Si se recorren las zonas sojeras del país es posible ver, a veces hasta en horas de la noche, las máquinas y los camiones dedicados con toda su capacidad a la cosecha del cultivo, un producto fundamental para la economía del país. En 2019 la soja fue el tercer producto más vendido y fue el que tuvo una mayor incidencia positiva al registrar un aumento del 117 % con un total superior a los mil millones de dólares alcanzado agracias a las buenas condiciones climáticas.
Este año, lleno de incertidumbres y con importante caída de las actividades en todos los sectores económicos, el panorama no es tan alentador pues el clima, un factor clave, no nos fue bondadoso.
El Ing. Agr. Carlos Collares, técnico de Barraca Erro, dijo a La Mañana que 2020 había empezado bien, con un enero que generó “expectativas de buenos rendimientos”, pero llegados febrero y marzo “se instaló una seca que limitó los rendimientos de manera bastante drástica con contadas excepciones de lluvias de verano que llegaron en un momento justo y permitieron tener rendimientos mejores, pero en general el golpe a la producción fue muy fuerte y los rendimientos son ampliamente por debajo de las expectativas”.
Si se observa toda el área sojera de la zona este se parece a una “colcha de retazos”, graficó, con “zonas donde pasó una tormenta en algún día de febrero con 20mm y en otras muy cercanas no llovió nada, y eso generó muchas diferencias en los rendimientos”.
Por eso mismo “es difícil decir qué zonas tienen mejores o peores rendimientos. Hay subzonas con rendimientos de 1.300 a 1.500 kilos por hectáreas, pero otras con establecimientos que están teniendo 3.000 kilos. La variación se explica por las lluvias”, subrayó.
El Ing. Agr. Eduardo Apolinario trabaja en Rincón de Ramírez, también en el este del país, dijo que el rendimiento general “es más bajo que el año pasado” y “los colegas comentan que la media sería de entre 2.000 y 2.500 kilos”.
Apolinario coincidió con Collares en que la lluvia hace la diferencia. “Hasta febrero se esperaba mejor rendimiento, pero faltó agua en el llenado de grano y terminó rindiendo menos que las expectativas que había en enero. La seca que hubo fue lo que impidió que se llegaran a rendimientos mayores”, destacó.
La siembra finalizó en noviembre y no hubo problemas sanitarios graves, señaló. “La roya no avanza en condiciones de sequía, este año tuvo muy poca incidencia” aunque hubo algunas “dificultades en el control de la chinche”, pero “en términos generales, el tema sanitario estuvo muy tranquilo”.
En la región centro y centro sur se observa la misma disparidad en los rendimientos, también afectados por las precipitaciones. “Estamos en un año bastante complejo y el rendimiento promedio general de la soja de primera y segunda, tal vez sea de 2.000 kilos o un poco más”, dijo el gerente de la Unión Rural de Flores, Ing. Agr. Alejandro López.
La zona de influencia de la URF incluye los departamentos de Flores, San José, parte de Florida, parte de Durazno y sur de Río Negro, también con alguna chacra en Soriano. En esa área “se cumplió con lo planificado” al momento de sembrar, “salvo en San José que la sequía fue más prolongada en la etapa primera de siembra y recién se recibió un poco de agua, unos 50 o 60 milímetros, sobre fin de año” lo que hizo que algunas chacras “no muy grandes dejaran de sembrar”, pero “en el resto se cumplió” con lo planificado.
La variabilidad de los resultados entre chacra y chacra “hace que sea difícil generalizar al momento de estimar un promedio, pero sí tenemos estimaciones que van cambiando día a día porque dependen de las zonas, pero a modo de resumen puedo decir que en la zona de Flores hubo un avance del 60 % de cosecha y la soja de primera viene en el entorno de los 2.500 kilos y la de segunda entre 1.800 y 2.000 kilos”.
Los rendimientos en Florida “vienen por debajo de lo estimado, en el entorno de 1.700 o 1.800 kilos, y lo que es San José la de primera viene “muy baja con mil y pocos kilos, y la de segunda un poco mejor porque fueron las primeras chacras cosechadas y tuvieron mejor humedad, promediando los 1.800 o 2.000 kilos”.
La variabilidad en los resultados en establecimientos tan cercanos uno del otro a causa del clima “es algo que está siendo común” y no llama la atención que en algunos lugares pueda haber rendimientos de 3.000 o cerca de los 4.000 kilos, mientras que en las zonas donde no llovió decaiga y tire abajo los promedios, explicó López.
Ante esa situación cobran relevancia “los seguros para cubrir la agricultura que es tan importante para la economía del país. Seguros hay peros son caros, hay que buscar la forma para que sean accesibles al productor”, consideró.
Los números de la soja no son buenos: a los bajos rendimientos se suma el precio que está en el eje de los 300 dólares, y eso resulta en pérdida.
Rendimientos e inversiones
Collares dijo que los resultados obtenidos no cubren las inversiones de los productores. “Este va a ser un año negativo, salvo en los casos en que se sacaron 3.000 kilos” o más.
“Los costos de la soja se estimaron que correspondían con 2.700 kilos incluyendo la renta. Es razonable poner la renta incluso si se trata del dueño del campo porque es lo que se llama el costo de oportunidad: si no se sembró soja se pudo poner ganado y ese ganado hubiera generado determinada producción”, explicó. “O sea que el costo de renta más la maquinaria y demás, el número es de 2.700 kilos, pero el rendimiento promedio en la zona este como en todo el país posiblemente esté en los 2.000 kilos. Estamos ante una pérdida importante”, destacó el técnico de Erro.
López de la URF añadió que a los malos rindes se suma el valor de la soja que tampoco acompaña. “En un momento estuvo en US$ 330 pero luego bajó y ahora fluctúa entre US$ 290 y US$ 310, no más que eso, con lo que es mucho el dinero que queda por el camino. El mal rendimiento se suma a precios cercanos a los US$ 300. No son números buenos”.
El riego en la soja
Apolinario dijo el riego en la soja “no está muy difundido”, pero en la cuenca arrocera “hay mucha agua disponible”, sin embargo “es difícil el usarla” en la oleaginosa. “El agua está preparada para usarla en el arroz que es un cultivo que se inunda”, pero en la soja “es más complejo” por varias razones, por ejemplo porque “a veces falta agua a la soja precisamente cuando se está en el pico de riego del arroz”.
Otro requerimiento es la capacitación. “Hay que tener gente capacitada para el riego de la soja por inundación o surcos, gente que tenga la voluntad de hacerlo bien, y esa es otra limitante. Se requiere un cuidado especial porque es un cultivo muy sensible al exceso hídrico y si se riega por inundación hay que sacar el agua rápidamente, hay que estar fino en ese procedimiento, sino puede ser contraproducente”, advirtió.
Para el Ing. Apolinario “el riego es la salida para la soja en la zona”, ya que es un área con agua disponible. “Hay que tratar de idear la forma de usarla para que los rendimientos sean más estables”, además de que el riego adecuado “siempre hace la diferencia” en el resultado final de la producción.
Sobre este mismo tema el Ing. Collares también resaltó “los muy buenos resultados” de los que han “empezado a probar el riego” que por el momento “son chacras muy puntuales”. De todas formas “hay gran interés y atención del sector, todos estamos muy interesados y mirando mucho esas experiencias para ver cómo dinamizarlas y hacerlas crecer”.
“Hay un proyecto planteado a nivel de INIA con la participación de Erro y la Consultora del Este, en el cual se está trabando para ajustar aspectos de manejo y logísticos entre otros, tratando de ver por dónde caminar para avanzar”.
Las zonas arroceras tienen “un potencial muy grande con su sistema de riego” y “como futuro es muy promisorio e implica un cambio cultural, un entrenamiento, una adaptación de la estructura de las empresas. Es un proceso que va a llevar su tiempo”, resumió.
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