El área rural de Montevideo comprende aproximadamente el 60% de la superficie del departamento, donde viven alrededor de 60 mil personas, según la Intendencia de Montevideo. Los productores agropecuarios conviven en zonas donde la población ha ido aumentando en forma irregular, mientras los vecinos aseguran que “el aumento de habitantes del cinturón norte de Montevideo es similar al crecimiento de la ciudad hacia la costa”.
Gustavo Rojo es vecino de la zona y exfuncionario de la Agencia Nacional de Vivienda. Hoy trabaja diseñando políticas que permitan un acceso igualitario a la tierra y la vivienda. En conversación con La Mañana, contó: “yo me crié en el barrio Lavalleja, en la zona de Instrucciones y Propios, y después trabajé mucho tiempo con los asentamientos, en toda la parte del Montevideo Rural, enmarcado en el Plan Aquiles Lanza”.
Dicho plan surgió en 1985 y constaba del mejoramiento de viviendas por medio de un trabajo colaborativo entre los vecinos y la Intendencia. Pero, según Rojo, ese trabajo no tuvo una extensión al resto de la zona. “Desde hace unos treinta años se ha triplicado el tema de los asentamientos, porque cuando se arrancó con el Plan Aquiles Lanza, donde trabajé como sobrestante, había muy pocos, que en ese entonces se les llamaba cantegriles”.
“Esos asentamientos estaban, por lo general, dominados por los depósitos de papel, de metales, porque toda la gente iba a levantar basura y les vendía el papel y los metales que conseguían. Hoy eso ha cambiado, y la gran problemática es la droga”, aseguró Rojo.
El problema de acceder a la tierra
“Otra problemática del Montevideo Rural es que toda la zona, que era principalmente de chacras de Mendoza al norte, con plantaciones de viñedos, frutales, verduras, era lo que abastecía a la ciudad, y hoy esas quintas han quedado a la buena de Dios. Muchas las han ocupado, otras están, pero con muchos problemas porque no tienen actividad que les rinda”.
Estos problemas se dieron por varias razones, indicó Rojo. “Una es que la gente no podía competir con las grandes superficies que traen todo importado. Lo otro fueron los hurtos constantes, y la gente empezó a dejar de plantar. Hoy hay asentamientos, donde hay entre diez y veinte hectáreas ocupadas”.
Si bien el mayor crecimiento demográfico se dio hacia el este, la zona norte de la ciudad también ha visto un crecimiento mucho más irregular. “La gente no se da cuenta que por Belloni al norte hay barrios enteros que a veces ni se conocen, vive mucha gente. Además, como es zona rural, no accede a todos los servicios municipales. La Intendencia cuando hizo el Plan de Ordenamiento Territorial no cambió esa zona a suburbana, quedó como rural, y eso dificulta la tarea de regularizar los asentamientos y poder cambiar la zona a potencialmente urbanizable”.
“Junto a la agrupación política que integro estamos trabajando en un proyecto para que, en conjunto con el MVOT, se trate de regularizar los asentamientos, lugares donde no se ha pisado en muchos años”.
“Hace 37 años estoy vinculado al trabajo en asentamientos, siempre vinculado al Partido Colorado, y ahora lo hago desde Cabildo Abierto, porque me pidieron una mano para trabajar en el área que me gusta.
Arrancamos con el Plan Aquiles Lanza, donde trabajábamos con la gente, ellos se involucraban en la construcción de su casa, y por ese sentido de pertenencia la cuidaban mucho. Hoy no veo tanto ese trabajo social alrededor de los programas con asentamientos, y eso es muy importante”, aseguró.
“La gente quiere acceder a la tierra, y por eso se han ido a la zona periférica, porque en la zona central los precios y los costos son demasiado altos. Y la gente construye sus casas, el tema es ver cómo facilitar el acceso a las tierras, además de trabajar en conjunto y más allá de un período de gobierno o partido para brindarle servicios a la gente”, concluyó Gustavo Rojo.
Una zona con potencial agrícola
Álvaro Martínez también es vecino de la zona rural de Montevideo. “Vivo justamente en donde termina la ciudad y empezarían las quintas, en Instrucciones y Belloni, en el noreste del departamento, y he visto los cambios que hubo a través del tiempo. Vivo y trabajo acá, hace cerca de veinticinco años tengo mi taller en la zona y conozco a los productores agrícolas que han quedado por el camino, y los pocos que quedan actualmente”, comenzó diciendo a La Mañana.
“En el taller reparo electricidad automotriz, y hace cerca de veinte años hice un curso de apicultura, y como conocía las quintas de acá podía conseguir fácilmente lugar para tener las colmenas, y también tengo producción de alfalfa y semillas, en los mismos campos”, comentó.
“Hace un tiempo me empecé a involucrar en política, porque creo que la manera de cambiar la realidad es vincularte a quienes toman decisiones para tratar de ver la manera de que esta realidad cambie. Así conocí a Gustavo (Rojo), y lo que tratamos de hacer es cambiar el lugar donde nacimos, porque lo conocimos de una manera y no me resigno al ver cómo está hoy”, aseguró Martínez.
El productor local y vecino recordó lo que supo ser la zona y el potencial que tiene. “Yo ahora estoy en la calle Lapacho, a una cuadra de acá había una quinta donde funcionaba una bodega en los años 60. En la otra cuadra está lo que era el casco de la bodega, ahí se guardaba el carro de la fiesta de la vendimia de Toledo Chico, era un lugar donde se reunía la gente, gran parte de la vida social se daba en ese lugar. Hoy pasas y ya no tenemos la fiesta, no hay carro”.
“Yo fui a la escuela nº 138, en Carlos Linneo y José Belloni, y cuando yo iba era una escuela de primera, hoy está catalogada como de contexto crítico, y esa palabra me entristece”.
“Al haber quintas, pasaban cuatro camiones de comisionistas que llevaban verduras al Mercado Modelo, y había un movimiento comercial que hacía que los hijos de los granjeros los llevaran la gran mayoría al colegio privado Don Orione, ahora muchos de los granjeros están bajo la línea de pobreza, y eso es triste”, reflexionó.
A raíz de esa realidad con la que convive, Martínez aseguró que “hubo como un olvido de parte de quienes toman las decisiones de esta zona. Se han hecho algunas experiencias, pero que en base a algunos errores no permitieron avanzar, habría que dejar que los verdaderos líderes regionales lleven adelante sus ideas, buscar soluciones para ese cinturón de la ciudad. Cuesta entender que tan próximo a una ciudad de un millón y medio de habitantes las quintas estén abandonadas”, concluyó.
La irregularidad del acceso a los servicios
Carlos Olivera vive en la zona de Puntas de Manga, en el barrio Nuevo Siglo, “en la época del Plan Aquiles Lanza trabajamos para la construcción de nuestras viviendas, la ayuda mutua es la mejor forma de trabajo, porque aprendes técnicas de construcción y uno valora mucho más que cuando te dan la llave en la mano directamente”.
Algunos años después, a raíz de un problema familiar, Carlos tuvo que dejar su casa en el barrio Aquiles Lanza y concretó un negocio en lo que fuera una chacra del Montevideo rural. “Compré lo que serían acciones de un terreno que se parceló de una chacra, donde resido actualmente. Después de algunas cuestiones judiciales, que no sabemos en qué quedaron, está catalogado como asentamiento, pero es un barrio lindo, tenemos todos los servicios en regla, y pagamos impuestos”, aseguró.
De la misma forma que Gustavo, Carlos comparte la preocupación por el acceso a los servicios por parte de la Intendencia, tales como el servicio de recolección de residuos, la mejora de las calles, veredas e iluminación. “No sé a qué responde, no lo entiendo, porque pagamos los impuestos para eso, y estamos a una cuadra de la zona suburbana, pero los servicios no llegan de la misma forma, porque estamos catalogados como zona rural”.
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