividad. “Hace 5 años se vendía mucho más”. Para Marcos la peor situación es que no saben cuál es la causa que afectó tanto la comercialización de sus productos.
Dijo no haber utilizado hasta el momento ninguna línea de crédito por temor a las oscilaciones del mercado. Para expandirse y comenzar su propio proyecto en torno a la producción de manzanas utiliza sus propios recursos. A los USD 20.000 que se necesitan para planta una hectárea de manzanos, se le suman los USD 10.000 por año que se necesitan para el mantenimiento de los árboles.
Incentivar el consumo como puntal para revertir la situación
Fernando González es comerciante de Paso Molino con un depósito que alquila en Melilla. Desde su perspectiva netamente comercial y el contacto con algunos productores de la zona, tiene presente que el consumo de frutas y verduras ha caído a causa de la disminución de este tipo de productos en la dieta familiar. En conversaciones informales los productores de más edad le comentan que aconsejan a sus hijos abandonar la actividad y dedicarse a estudiar. La tarea es sacrificada y los precios que se logran en la mayoría de los casos no cubren las necesidades ni los costos de producción. “Creo que de a poco se va a ir perdiendo” la cultura de producir frutas y verduras en pequeñas parcelas, afectados por las oscilaciones del mercado y el clima que por excesos de agua o sequías terminan desestimulando su continuidad en el sistema. Inclusive en el mejor de los escenarios la situación puede llegar a ser compleja en términos económicos para los grandes productores. Puso como ejemplo la reciente superproducción de manzanas que deprimió los precios y dejó mal parados a muchos productores del rubro. Para González ,una de las salidas a esta problemática es una mayor incidencia educativa y publicitaria que incentive sobre todos a las nuevas generaciones a consumir sano y natural. A su entender, es la mejor forma de que no se sigan perdiendo pequeños productores del sector.
TE PUEDE INTERESAR: