Nuevos episodios de lluvia interrumpieron la baja y revirtió la tendencia dando un nuevo empuje al cambio de escenario en este año que quedará en la historia como Annus Horribilis, signado por el covid 19.
Llegando al fin del 2020, miramos para atrás con estupor y con espanto. No tanto por el número de muertes que provocó y sigue provocando, que hasta ahora suman “apenas” 1,6 millones de personas, y que crecerán quién sabe hasta cuántos más, en todo el mundo, pero por ahora afectando mayoritariamente los países ricos de Europa y todo el continente americano, empezando y terminando por EEUU. Enorme tragedia, que a muchos nos ha pegado directamente llevando prematuramente afectos cercanos, pero que no tiene punto de comparación con otras pandemias, la más cercana de las cuales, la mal llamada “gripe española”, mató, se dice, a unas 50 millones de personas a la salida de la 1era Guerra Mundial.
En la actualidad, con el desarrollo científico y tecnológico, a pesar de que con la globalización del comercio y de la circulación de personas la difusión universal de cualquier patógeno se produce en cuestión de días o de horas, a pesar de lo cual, decíamos, no es concebible una epidemia con ese grado de letalidad, sin que se le encuentren alivios o soluciones con cierta celeridad. Así ocurrió en la década de los 80 del siglo pasado con el HIV, para el cual se desarrollaron tratamientos que convirtieron ese flagelo mortal en una enfermedad crónica, con la que se puede convivir más o menos bien por muchos años.
En esta ocasión, la ciencia – y el afán de lucro azuzado por la posibilidad de atender un mercado de miles de millones de personas -, las instituciones y las empresas, consiguieron desarrollar una vacuna (muchas diferentes, en realidad) en menos de 10 meses, cuando normalmente demoran varios años en estar disponibles.
Ahora se trata de inocular a la gente, proceso nada sencillo, por la logística que contemple la cadena de frío y porque son cuantiosas multitudes, que viven en ciudades, campos, montañas, bosques, desparramados a lo largo y ancho del planeta, las que requieren el pinchazo protector.
Decíamos al inicio que no es solo el problema de la mortalidad, ni siquiera la morbilidad, los enfermos, los que demandan internación hospitalaria y los que quedan con secuelas del ataque de la enfermedad: lo que caracteriza esta pandemia y quedará en la peor historia es el impacto que provocó en la movilidad, en la economía, en el trabajo, en el esparcimiento, en la forma de vida de las sociedades modernas, que se vieron drásticamente trastornadas por el encierro de poblaciones sanas, por el cese de las actividades sociales y laborales, por el pánico que determinó la suspensión de los trabajos y de los disfrutes a los que la humanidad creía tener derecho y haber alcanzado definitivamente.
No ganamos para sustos
Entre nosotros, así como la vida corriente, el comercio y la producción venían más o menos bien, por lo menos los peores extremos parecían bastante controlados.
En el comercio de carne, a pesar de algunos vaivenes y sobresaltos, la actividad se desarrollaba dentro de marcos aceptables, para el contexto mundial que se vive.
Últimamente, Europa, complicada con la expansión del virus, redujo el consumo de comidas fuera del hogar y el precio de la carne enfriada de alta calidad vendida dentro de las cuotas se desplomó. El Hilton, el negocio de mayor valor, baja a la mitad su precio histórico, como dato más significativo. La otra cuota importante de valor, la 481, se viene reduciendo en sus volúmenes siguiendo un cronograma establecido antes del covid, y ahora también está afectada por la caída de la demanda.
Cruzando el Atlántico, al finalizar el año, vuelven a operar las cuotas con EEUU y con Canadá, países que en este año tan enredado tuvieron mucha importancia para sostener nuestras exportaciones activas y valorizadas en momentos de incertidumbre y retroceso. No quiere decir que se repita la situación el año próximo, pero siempre representa una corriente comercial valiosa.
Mucho más relevante, como es notorio, es el rol de China, cuya demanda post covid se recompuso y mueve con fuerza creciente las palancas del comercio mundial. Aun en lo que va de este año, en el que bajó fuertemente su participación en nuestras exportaciones, viene absorbiendo el 54% de la carne vacuna en toneladas, que equivalen a US$ 645 millones sobre un total de US$ 1.412 millones, al 5 de diciembre pasado.
También es el principal comprador de otros productos que se engloban dentro del sector cárnico: menudencias, subproductos, y carne ovina. Agregados estos ítems, las compras chinas alcanzan a US$ 818 millones al 5 de diciembre, un 48% del total exportado.
Alerta roja
Pues bien, claros y oscuros, pero en los últimos días, un nuevo sobresalto vuelve a desvelar a los actores del rubro: unos envases que contenían carne uruguaya en China fueron detectados con presencia del covid. A todas luces que nada tiene que ver nuestro país con el problema – el frigorífico exportador, el BPU, aclaró que se trata de una carne producida y exportada hace un año, en diciembre de 2019, cuando ni siquiera se sospechaba que iba a existir el virus, que recién recaló en marzo del 2020 en nuestras costas-. Es evidente que la contaminación se produjo en alguna otra etapa del prolongado periplo que recorrió ese embarque, sin duda carne congelada para industria. Sí, clarito, las instituciones nacionales se apresuraron a aclarar el punto, pero los nervios siguen de punta. Es como lo de Cavani, que le dijo gracias Negrito a un amigo en un chat y la Fifa o no sé qué autoridad políticamente correcta del fútbol europeo lo amenaza de sanción por usar términos “racistas”; un absurdo, una injusticia, pero igual te castigan, para dar el ejemplo. Lo mismo puede pasar con la carne en China; aunque hasta el cierre de esta nota no tenemos noticia de que hubiera habido una resolución de ese país imponiendo alguna restricción, la situación generó una inquietud importante. Pocos días más tarde de ese acontecimiento, aparecen los primeros casos positivos de covid dentro de un par de plantas frigoríficas de mediano porte, pero importantes, de larga trayectoria en la plaza: Casablanca y Lorsinal. Las plantas suspendieron su actividad, adelantándose a las medidas que pudiera tomar la autoridad sanitaria; parece probable que estos episodios generen restricciones por parte de China, cuyo alcance se está por ver. Un comprador hegemónico en cualquier mercado puede imponer sus normas y tanto en los cárnicos como en otros productos clave – soja, celulosa, lácteos (crecientemente), lana, y otros menores – tenemos una gran dependencia de la demanda china, así que el asunto sanitario involucra no solo aspectos de salud pública sino también de comercio, producción, empleo, vitales para la economía del país.
La situación es dinámica, todo está empeorando, la difusión exponencial del virus nos lleva a la misma categoría que el resto de los países de la región, de los cuales nos habíamos diferenciado exitosamente hasta ahora. El efecto del empeoramiento todavía no repercute claramente en la cadena productiva, pero genera temor e incertidumbre sobre lo que pudiera acontecer en un sector clave para la vida del país, que hasta ahora venía teniendo un desempeño impecable.
Agua caprichosa
Hablemos de producción, que es menos estresante. Un par de episodios de lluvia, aunque desparejos, fueron suficientes: el mercado de haciendas gordas, que venía hundiéndose sostenidamente desde hace varios meses – el pico de máxima de precios se dio a fines de julio pasado y desde entonces bajó todas las semanas -, rebotó en forma importante a partir de las aguas caídas en dos oportunidades cercanas entre ellas: el 28 de noviembre y el 3 de diciembre, tormentas y aguaceros regaron buena parte del territorio, sobre todo en el Norte y Centro del país, y mucho menos en el Sur y el Este. Nuevos episodios de lluvia, también erráticos y desparejos, tuvieron lugar el último fin de semana, 12 y 13 de diciembre, lo que dio un nuevo empuje al cambio de escenario.
Algunas zonas que estaban agonizando, recibieron cuantiosos volúmenes de agua, pero otras, particularmente en el Sur y en el Este, fallaron y siguieron complicándose.
De todos modos, los pronósticos para el trimestre de verano que arranca en diciembre, no son auspiciosos: están signados por el estigma de la Niña, aguas frías en las costas del Pacífico – que se asocia a un déficit de precipitaciones en nuestro territorio -, fenómeno que se consolidó en las últimas semanas.
El gobierno declaró a las zonas más deficitarias, que abarcan unas 5 millones de has, cerca de un tercio del territorio productivo, en estado de emergencia climático, lo que facilita la concesión de algunos créditos de apoyo con intereses subsidiados (ningún regalo) y la postergación de determinados vencimientos, y poca cosa más.
Cualquier ayuda sirve, pero lo principal para la ganadería es que funcionen fluidamente los mercados, que los afectados por la seca puedan reducir carga – lo que implica muchas veces desprenderse de ganados destacados, no es poca cosa – a precios correctos. Para eso es importante que se mantenga la demanda, que haya productores que compren esos ganados y que tengan forraje suficiente para llevarlos adelante. Uno de los mayores y más importantes adelantos que tuvo la ganadería fue el desarrollo de los sistemas de comercialización de hacienda para el campo mediante las pantallas, que unificaron el país en un mercado que funciona aceitadamente, sin que el productor tenga que tropear sus animales hasta algún local feria de su zona, lo que lo dejaba al arbitrio de una demanda local debilitada en caso de sequía o cualquier otra condición adversa.
Si, en vez de achicar dotación, el productor apuesta a defender sus ganados, lo que importa es que pueda acceder a comprar los suplementos necesarios a precios razonables y en forma oportuna. Los apoyos crediticios cumplen en estas ocasiones un papel fundamental, pero tienen que funcionar con agilidad.
La gran tarea ganadera en esta época es el entore, sobre el que pondremos la lupa en próximas entregas.
Rebote de precios
Como decíamos, los precios del ganado gordo, que venían en baja sostenida desde hace más de 4 meses, en un proceso que había acumulado una caída del orden del 20% en ese período, por efecto inmediato de la lluvia, interrumpió la baja y revirtió la tendencia, pegó un buen salto desde el fondo del piso en que se hallaba, y anuncia la probable continuación de este movimiento, en la medida que no se plante una seca severa. Desde el piso de US$ 2,80 el kilo de novillo gordo en 4ª balanza, o de US$ 2,55 para la vaca gorda, que se llegaron a pagar en el peor momento, los precios subieron alrededor de 15 cts. al redoblar de la lluvia en los campos. Lejísimo todavía de los precios que existían antes de que apretara la seca, pero marcando una línea de recuperación muy notoria. El efecto en el mercado de reposición va en la misma dirección, se reanima la demanda, aunque los precios todavía no se recuperaron a los niveles anteriores a la reciente caída.
Faena
El otro fenómeno que se instaló desde el mes de octubre es el aumento de la faena, en buena medida impulsada por la exacerbación de la oferta debido a la falta de agua, complementada por una nutrida participación de los corrales. Es más que probable que se llegue a las 2 millones de cabezas faenadas al final del año; mejor de lo que se preveía, pero que de todos modos equivale a una baja del orden del 10% respecto al año anterior, con mayor incidencia en la categoría vacas. No obstante, los operadores del mercado, que recorren el territorio y están en contacto con los ganaderos, estiman que no hay abundancia de ganado gordo o en preparación avanzada, lo que se correspondería con una faena moderada en el verano y un nivel de precios entonados para las categorías de embarque.
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