Una sequía acumulada que causó pérdidas millonarias y algunos desafíos que continuarán en 2024, como el valor del dólar.
Finalizó 2023, un año marcado por las dificultades globales que se presentan en diferentes áreas y que afectan el desarrollo de los países en todo sentido, incluso en lo que tiene que ver con la agropecuaria. La característica general del año que acaba de terminar puede sintetizarse como una menor recuperación de la economía mundial, con niveles más bajos que los que teníamos antes de la pandemia.
Además, se dieron guerras como la generada por la invasión rusa a Ucrania (febrero 2022), que en primera instancia se creyó que sería de breve duración y en febrero próximo se cumplirán dos años; o más recientemente la guerra entre Israel y Hamás, que se ha anunciado como un conflicto de larga duración y que podría agravarse si los países o diferentes grupos que accionan en la región con menor o mayor influencia optan por tomar partido, por presionar a los gobiernos y eventualmente ejecutar acciones armadas, con lo cual se llevaría a una escalada de la violencia en una zona de por sí vulnerable y con un historial de inestabilidad.
Los analistas no descartan crecientes dificultades para el mercado global de todo tipo de mercancías. A lo largo de la historia esa ha sido una consecuencia que las guerras han tenido en el mundo y que afectan colateralmente a la humanidad. Para Uruguay, que vive de lo que exporta, no es un tema de magnitud menor.
A la acción bélica cruenta se suman los impactos climáticos que también se han registrado en el mundo entero con olas de calor, largas sequías, inundaciones, lo que incide negativa y directamente sobe la producción de alimentos. Todo ese conjunto de factores implicó un fuerte empuje de la inflación, que afortunadamente ha cedido luego del pico generado por la guerra en Ucrania.
Una sequía histórica
En nuestro país, la característica de 2023 fue la afirmación de una sequía de dimensiones históricas en todo el territorio nacional.
A mediados de enero se debió extender la declaración de la Emergencia Agropecuaria de 2022 para los rubros ganadería, lechería, horticultura, fruticultura y agricultura, incluyendo rubros que hasta el momento no estaban, como avicultura, apicultura y forestación. Asimismo, en ese mes también se declaró la Emergencia Sanitaria por la plaga HLB en citrus en la localidad de Bella Unión y diez kilómetros a la redonda.
Respecto a la Emergencia Agropecuaria, fue la cuarta declaración luego de otras tres anteriores que se emitieron en 2020 (alcanzando 5,7 millones de hectáreas), en 2021 (catorce millones de hectáreas), en 2022 (doce millones de hectáreas) y en 2023 todo el país.
En enero, el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Fernando Mattos, destacó que el objetivo era “mantener las unidades productivas de pie y que ningún productor se viera forzado a abandonar la actividad por falta de ayuda”.
Días después se informó que el Ministerio de Defensa, en coordinación con el de Ganadería, formó un equipo de trabajo por el cual puso a disposición maquinaria y personal dedicado a limpiar aguadas y tajamares, también a realizar perforaciones para disponer de agua para riego y consumo humano.
Otras de las medidas tomadas a lo largo del año fueron el pastoreo en rutas y en unos mil predios de escuelas rurales de todo el país, los créditos de República Microfinanzas con tasas subsidiadas por el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) a plazos extendidos, la postergación de pago de la contribución en las intendencias, la extensiones de vencimiento de créditos, prórrogas para vencimientos del BPS, la financiación de costos de energía por parte de UTE y reducción del costo a productores regantes, la postergación de las obligaciones financieras a productores que deberían pagar BROU, la generación de una línea de crédito para productores de Colonización para la suplementación de ganado, las ayudas con entrega de alimentos para el ganado durante el invierno, entre otras.
Sin embargo, el impacto de una naturaleza persistentemente adversa, que causó una sequía histórica, es muy difícil de revertir y el costo total directo estimado fue de 1.883 millones de dólares (aproximadamente el tres por ciento del PIB), a lo que hay que sumar los impactos indirectos que se dan por derrame en toda la sociedad, incluso y más fuertemente en los pequeños pueblos y las pequeñas ciudades del interior cuya vida y desarrollo gira en torno a la actividad agropecuaria de la zona en que se encuentran.
La Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa), discriminó ese costo total de 1.883 millones de dólares por actividad productiva, determinando que el mayor golpe lo recibió la agricultura de secano, con un costo directo de 1.098 millones de dólares; la ganadería de carne, con 287 millones; la forestación, con 162 millones; las praderas que se perdieron tuvieron un impacto de 145 millones de dólares; la lechería, 136 millones; el sector granja, 43 millones; y vitivinicultura, doce millones de dólares.
Pero como dijo un jerarca del MGAP a la prensa a mediados de año, estamos ante una crisis de dimensiones enormes, generada por el mayor déficit hídrico en ochenta años, y sus consecuencias no se tapan con dinero.
Valor del dólar
El valor del dólar ha sido causa de permanente cuestionamiento y preocupación del sector rural en cuanto impacta directamente sobre sus costos, porque en la medida en que se mantenga bajo se pierde valor en la venta de lo que se produce.
A nivel gremial varias instituciones expresaron su preocupación por el tema y señalaron que fueron recibidos por las autoridades, pero nunca recibieron una respuesta que atendiera sus planteamientos. Los productores suelen expresar que ahora que las lluvias llegaron se debe confiar que la naturaleza respete los tiempos de las siembras y las cosechas. Si eso se cumple, resta esperar los mejores rendimientos posibles, en cantidad y calidad, para que toda la cadena agropecuaria se pueda recuperar para hacer frente a las obligaciones que quedaron pendientes y trasladar esa recuperación a los demás actores indirectos.
Si el clima ayuda, el productor uruguayo puede hacer mucho para lograr los mejores rendimientos, aportando su conocimiento y experiencia, cualquiera sea el rubro de acción al que se dedique. Sin embargo, otra pieza importante es el precio internacional de los productos agropecuarios que exportamos, algo en lo que no incidimos.
En lo que sí se podría actuar es en relación con el valor del dólar y la competitividad. La realidad es que el dólar no ha tenido en desempeño deseado y ha sido una herramienta para mantener la inflación. Por otro lado, la inflación en dólares resta competitividad y, si bien también aquí puede haber tendencias globales, corresponde al equipo económico encontrar las herramientas para que el tipo de cambio no afecte el funcionamiento del país y la rentabilidad de la agropecuaria, que siempre ha sido el sector que ha hecho funcionar a Uruguay.
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