Lejos de lo que suponen quienes promueven dejar de consumir carne persiguiendo el cuidado del medioambiente, el investigador uruguayo Walter Baethgen, con una dilatada trayectoria académica internacional, sostiene que el problema del cambio climático no es responsabilidad de los rumiantes como se ha intentado establecer en los últimos años. El también vicepresidente de INIA tiene claro que la ciencia aún debe recorrer un largo camino para seguir minimizando el impacto de la producción agropecuaria mundial, cuya responsabilidad es apenas doce por ciento del calentamiento global.
En los últimos años las emisiones provocadas por la ganadería pasaron a estar en los primeros planos y la lectura de un segmento importante de la población giró entorno a disminuir el consumo de carne, defender el bienestar animal y culpar a la vaca del problema del cambio climático. Este fenómeno se explica porque “le llega mucho más al corazón de las personas” hablar de dietas y maltrato animal que de los verdaderos responsables del problema, dijo a La Mañana el científico uruguayo Walter Baethgen.
Para derribar esos mitos, indicó que 75 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero son responsabilidad del sector energético a través de la utilización de los combustibles fósiles. Baethgen puso como ejemplo las nuevas aperturas de minas de carbón, de pozos petroleros o de nuevos yacimientos de gas natural. En este último caso, las pérdidas por cañerías comienzan en el nicho de origen hasta el domicilio o la fábrica que lo utiliza, y sentenció que “la suma de esas tres pérdidas de metano es igual a las emisiones de metano de todas las vacas del mundo”.
Baethgen está convencido de que “el cambio climático es probablemente la amenaza más grande que tiene la humanidad”. Pero “no nos tenemos que distraer” de esas tres cuartas partes de cuota que le corresponde al sector energético. Basados en datos objetivos para la comunidad científica, no existe desacuerdo al respecto, “lo que pasa es que cuando el conocimiento científico le llega a la gente” existen algunos temas más atractivos como “qué es lo que hay que comer, que las vacas contaminan o que los rumiantes son los malos de la película”.
La producción agropecuaria mundial en todas sus expresiones es responsable del doce por ciento del total de emisiones de gases de efecto invernadero. Entonces, el académico internacional mostró una seria sospecha sobre si no habrá “una campaña muy sofisticada de desvío de atención”, porque hay un sector responsable de 75 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y resulta que “la gente no habla de eso”.
En Uruguay 70% de las emisiones corresponde de a la ganadería
En Uruguay una de las maneras que la producción agropecuaria tiene para capturar carbono, secuestrarlo y que por muchos años no regrese a la atmosfera es a través de la producción de materia orgánica. Así, no solamente se contribuye con el medio ambiente, sino que se vuelve más fértil la tierra, se aumenta el carbono en suelo y se mejora la capacidad de almacenamiento de agua. Se trata de un mecanismo de limpieza de la atmósfera, tomando el CO2 de esta, absorbiendo energía solar y produciendo biomasa a través de las pasturas u otros cultivos. Con este mecanismo se puede lograr que la cantidad de CO2 que se atrapa en el sistema de producción sea mayor que el que se emite.
Contrario a lo que sucede en el mundo, en Uruguay el sector agropecuario es responsable de setenta por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Entonces, la gente que no conoce del tema “se horroriza”, pero existe una explicación válida. En un país con un perfil agropecuario tan importante, donde existen cuatro vacas por habitante, es lógico que así suceda. Pero además esta situación se explica porque la totalidad de la matriz energética es renovable, distintamente a como se genera a nivel mundial, donde los combustibles fósiles siguen siendo la base en este sector.
INIA procura buenos mecanismos de medición
En el mundo hay una generación de nuevos consumidores cada vez más exigentes, educados hacia el cuidado del medioambiente. A la hora de surtirse de alimentos en las góndolas de los supermercados buscan algunos datos relevantes con respecto al cambio climático. Baethgen señaló que, por ejemplo, se preguntan cuántos kilos de CO2 se emitieron para producir un litro de leche o un kilo de carne, datos que ya están apareciendo en los envases europeos. El lado peligroso en esta materia tiene relación con que algunos países utilicen estas medidas como una barrera no arancelaria y perjudique el comercio exterior de algunos productos de origen animal. Aunque también pueda existir una ventana de oportunidades en caso de expresarse una huella de carbono baja, permitiendo acceder a nichos de mercado dispuestos a pagar un poco más por esos productos.
Una de las tareas de Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) en este sentido es lograr mecanismos que midan correctamente todo el ciclo de vida del producto, lo que no es una tarea fácil. Un dato interesante es que la mayor parte de las emisiones “ocurren en el establecimiento agropecuario”.
Concepto de miopía del carbono
A pesar de todas las medidas que se puedan tomar para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, mantener el equilibrio del planeta es la principal de todas. Teniendo en cuenta que “la principal fuente de metano en el mundo son los humedales”, la comunidad científica ha comenzado a manejar el concepto de “cuidado con la miopía del carbono”, porque con la intención de reducir las emisiones de estos gases podemos afectar ecosistemas naturales.
Uruguay es un país como pocos en el mundo, donde la producción de carne, leche o lana a partir de pasturas naturales es un ejemplo de bienestar animal por la biodiversidad desplegada en esos lugares. Se trata de un ecosistema que por millones de años ha producido pasturas debido a que existían animales que las comían y fuegos naturales que se producían. El investigador resaltó el trabajo que vienen desarrollando los ministerios de Ganadería y Medio Ambiente sobre la huella ambiental por encima de la huella de carbono.
Los deberes detrás de los bonos verdes
Baethgen afirmó que durante el trabajo previo que finalizó con la emisión de bonos verdes por parte del Ministerio de Economía, existió un trabajo colaborativo muy interesante con el mundo científico. Expresamente INIA cuenta con especialistas midiendo emisiones de metano y donde “la ciencia informa a la política pública”.
Uruguay, muy inteligentemente, asoció la emisión de estos bonos, que no es otra cosa que salir a pedir plata prestada “a qué tan bien me porto con relación a temas ambientales”. La tasa de interés está atada al cumplimiento de determinadas promesas, si no se alcanza esa meta “voy a pagar más”, pero lo novedoso es que si no solamente se llega al objetivo y “me porto mejor todavía” esa tasa es menor.
Se trata de un mecanismo que va en concordancia con los esfuerzos que desarrollan las grandes empresas en el mundo presionadas por mostrar indicadores de sostenibilidad. Bajo este paraguas, estas empresas tienen que demostrar buenas prácticas ambiental, social y de gobernanza con personal capacitado que solo se fija en esas cuestiones llamadas “división de responsabilidad corporativa”.
Mejorar el diálogo entre la comunidad científica y la gente que elabora políticas públicas significa todo un desafío para el país, aunque existen algunos ejemplos exitosos. No solo se trata de “asegurarnos que progresamos en nuestro conocimiento”, sino que haya una pata que esté tratando de informar a quienes toman decisiones. Baethgen aseguró que no es una tarea fácil porque los idiomas y los intereses son distintos.
El ingeniero agrónomo Walter Baethgen tiene treinta años de experiencia profesional fuera del país. Actualmente dirige el programa de investigación regional y sectorial en el Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad (IRI) en la Escuela del Clima y se desempeñó como director interino del Centro de Agricultura y Seguridad Alimentaria, ambos en la Universidad de Columbia de Nueva York, en Estados Unidos. Además de ocupar este importante cargo en el país norteamericano, ejerce la vicepresidencia del INIA, institución que funciona con fondos públicos y privados.
Mientras los fondos del Gobierno permiten que se produzca una investigación innovadora como primer paso para luego alcanzar objetivos aplicados, el aporte del sector privado asegura metas que luego se pueden materializar en la actividad productiva. Baethgen se mostró orgulloso de los recursos humanos que prestan servicios en la institución, muchos de ellos priorizando su actividad en el país cuando bien podrían ocupar un lugar en los institutos más prestigiosos de Europa y Estados Unidos. Después de tanto tiempo en el exterior, de haber colaborado en varios continentes y trabajado con los mejores científicos del clima del mundo, Baethgen sentía ganas de devolverle algo a su país de lo mucho que había recibido.
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