Finalmente llegaron las lluvias a todo el país, entramos en el otoño y los campos verdean, con lo cual el apremio por invertir en riego que existía meses atrás lamentablemente comienza a diluirse. Esta dinámica que se repite año a año es parte de la idiosincrasia de los uruguayos, quienes basados en un régimen hídrico tan generoso como errático se cuestionan ¿por qué invertir en riego? Quizás este sea el mejor momento para responder esta pregunta y tener una discusión objetiva y libre de grandes urgencias hídricas.
El principal problema que enfrenta el desarrollo del riego en Uruguay es la asimetría de la información, la cual no solo alcanza a los productores, sino al sector financiero limitando el crédito. Si bien el monto de la inversión es muy importante, los datos evaluados sugieren que el riego tiene la capacidad de duplicar la producción y reducir a la mitad la variabilidad productiva. Ello únicamente debería ser suficiente aliciente para parar las orejas y abrir el Excel.
Uruguay tiene todos los motores prendidos y el riego aparece como la principal herramienta para dar un verdadero salto cuantitativo en la producción agropecuaria.Se estima que en el corto plazo Uruguay puede abarcar 300.000 hectáreas regadas por aspersión. Ello podría implicar una inversión próxima a los 700 millones de dólares, que dado el factor multiplicador del sector agropecuario, podríamos esperar un impacto del orden de los 2 mil millones de dólares. El incremento estimado en la producción de granos se podría incrementar en 1,2 millones de toneladas de maíz y 600 mil toneladas de soja, con lo cual habría una generación adicional de divisas por un monto de 500 millones de dólares.
Existen dos áreas claves que se deben atender para concretar estos alentadores augurios productivos.
Política energética
Las elevadas tarifas eléctricas (las más altas de la región) han generado problemas de competitividad, no solo para el desarrollo del riego sino de otros emprendimientos industriales. Si bien no se desconocen los esfuerzos realizados por parte de UTE mediante los descuentos en las tarifas eléctricas para riego, todavía queda mucho por hacer y la prioridad es el desarrollo de mayor infraestructura eléctrica.
Ello lleva a preguntarnos, ¿sería conveniente que el país invierta en infraestructura eléctrica para promover sistemas de riego a nivel nacional? Basta recordar el antecedente del plan de electrificación de la cuenca lechera en la década del 80, con lo cual se logró masificar el uso de tanques de frío, transformando y tecnificando la lechería uruguaya.
UTE viene trabajando hace años en la electrificación rural, pero el riego exige una mayor potencia instalada y la demanda no se encuentra uniformemente distribuida. Resulta fundamental entonces, realizar un relevamiento donde se puedan identificar potenciales regantes de forma de generar zonas o cuencas de riego que puedan justificar dichas inversiones. Este relevamiento también podría colaborar en una mayor organización de los productores quienes, amparados en la actual ley de riego, podrían hacer uso más eficiente de las fuentes de agua.
La capacidad instalada en Uruguay actualmente genera excedentes de energía que suelen exportarse a precios inferiores al mercado local o peor aún, perderse en la red. En 2019, de los 14.045 GWh producidos, un 61% se consumió en el mercado interno y un 21% se exportó, mientras que el restante 18% correspondieron a pérdidas en la red.
La importante inversión llevada a cabo por Uruguay para la ampliación de su capacidad instalada no fue acompañada realmente por una mayor infraestructura para su distribución a nivel local, sino que se optó por una mayor interconexión regional. Si bien las fuertes sequías en Brasil en años recientes contribuyeron a una mejor colocación de los excedentes de energía, esta situación no necesariamente se podría repetir todos los años. Uruguay cuenta actualmente con un escenario ideal para desarrollarse puertas adentro y transformar dichos excedentes energéticos en un motor para el agro y la industria nacional. El riego se presenta como un gran candidato para ello, siendo que la gran capacidad de derrame del sector agropecuario sobre el resto de la economía es su principal garantía.
Recientemente UTE, OPP y las intendencias de Río Negro y Soriano anunciaron un plan piloto para desarrollar un programa de riego. Este es un alentador cambio que podría permitir encauzar los esfuerzos desagregados que hasta ahora realizaban algunos productores de punta. Si algo positivo puede enseñarnos nuestra reciente historia forestal, es la enorme capacidad de desarrollo que tiene Uruguay cuando los estímulos, las políticas públicas y las empresas se alinean bajo un objetivo en común. Esto fue clave para que, prácticamente de la nada, al cabo de 20-30 años se desarrollara una ejemplar cadena agroindustrial como la forestal, que exporta en la actualidad más de 2.000 millones de dólares y comprende 18% de las exportaciones totales. ¿Podrían replicarse estas políticas de estímulo a otros sectores como el riego, la lechería o los cultivos intensivos?
Financiación del riego
El otro gran escollo que enfrenta el riego es la financiación de los proyectos. La importante inversión que implican los sistemas de riego y los extensos plazos de amortización, ofrecen ciertas limitantes que, junto a la falta de infraestructura eléctrica, han desestimulado el otorgamiento de créditos.
En términos generales, los bancos se encuentran muy bien capitalizados y la aún elevada proporción de depósitos en dólares debería generar un importante apetito por financiar este tipo de proyectos, sin embargo esto no ha ocurrido. Desde el punto de vista crediticio podría considerarse a los sistemas de riego como proyectos de financiación casi ideales, ya que la certeza productiva que ofrece, oficia como un seguro de rendimientos implícito, que debería más que compensar el descalce en plazos que incurren los bancos.
En algunas economías desarrolladas donde los sistemas financieros presentan mayor estabilidad, es una práctica común el otorgamiento de créditos a perpetuidad. ¿Está Uruguay preparado para ello? La gran estabilidad macroeconómica de los últimos años y las claras reglas de juego, independientemente del ejecutivo de turno, nos tientan a sugerir que si. Así lo entiende el BROU quien, ha comenzado a recorrer este camino mediante el lanzamiento de líneas de crédito para la compra de campos a 15 y 20 años, con el objetivo de promover herramientas que afinquen al productor rural y viabilicen la producción por via de una mayor escala productiva.
Sin embargo, la histórica baja rentabilidad sobre activos del sector agropecuario implica que, ante la necesidad de tomar crédito para la compra de campo, debemos incurrir en un apalancamiento negativo, con lo cual solo parece justificable ante la posibilidad de ampliación del área, donde la rentabilidad marginal y la dilución de costos fijos pueden llegar a justificar dicha inversión.
Una alternativa viable sería explorar la financiación a largo plazo de sistemas de riego donde en lugar de ampliar el área, se busque la generación de un “segundo piso”. Desde una perspectiva crediticia, si bien las garantías sobre equipos no son equiparables a la tierra, el aumento de la productividad que ofrece el riego, el mayor retorno sobre la inversión y una considerable reducción del riesgo a partir de una menor variabilidad productiva, parecen incentivos suficientes para promover este tipo de créditos a largo plazo.
*Ingeniero agrónomo, MsC en Agronegocios
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