La irrupción del coronavirus Covid-19 marcará un antes y un después. Millones de personas en los casi 200 países del mundo, cada cual con su cultura, costumbres y tradiciones, comparten esa inquietante sensación de vulnerabilidad e incertidumbre. No ha de haber ser humano en el mundo, mínimamente responsable, que se mantenga indiferente a lo que está pasando.
En Milán (Italia) una uruguaya que reside allí hace más de veinte años, dijo que está viviendo como “si estuviera dentro de una película de terror”. En Uruguay aún estamos lejos de ese extremo, pero no somos del todo ajenos ni tenemos un comportamiento muy diferente al que hemos visto en otras ciudades del mundo, con la gente que se apresura para ir a los supermercados y comprar alimentos, productos de limpieza, desinfectantes, alcohol en gel, incluso el papel higiénico, y no paran hasta que se agota. La psicóloga y perito forense Silvana Giachero explicó que es el miedo lo que lleva a que actuemos de esa forma, y recordó que el académico estadounidense Baruch Fischhoff dijo que de esa forma, incluso comprando papel higiénico, se retoma la “sensación de control” ante la impotencia.
En Montevideo un empleado de un supermercado dijo a La Mañana que no ha habido desabastecimiento, pero “en un día tuvimos que reponer cuatro veces la góndola del alcohol en gel”, algo que es absolutamente inusual; y el domingo la Asociación de Supermercados comunicó que es innecesario hacer compras “masivas” porque el abastecimiento está asegurado, y eso devolvió la tranquilidad a muchos.
La observación es que mientras muchos corren a hacer sus compras y abastecerse de productos de primera necesidad para resguardarse en sus casas, ¿quiénes son los que aseguran ese abastecimiento que garantiza que más allá de algunas compras masivas no nos falte lo más importante: el alimento?
En China, por ejemplo, se impulsa el consumo de lácteos como forma de fortalecer el sistema inmune y luchar contra el coronavirus, y durante el período de prevalencia de la epidemia, ahora declarada pandemia, el consumo de lácteos creció 13 %. O sea que mientras millones de chinos se refugian en sus casas con las heladeras abastecidas de productos lácteos, ¿quiénes hacen posible que leche, yogures o quesos estén en los puntos de ventas para que el ciudadano pueda adquirirlos y sentirse seguro mientas los consume en su domicilio alejado de todo riesgo? La misma pregunta vale para cualquier ciudad en Uruguay, fundamentalmente Montevideo que suele ignorar u olvidar el origen de todos los productos, sean frutas, verduras, carnes, que llegan al consumidor final.
Es importante reflexionar sobre este punto para que no perdamos el foco de dónde estamos parados: sin productores trabajando todos los días y sin hacer cuarentena o teletrabajo, no sería posible encontrar alimentos en los supermercados o cualquier puesto de venta de cualquier ciudad.
Si hay leche es porque cada día, antes que salga el sol y en la tarde antes del anochecer, todos los tamberos del país ordeñan sus vacas, como siempre lo han hecho, como si no hiciera frío o calor, como si no hubiera domingos o feriados, y ahora como si no hubiera coronavirus.
Lo mismo sucede con el agricultor que recorre sus campos observando el maíz y la soja, analizando cómo reaccionaron los cultivos ante las últimas lluvias. Mauricio Touron (Soriano) dijo que el productor está acostumbrado a las adversidades, fundamentalmente la climática, pero “una pandemia es una cosa distinta”, de todas formas “ya empezó la zafra del maíz” y luego “empieza la soja”.
A su vez el arrocero está en plena cosecha recientemente inaugurada, movilizando un importante grupo de personas que trabajan en función a los resultados de cada chacra.
Los ovejeros por su parte finalizaron la zafra de carneros pero el productor continuará haciendo el manejo que corresponda para conservar la sanidad de sus animales y alcanzar una mejor encarnerada. El productor y colono Gabriel Arrieta, dijo que se afectó el relacionamiento social, pero que la producción continúa. “Yo tuve la precaución de ir la semana pasada a la veterinaria y comprar matabicheras, antibióticos, repelentes para las ovejas, agujas, jeringas, todo para abastecernos” por un tiempo mayor a como lo hago siempre y “evitar tener que volver ir” en los próximos días.
Mientras que muchos corren a hacer sus compras y abastecerse de productos de primera necesidad para resguardarse en sus casas, ¿quiénes son los que aseguran ese abastecimiento que garantiza que no nos falte lo más importante: el alimento?
En cuanto a la producción de carne, sea de vacuno, ovina o avícola, los ganaderos y façoneros continúan con sus actividades cotidianas, en todos los rubros el flujo de materia prima es normal. La semana pasada la Asociación de Consignatarios de Ganado informó que el número de vacunos faenados se mantuvo en los guarismos esperados por encima de las 42.000 cabezas y los ovinos crecieron a casi 20.000, lo que mantiene la actividad de la cadena y en las plantas de faena. Sobre la avicultura, Denis Villalba de Valle Alegre dijo que el número de ingresos, las ventas y el consumo son normales, sin ningún tipo de problema en el abastecimiento.
De igual forma el sector granjero mantiene sus actividades y eso se ve en el movimiento de mercadería que registra el Mercado Modelo que no ha mermado, manteniéndose el ingreso proveniente de las diferentes chacras como las salidas a abastecer puntos de venta minoristas. Esta semana el Observatorio Granjero dijo que la actividad ha sido “ágil” y que “la mayor demanda” fue para los cítricos.
¿Afecta el coronavirus la seguridad alimentaria de las personas, y/o puede hacerlo en el futuro?
Juan José Borrell, autor del libro “Geopolítica y Alimentos” nos responde desde Argentina.
La pregunta es compleja porque hay diversos factores involucrados a escala mundial y regional, y es todavía un proceso en marcha. Las incidencias en la seguridad alimentaria las veremos hasta bastante tiempo después de finalizada la pandemia.
Las dos mayores incertidumbres asociadas son: ¿cuánto durará la pandemia? y ¿qué efectos negativos tendrá? En materia económica ya se puede apreciar cómo ha contribuido a deprimir la cotización de las principales commodities agrícolas. Es factible que continúen bajando y que complique aún más la economía de los países exportadores del Cono Sur. El cierre sanitario parcial de algunas fronteras complica a los países dependientes de las importaciones para la alimentación de sus ciudadanos.
El factor psicológico que impulsa compras masivas de bienes alimentarios básicos ha generado cierto agotamiento temporario en supermercados de grandes urbes. En Argentina por ejemplo, se ha sumado la especulación de las cadenas de supermercados por aumentar los precios de alimentos e insumos higiénicos al consumidor. Esto resiente el acceso de la población urbana de ingresos medios-bajos a un suministro adecuado y suficiente, vulnerando la seguridad alimentaria.
Se ha activado la presencia estatal a nivel mundial y regional, no sólo para gestionar asuntos vinculados a la salud pública y la logística de aprovisionamiento de alimentos, sino que también para aplicar normativas de abastecimiento, incentivos y exenciones de gravámenes para que no se resienta aún más el circuito del comercio alimentario.
En China el gobierno modificó las regulaciones sobre la venta de animales silvestres y exóticos vivos en mercados locales, así como la Organización Mundial de la Salud insta a la cocción de alimentos y al cumplimiento de normas de higiene e inocuidad alimentaria a escala global a los efectos de mitigar posibles brotes zoonóticos.
Hoy más que nunca las dinámicas geopolíticas y juegos de poder se están librando en una dimensión biopolítica. El cuerpo humano es un campo microfísico de batalla.
Frente a un panorama mundial de incertidumbre económica e inseguridad humana, lo peor que pueden hacer los gobiernos y la ciudadanía es incurrir en una doble negación de la pandemia: “Sabemos lo que está sucediendo, pero no queremos saber lo que sabemos, por lo tanto no sucede.”
Juan J. Borrell es profesor titular de Geopolítica en la Universidad de la Defensa Nacional, Buenos Aires, e investigador de la Universidad Nacional de Rosario. Integró la delegación oficial ante el CFS de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, ONU), Roma, de 2011 a 2019. Autor del libro: Geopolítica y Alimentos. El desafío de la seguridad alimentaria frente a la competencia internacional por los recursos naturales. Buenos Aires: Biblos, 2019.