El exceso de agua también genera problemas en las empresas y a los trabajadores que deben levantar la cosecha.
Cuando se analizan las consecuencias del exceso hídrico, las abundantes precipitaciones y los desbordes de los ríos, suele ponerse el foco en cómo afecta a las chacras o los establecimientos ganaderos, incidiendo negativamente en los cultivos o el desarrollo de los ganados, lo que es lógico porque son el eslabón primario de una larga cadena generadora de trabajo y riqueza para el país.
Sin embargo, esta semana La Mañana quiso apartar un poco la mirada para conocer cómo impacta esa situación en quienes ofrecen servicios agrícolas. “Los contratistas y los empleados nuestros estamos en una situación crítica”, definió Edgardo Rostán, presidente de la Cámara Uruguaya de Servicios Agropecuarios (CUSA), institución que nuclea a los contratistas agropecuarios de todo el país, fundada en setiembre de 2007.
“Es una situación inmanejable”, agregó. En la zona agrícola hay dos países diferentes, según se analice el norte o el sur, tomando como eje la zona de Nuevo Berlín y Nueva Mehlem (departamento de Río Negro). “Según nos dicen los socios de la Cámara, cada vez más al norte es más desastroso el problema del agua, pero al sur la posibilidad de sembrar cambia” y en algunas zonas “se han podido trabajar, cosechar, nivelar las chacras, pero en el norte la cosa empeora con el barro y continuidad de las lluvias sobre el barro, lo que tranca todos los trabajos”.
Si nos trasladamos a Sarandí de Navarro (Río Negro), “también hay problemas de calidad de grano. Un socio me decía que los granos eran porquería”, describió Rostán. Agregó que los contratistas gastan “mucho más combustible” porque se deben mover con las cosechadoras “dentro del barro, lo que es un problema serio”. La soja se cosecha “al ras del suelo y todos los sistemas de cortes de las máquinas, las cuchillas, lonas, draper, todo está en el barro y hay desgastes, roturas de todo tipo como quebraduras de barras o rulemanes. Es un desgaste de 3 o 4 veces más que lo normal, y ese andar pesado en el barro requiere mayor consumo de combustible”. El resultado es que “no se rinde ni hay productividad alguna”.
El personal está sin poder trabajar
Por otro lado, hay “mucho del personal que trabaja a destajo, o sea que cobran por hectárea, y unos pocos cobran por el día”. Para los primeros, “estar parados en el campamento sin hacer hectáreas a la espera de que las condiciones mejoren comienza a generar cierto nerviosismo. Los trabajadores están parados esperando para salir a cosechar, pero ese momento no llega, y si llega es un ratito, hacen algún área menor que no les da para sacar un sueldo. Eso es una complicación seria”. Y en el caso de los que son contratados por el día “el que pierde es el contratista”.
En ambos casos hay costos que no se pueden evitar como las comidas para los equipos de trabajo que están en los campos, los gastos de manutención, “todos esperando que aclare y son costos carísimos que se han triplicado”.
A eso se agrega el estado de la caminería o la falta de caminería interna: “Cuando el tiempo está seco los camiones pueden llegar sin problema y hasta bastante cerca al lugar de la cosecha”, pero ahora los tolvones tienen que “trasladar, en algunos casos, hasta 4 o 5 kilómetros la carga de la cosechadora para poder llegar al camión. Eso lleva a que los tractores tengan un consumo de 5 veces más, a lo que hay que sumarle la pérdida de tiempo”.
Rostán agregó que esa realidad a veces se ve agravada logísticamente. Hay casos de camiones que entraron a campo, pero después no pudieron salir sin ayuda de tractores grandes, que no siempre se tiene a disposición, porque para sacar los tolvines se suele usar un tractor de poco caballaje para que gaste menos, pero cuando el camión se atraca hay que salir a buscar uno de 150 o 200 caballos. “Se ha generado un aumento de costos por todos lados, es una cadena de problemas logísticos”, definió.
Un capítulo aparte es el del pago de todo ese gasoil que se gasta de más: “Hay productores que entiendan las circunstancias, pero en otros casos el contratista se tiene que regir por la tabla de valores de CUSA”, que está pensada para condiciones de normalidad. En estos casos, “se genera una negociación que crispa más y que se agrega al estrés de todo lo anterior”.
Trabajo de los contratistas
Rostán explicó la forma de trabajo de las empresas afiliadas a CUSA: “Un productor le da al contratista determinada área –supongamos 200 hectáreas– para cosechar, este va con su equipo y lleva su casilla porque tiene que ofrecer las mejores condiciones de convivencia y descanso de los empleados; se llevan una o dos cosechadoras y dos tolvas, más alguien que cocine. En total son 5 personas”.
Ese equipo “llega al campo a cosechar y espera que estén las condiciones de cosecha, que como dije este año son un desastre. Tenemos que esperar hasta las dos de la tarde para empezar y a las seis de la tarde hay que parar porque la humedad empieza jugar y el productor no va a querer cosechar soja húmeda”.
De esa manera “se hace muy poca área y se trabajan muy pocas horas, lo que es muy malo para el trabajador a destajo”.
Al día siguiente y “todas las mañanas hay que limpiar la cosechadora, desarmar y armar porque en la tarde anterior se trabajó en el barro, forzando y exigiendo cada una de sus piezas, pasando por todo el sistema el barro y hasta hormigueros húmedos que puede haber. Todos esos gastos los asume el contratista”.
“Yo tengo 59 años y soy contratista desde los 20 y no recuerdo una situación como esta”, apuntó.
Fuente laboral
Consultado sobre cuánto trabajo generan las labores de CUSA, Rostán dijo no tener el dato exacto pero algunos socios tienen 45 personas trabajando con ellos y en el otro extremo hay empresas familiares de muy pocos empleados. “En mi caso personal son 16 trabajadores, todos del pueblo y la zona, muchachos jóvenes, con familia, por lo que hay una variabilidad importante. La Cámara tiene 260 socios y si el promedio es de 15 personas, el total es muy importante”, estimó.
Precisó que en el caso de los maquinistas “son trabajadores zafrales”. El contratista “no puede darle empleo los 12 meses, y con los años se formó esa manera de trabajar que está afianzada y aceitada”. Consiste en que cada uno “tiene otro trabajo fijo en los pueblos o las ciudades, y cuando llega el momento de la cosecha piden licencia para poder trabajar en las máquinas y cobrar una suma de dinero, pero este año no han ganado nada. Pidieron licencia, perdieron su descanso y se pasan los días esperando sin generar nada”.
“Por lo general, en cada zafra los trabajadores levantan entre 800 y 1000 hectáreas ganando un importante dinero extra, pero hoy hace dos meses y medio que estamos en el barro haciendo nada, se van los días, la licencia se les termina y van a tener que volver a trabajar a sus ocupaciones fijas con la frustración de no haber podido cumplir con lo esperado”.
Pero si pensamos en el futuro y confiamos en que el tiempo permitirá cosechar adecuadamente, se inicia otro problema y es que todo ese personal que está de licencia para cumplir con la cosecha va a tener que volver a sus trabajos y por tanto no estará disponible.
No hay personal calificado y falta actitud de trabajo
El tema “nos pone frente a un problema serio que tiene el país”, que escapa a la coyuntura actual, y es “la dificultad que tenemos para disponer y contratar personal” porque “no hay personal calificado y no hay personal con actitud y ganas de trabajar”.
Uruguay “tiene un gran debe en capacitación”, pero también “hay un problema que no se arregla con plata como es la falta de actitud, no es cuestión de pagar más, porque es gente que quiere ir a trabajar el martes y cuando llega el viernes no aparecen más”. Y no es que sea un trabajo duro o que exija un esfuerzo físico importante.
Rostán explicó que la maquinaria tiene mucha tecnología y eso hace que “todo sea más confortable”, y el desarrollo tecnológico “no quiere decir que sea más difícil”, sino lo contrario.
“Son equipos más grandes, más productivos, con mayor capacidad por hora”. En toda la ruralidad “hay una mayor robotización, se ve en los tambos, en las sembradoras y en las cosechadoras, pero mayor tecnología no es sinónimo de mayor dificultad”, insistió.
Lo que sí pasa es que se necesita capacitación, pero “los vendedores de esa maquinaria ofrecen algún tipo de curso o preparación práctica que permite aprender el funcionamiento”.
Recordó que “hace unos años CUSA ofreció cursos de preparación a través de la cámara y la embajada alemana”, pero no se pudo mantener. “En mi caso personal y con el Plan Agropecuario estamos generando cursos para las escuelas agrarias, donde les enseñamos lo básico para que tengan una preparación. Pero es insuficiente”.
Señaló que la legislación que impide el trabajo de menores es un problema en los casos en que el joven no quiere estudiar. En lugar de ayudarlo para que tenga su primer trabajo, queda ahí “y si agarra para la cerveza y el pucho nunca más lo hacemos trabajar”, planteó.
“Y la gurisada que se acerca y nos pregunta si puede darse una vuelta” por la cosecha, “o el personal nuestro que quiere llevar a su hijo”, si son menores hay que decirles que no. “No se trata de explotar”, sino de darles la oportunidad de que vayan conociendo y familiarizándose, pero la ley está para cumplirse. Esa es “una base donde hay una equivocación y tendríamos que comenzar a cambiarla para generar la actitud en esos jóvenes que siendo menores muestran que todavía hay ganas”.
“Yo tengo experiencia con las clases que les doy a gurises. Habré dado clases a tres o cuatro mil chiquilines, y quedan contentísimos, pero a veces tenemos un menor y no podemos llevarlo ni siquiera a mostrarle la maquinaria”. Es un problema que pasa con la agricultura, pero también “en todas las áreas”.
CUSA y UTEC
El presidente de la Cámara Uruguaya de Servicios Agropecuarios (CUSA), Edgardo Rostán, comentó que en la Expo Activa tomó contacto con el director de UTEC de Río Negro, Andrés Möller, generándose una charla en la que ambas partes quedaron en comunicación para ver de qué manera pueden aportar, cada uno desde su lugar, para mejorar e incrementar la formación de los jóvenes.
“Hay que cambiar la realidad”, dijo Rostán. “Partimos de lo que UTEC hace y ver qué podemos aportar nosotros como CUSA. Fue una charla informal en la Expo Activa, luego vino la zafra con todos estos problemas, pero el diálogo quedó y las puertas están abiertas para poder avanzar”.
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