“Cuando Hugo Manini me invitó a hacer una columna sobre temas ganaderos en el nuevo proyecto de La Mañana, acepté de inmediato, justificado en la larga relación familiar y personal que tengo con el emprendedor, relación que hoy me abre una mínima oportunidad para homenajear”.
Jorge Chouy
Uno de los hechos más significativos de mi comienzo en La Mañana allá por el 2019, tras su reapertura, fue el haber dirigido la sección de rurales, donde tuve el placer de trabajar nada más y nada menos que al lado de un grande, amigo de mi padre, admirado por sus colegas y un maestro humilde y paciente, como lo fue Jorge Chouy.
Para aquel primer número de La Mañana Jorge escribió que además de su relación personal con Hugo, “pesó también en mí el recuerdo de Carlos Manini Ríos, vigoroso político colorado, talentoso periodista y escritor, de pluma filosa y culta, que permaneció ocultó para gran parte de la gente por la profunda fractura que dividió a los uruguayos (otra que ‘grieta’ la que vivió nuestra generación…)”.
Este afecto se trasladó inmediatamente a nuestra relación, y la redacción de La Mañana volvió a ser lo que siempre oí en mi casa: una empresa familiar, con anécdotas que venían desde la redacción del periódico a la mesa de mi hogar, donde las ideas, los argumentos, las noticias se mezclaban también con la amistad.
En las columnas de Jorge Chouy confluían con gran originalidad el pasado y el presente, la historia y la contemporaneidad. No solo escribía, analizaba y dejaba “leudar” sus textos para enviarlos cuando estuviesen listos. Colaboró también con todo el equipo en realizaciones de infografías sobre la producción en diferentes áreas del agro, donde encaró muchos temas dando su opinión sincera y sin dobleces.
Luego que “el Negro Chouy”, como le decía papá, no pudo continuar con su columna por motivos de salud, nuestro continuo dialogo semanal se prolongó hasta el miércoles antes de su partida. En nuestras conversaciones me exponía sus consideraciones acerca de diferentes temas de la realidad nacional y el año pasado cuando vino el alza excepcional de los precios de los granos, Jorge me comentó: “La verdad es que este es un año para el festejo. En 30 años que anduve comentando la marcha del agro, nunca hubo un año tan extraordinario. A veces me da lástima no estar en la cancha para poder festejar. Si un día tiro unas líneas estate segura que te las mando”.
Hace dos meses, con motivo de la partida de papá, me escribió “¡Oh, Manuelita! ¡Qué mala noticia! Qué sorpresa devastadora. El Hugo era inmortal, era Dorian Gray, cada vez más joven y vital. Gran abrazo dolido, gran pérdida para ustedes, la familia, pero también para los amigos y el país todo” y me manifestó por la edición especial en su recuerdo “Emocionante tapa y foto del amigo. Fuerte abrazo”.
Nos gustaría destacar algunas de sus columnas y reflexiones que nos han marcado rumbos y han sido fuente de consulta y sitas de colegas.
Despoblamiento y extranjerización del campo uruguayo
En sus artículos como “Agro y país: medio siglo después” o en “Cien años de cambios y permanencias” transformaciones y cambios que habían operado sobre el campo uruguayo en los últimos años. Entre los aspectos más relevantes de su análisis hallamos su preocupación por el tema del despoblamiento rural y la extranjerización de la tierra.
En su primera columna publicada en este medio, Jorge Chouy había expresado sobre el sector rural nacional: “Por lo pronto, había más gente que vivía en el campo y más establecimientos que en la actualidad. El censo de 1970 relevó 77 mil predios y más de 318 mil personas residiendo en el medio rural. La emigración de la población del campo a la ciudad, y la concentración de la superficie en menos explotaciones, era un proceso que ya estaba instalado desde fines de la década de los 50. Según el censo del año 2000 el número de explotaciones había caído a 57 mil, y la población agrícola era de menos de 190 mil personas”. Por su parte, en el Censo de 2011, las explotaciones declaradas no llegaban a 45 mil, y la población agrícola no alcanzó a las 107 mil personas.
Sin embargo, Chouy observó que, desde la llegada de las empresas forestales, que son actualmente las principales propietarias de la tierra, y de las “gigantes sociedades anónimas que cotizan en bolsas internacionales, pero también fondos de inversión y fideicomisos, figuras de capital colectivo que no admiten una referencia individualizable con nombre y apellido”, se fue gradualmente extranjerizando la tierra, al punto de que en la actualidad son los mayores terratenientes del país.
En definitiva, este proceso, tal como expresaba nuestro viejo columnista, hubiera sido inimaginable hace 50 años cuando todavía se discutía la prohibición de permitirle a los extranjeros ser propietarios de la tierra. No obstante, actualmente, distintos actores del agro ven esta situación con cierta inquietud, más que nada teniendo en cuenta, la casi desaparición del pequeño productor familiar nacional.
En una nota titulada “Concentración, extranjerización, emigración”, Chouy se manifestaba sobre esta situación:“Lo primero a considerar: los procesos que llevaron a la situación actual ya están consolidados, son hechos consumados y no hay marcha atrás que pueda ensayarse desde el Estado. La propiedad y tenencia de la tierra adquirieron perfiles nuevos que no será fácil modificar, ni por acción pública ni por los mercados. Seguramente, tampoco será posible cambiar drásticamente los rasgos poblacionales y laborales de la campaña ni a corto ni a largo plazo”.
Permanencias en el agro uruguayo
Pero más allá de estas transformaciones y cambios en el campo uruguayo, Chouy también expresa que ha habido algunas permanencias. La más importante de ellas ha sido la ganadería: “La economía y la sociedad se han modernizado y diversificado, los servicios sofisticados y las tecnologías de última generación están difundidas a todas las actividades de la vida social, pero sigue siendo el agro, en particular la ganadería, el motor, el cimiento de todos los avances, el que está en la conformación del Uruguay moderno”.
Tal es así que en el censo agropecuario del año 2011 se contabilizaban 22 mil explotaciones que tenían a la ganadería de carne como su rubro principal, que ocupaba 10,6 millones hectáreas. A las que si se sumaban otras 7 mil explotaciones cuyo ingreso principal es la lechería o los ovinos, llegando a que un 75 % del total, son explotaciones ganaderas, que ocupan 12,5 millones de hectáreas.
En definitiva, Jorge Chouy consideraba que el sector cárnico nacional había sabido aprovechar las circunstancias exógenas favorables, como la creciente demanda china de productos alimenticios, para consolidar así la producción nacional con un alto nivel industrial, tecnológico y de certificación. De ese modo, Uruguay se viene posicionando en los últimos años, a nivel global como un exportador de alimentos de primer nivel, reconocido por su seriedad, su calidad y la seguridad que le brinda a sus compradores.
No obstante, según Chouy para mantener este crecimiento sostenido y la solidez financiera necesaria, el sector productivo debía apuntar a la diversificación, incorporando otros rubos que complementasen en los tiempos malos la actividad. Y sobre todo desarrollando una gestión que priorice: “flexibilidad, resiliencia, adaptabilidad”, como consignas fundamentales.
Hoy entre lágrimas queremos recordarlo y agradecer su invaluable aporte, que fue mucho más allá de lo periodístico. Por ello todo el equipo de La Mañana tedespide Jorge y te agradece por dejar escritas en nuestras páginas tu profunda observación de nuestra realidad social, económica y humana del sector agropecuario.
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