Su familia se dedica a la pesca y ella heredó la pasión por esa tarea que suele ser realizada por hombres. Cuando tenía 16 se planteó ser ella misma una pescadora, y recibió el apoyo de su familia.
Andrea Ballestero es uruguaya, de 31 años se dedica a la pesca artesanal desde muy joven, y su desempeño trascendió fronteras al punto de que el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) la distinguió como una de las mujeres “Líderes de la Ruralidad” de las Américas.
El premio que recibirá es el de “Alma de la Ruralidad”, con el cual IICA reconoce a aquellas personas, hombres y mujeres, que se destacan y hacen la diferencia como clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.
Ballestero nació, se crió y vive en una población de apenas 22 familias en el departamento de Rocha, a orillas de la laguna del mismo nombre, que se conecta periódicamente con el océano Atlántico a través de un sistema natural de apertura y cierre de barras arenosas.
Su familia vive de la pesca, constituyendo ella la quinta generación dedicada a una tarea que se transmite en conocimientos y pasión. No es la única mujer de ese sector, pero la diferencia está en el tipo de tareas que realiza, porque en la zona las mujeres realizan trabajos en tierra, como sacar los pescados de las redes y cortarlos para su comercialización. Sin embargo Andrea no se conformó con quedarse en la orilla a esperar que llegaran las embarcaciones, por el contrario aprendió a navegar y hoy cuenta con su propia embarcación con la que se introduce aguas adentro.
“Mi mamá y mi abuela trabajaban en tierra. Si los hombres las sacaban a la laguna era por un ratito, porque tenían que quedarse para ocuparse de los hijos y de las cosas de la casa, pero yo a los 16 años supe que quería salir a pescar y hoy tengo mi propia embarcación”, contó.
El llamado de la laguna
“He hecho muchos trabajos, pero siempre vuelvo a la pesca porque parece que la laguna me llama. Aprendí todo de mis padres y de mis abuelos y elegí la pesca. Es una actividad sacrificada, especialmente para una mujer, porque nosotros somos pescadores migrantes. En temporadas nos vamos a pescar a otras lagunas, donde tenemos que dormir en carpas o en casitas de madera por varias semanas. Pero vivimos bien y estoy convencida de que la pesca tiene futuro”, explicó Andrea.
“Fui aprendiendo el trabajo de a poco, desde muy chica -continúa- y a los 16 años me di cuenta que yo podía hacerlo. Para salir a la laguna me faltaban la chalana (embarcación), el motor fuera de borda y el material. Mi padre me regaló una embarcación, me animé a salir, fui juntando lo necesario y hasta hoy no puedo dejarlo porque es lo que me gusta”.
Respecto a su trabajo detalló: “La laguna mezcla agua dulce y salada, porque se conecta con el mar y también con varios arroyos. Nosotros tenemos permiso para pescar en la laguna de Rocha y en otras lagunas. Yo salgo con el barco a las 3 o 4 de la tarde, dejo las redes puestas, vuelvo a mi casa y al otro día a las 4 de la madrugada ya estoy levantada para ir a recoger la pesca. Luego desmallamos el pescado, lo llevamos a la sala de fileteo y a veces la jornada no termina hasta las 5 o 6 de la tarde, cuando viene el comprador y se lleva la producción del día”.
“Nuestra comunidad -explica- cuida los recursos. No explotamos todo a la ligera porque no se trata de eso. Jamás pescamos en los arroyos, por ejemplo, porque ahí es donde las especies van a reproducirse. Solo pescamos los peces más grandes en la laguna. Si alguien pesca en los arroyos, inmediatamente la autoridad les saca las redes”.
Restaurante para atender a los turistas
En su afán de crecimiento y desarrollo, hace ya siete temporadas que Andrea y otras 8 mujeres comenzaron con el restaurante Cocina de la Barra, en el que cocinan y venden los pescados de la laguna. En temporada de verano atiende más de 100 comensales por día y así concretaron un proyecto anhelado.
“Nos costó mucho -recuerda- decidirnos y empezar. Siempre pensábamos en lo que iban a decir de nosotras si no nos iba bien. Teníamos mucho miedo a fallar, pero nos atrevimos y lo conseguimos. Por eso a las mujeres que están en la producción de alimentos les digo que se animen. Que no estén a la espera de que alguien las ayude o la empuje. Anímense y luchen por lo que quieren porque el mundo nos necesita y estoy convencida de que esta actividad tiene futuro”.
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