Hace algunas semanas se llevó a cabo un evento organizado por la intendencia de Cerro Largo, donde se analizaron las posibilidades de reactivar la cuenca lechera de la zona noreste. El resultado fue el habitual en este tipo de eventos, donde reinan las expresiones de deseo, el optimismo y alguna que otra promesa de megaproyecto. Lo más revelador para mí fue un breve análisis que me acercaron posteriormente, enumerando las dificultades que tiene la región, imposibilitando cualquier intento de reactivación.
Dominado por una profunda autocrítica, dicho análisis me reveló con absoluto detalle cuál podría ser el destino de la lechería, incluso en las cuencas tradicionales si no somos capaces de reaccionar a tiempo. Debemos agradecer a los colegas del noreste que nos han despertado de la siesta y utilizar su crítica situación constructivamente como “diario del lunes” para evitar generalizar a todo el país las dificultades que vive la lechería en esa región.
La cultura lechera en peligro
Entre los argumentos esgrimidos para justificar su escepticismo se destacaba principalmente la falta de cultura lechera. En una zona donde predomina la actividad ganadera, la falta de tradición lechera o agrícola dificulta acceder a mano de obra calificada y servicios anexos (contratistas, talleres, electricistas) indispensables para un rubro intensivo como la lechería. El sector lácteo históricamente ha dependido del recambio generacional y de una fuerza de inercia empresarial que de alguna forma los ha retenido en el rubro. Esa “terquedad” del tambero de mantenerse ordeñando a pesar de los extensos períodos con baja rentabilidad, son también un impedimento para los empresarios ajenos al sector, quienes condicionados tanto por las barreras de entrada como de salida, no se plantean desafíos importantes que puedan dinamizar el sector.
Por ello señalamos con insistencia la gravedad de continuar perdiendo industrias y remitentes. Ahora bien, ¿qué garantiza que este proceso silencioso de pérdida de cultura lechera no se extienda a todo el país? Así como nos descansamos en la capacidad de derrame que ofrece la lechería, la falta de ella demuestra muy tangiblemente sus efectos sobre las economías locales.
Muy probablemente la concepción Montevideo-céntrica que existe en Uruguay da por sentada la cultura y tradición lechera. Cuando ésta no está presente y se suma una pobre infraestructura, industrias ineficientes y poco preparadas para competir internacionalmente y distorsiones de mercado propias de un sector fuertemente concentrado, entonces los caminos para la reactivación dejan de ser creíbles.
Durante el último año se ha hecho un importante esfuerzo por poner en agenda a la lechería y en especial la crítica situación que enfrentan las pequeñas industrias que atienden el mercado interno. Sin embargo, la grave situación que atraviesan ha quedado en segundo plano debido a los excelentes resultados de la exportación de leche en polvo a la que la mayoría de estas industrias no acceden realmente.
A partir de ello, una parte del espectro político se encuentra considerando la posibilidad de realizar una reforma en el sector lácteo. Inspirados en el gran dinamismo que ofreció la ley forestal y el exitoso ejemplo de la reforma láctea neozelandesa del 2001, se pretende instalar el debate, incluyendo misiones técnicas neozelandesas como las que se recibieron para diseñar la ley forestal en aquel entonces.
En la reforma neozelandesa se forzó la creación de Fonterra (su propia Conaprole) con el objetivo de aprovechar la economía de escala y crear una industria competitiva globalmente. Ello motivó una importante reforma regulatoria que nivelara el peso excesivo de este nuevo gran competidor mundial. Con dos décadas de vigencia, la reforma permitió desarrollar exitosamente una fuerte industria láctea sin resentir la producción de Fonterra, quien fue capaz de liderar un importante crecimiento en la producción de leche. Este crecimiento vino acompañado de la apertura de diversas industrias lácteas amparadas en un marco regulatorio más benigno.
Políticas de promoción para una lechería más competitiva y diversa
Por estas latitudes, es indiscutible el rol que ha cumplido Conaprole como principal promotor de la lechería y como dijera algún dirigente recientemente “Si Conaprole no existiera tendríamos que inventarla”. El ejemplo neozelandés e incluso la crítica situación de la cuenca noreste demuestra que eso es tan cierto como lo es la necesidad de regular su desproporcionado peso de mercado. Lamentablemente, todo lo que ha quedado fuera del paraguas protector de Conaprole ha sufrido las consecuencias. O bien optamos por el monopolio (lo cual es casi unánimemente rechazado) o bien diseñamos políticas que promuevan una lechería más competitiva y diversa.
Reformar la lechería entonces requiere un profundo diagnóstico y el diseño de soluciones que potencien verdaderamente a la lechería. El principal problema que identificamos para llevar a cabo una reforma es la complacencia reinante. Luego del revelador diagnóstico llevado a cabo por Ceres, las soluciones propuestas se centraron en “más leche y mayor apertura comercial”, lo cual no resuelve los problemas de fondo que sufre la lechería.
Entendemos que un mayor volumen de remisión, si no es adecuadamente distribuido entre las industrias, difícilmente revierta la situación de escasez de leche de las empresas más pequeñas. Justamente por esta razón, muchas empresas lácteas han cerrado mientras que las restantes deben trabajar con mayor capacidad ociosa limitadas para competir por leche con Conaprole. La reforma neozelandesa tiene una importante lección que enseñarnos en este sentido.
Por otra parte, una mayor apertura comercial como el TLC con China y otros acuerdos en puerta, si bien son esperanzadores, difícilmente puedan ser aprovechados equitativamente por toda la industria. Muy probablemente esto exacerbe las diferencias entre industrias provocando una mayor migración de tambos a Conaprole acentuando la tendencia al monopsonio. Después de todo un proceso muy similar viene ocurriendo últimamente. Mientras Conaprole concentra el 70% de sus ventas en exportaciones de leche en polvo con aumentos de precios excepcionales que alcanzaron los 4000 USD/ton, las pequeñas industrias que atienden mayoritariamente el mercado interno experimentaron un aumento de precios ajustados por inflación del 7%. Durante este período el precio al productor aumentó un 19% lo cual acentuó aún más las diferencias entre Conaprole y el resto de la industria. Las empresas más pequeñas resintieron sus márgenes o peor aún, se vieron imposibilitados de igualar el precio al productor fijado por la industria, dificultando la posibilidad de retener a sus productores remitentes.
En definitiva, si bien apostar a un modelo aperturista es bienvenido, ello no debe encandilarnos como excusa para evitar las reformas que exige actualmente el sector lácteo. Uruguay ha estado encorsetado en el Mercosur durante los últimos 30 años y esto ha mantenido adormecidas a las empresas, quienes imposibilitadas de acceder competitivamente en los mercados internacionales no han necesitado desplegar verdaderas redes comerciales. Una parte importante de la reforma láctea deberá incluir un profundo reperfilamiento de las empresas lácteas más pequeñas para competir globalmente (proceso que también experimentaron las industrias neozelandesas a partir de su reforma). Ello indefectiblemente exigirá mayor inversión volcada a la automatización de los procesos, solucionar los problemas asociados a la rigidez laboral reinante y una fuerte estrategia comercial.
*Ingeniero agrónomo, MsC en Agronegocios
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