En la ventosa mañana del domingo 12, en el centro del Ruedo y el trajín de la Expo Prado, templo del agro uruguayo, tuvo lugar la primera Misa Criolla. Un momento en el que confluyen, como en varias ocasiones de la historia del país, la fe y el campo.
La ceremonia religiosa comenzó alrededor del mediodía con el tradicional mensaje del comunicador Juan Carlos Lopez ‘Lopecito’. Se refirió al desafío de una nueva exposición en medio de la pandemia, donde “la cuota de fe tiene que ser enorme”, y recordó los desafíos que ha tenido que enfrentar la ARU en sus 150 años de historia.
Defendiendo y fomentando los intereses del agro
Según se autodefine la ARU como institución gremial privada de carácter nacional, tiene como misión: la defensa y el fomento de los intereses de la producción agraria e industrias complementarias; la promoción de la población rural en los planos humano, ético, cultural y económico; la unidad y armonía en el esfuerzo de los que se dedican a la agropecuaria; y el desarrollo constante de nuestra gente, buscando su satisfacción y realización personal y profesional.
El cardenal Daniel Sturla hizo referencia a la misión de ARU: “Es algo a lo que con gusto suscribimos, sabiendo que el agro es fundamental para el Uruguay, lo ha sido desde siempre”, expresó. “Pero esto tiene que ver con el desarrollo humano de todas las personas, de los productores, de aquellos que trabajan y así se empuja al país entero. Desde el comienzo del Evangelio, Jesús bendice el pan y lo hace realidad en su presencia eucarística, para hablarnos de ese desarrollo integral del hombre en lo humano y espiritual”.
De esa manera, sintetizó su sentir hacia el trabajo rural en las palabras de sacrificio y fe, relacionándolo a la vida de Jesús y sus enseñanzas, enfatizando en “la entrega de la propia vida”. Y agregó: “En toda actividad humana y en el mundo rural, especialmente el trabajo sacrificado, el tener que apostar al futuro, todo lo que un empresario sabe que arriesga cada vez que pone su capital y proyecta algo sin tener certezas, es parte del sacrificio, y viva el sacrificio del que está al pie del cañón trabajando de sol a sol para que la provisión pueda dar buenos frutos. Una vida puede no ser humanamente exitosa, pero puede ser fecunda si ha sembrado bondad y ha hecho lo posible para el desarrollo individual, de su familia, y la sociedad en la que vive”.
Sturla concluyó: “En estos 150 años donde habrá habido éxitos y fracasos, no dudo de lo fecunda que ha sido la semilla sembrada por tantos a lo largo de la historia. La otra palabra es la fe que tiene tanto que ver con el hombre que confía cuando siembra, cuando cría animales, esa fe que ha estado en aquellos que iniciaron en nuestro país la producción agropecuaria”.
Instituto Paiva Irisarri: una obra transformadora
No pasó inadvertida en la eucaristía la mención a la relación entre la fe y las obras, presente en una de las lecturas. De esa manera, el cardenal recordó la extensa tradición de la Iglesia católica acompañando al medio rural a través de la educación y la formación.
En la Expo Prado 2021 se hace presente el Instituto Benigno Paiva Irisarri de Sarandí del Yi, de formación agropecuaria para jóvenes. “Hoy, con la presencia del Paiva Irisarri de los Salesianos en Sarandi del Yi, se retoma una larguísima tradición junto a la Escuela Agrícola Jackson, la Escuela Criado Perez, esa unidad entre lo que la Iglesia ha hecho por el campo”, dijo Sturla.
El padre Juan Andres ‘Gordo’ Verde, con una marcada vocación por los jóvenes y el medio rural, dijo a La Mañana: “Santiago decía que no es posible decir ‘tengo fe’ si no se transparenta en las obras. Decirle a un hermano que está pasando frío y hambre ‘que dios te bendiga hermano’ y no ayudarlo con nada es más o menos lo mismo que no transmitir la fe. Yo soy de los que piensa que la fe es muy importante, pero se tiene que ver en las obras”.
“Yo me siento identificado con nuestra tradición, con la gente rural. Mis padres viven en campaña, y mi estilo va por ahí. Disfruto de anunciar a Jesús en criollo”, contó el sacerdote, que vivió un año en el Instituto Paiva como misionero antes de ser ordenado, al cual definió como “una obra que me transformó el corazón y me cambió la vida”.
“Ahí viven setenta gurises hijos de peones rurales”, contó Verde, “gente de campaña que aprende carpintería, mecánica, quesos, huerta, granja, campo… Es una obra de los salesianos de Don Bosco para sacarse el sombrero, que se ubica en la ruta 6 frente a El Tarumán, en Sarandí del Yi”.
“Todo eso es una herramienta para arrimar almas a Dios y lo hacen muy bien. La verdad es que en eso los salesianos tienen una llegada tan linda con los jóvenes. Hoy el Paiva está exponiendo en el Prado después de muchísimos años, volvieron con una vaca y su ternero de la raza Shorthorn, y es muy emocionante que estén acá”, concluyó.
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