Como en cada edición de la Expo Prado, este año será posible encontrar el kiosco y parrilla del Servicio de Ayuda Rural del Uruguay. Cada compra que se realice en cualquiera de los dos locales será un aporte para que el SARU siga contribuyendo a que jóvenes del interior profundo se desarrollen académica y profesionalmente.
Inés Uría es integrante del Servicio de Ayuda Rural del Uruguay (SARU), quien desde niña estuvo, indirectamente vinculada con la organización, ya que sus padres tenían campo a 30 kilómetros de Carlos Reyles e iban a Molles y allí estaba el colegio de SARU. Además, en las Expo Prado, recuerda ir a comprar golosinas, helados y alfajores al kiosco de la Sociedad. Al llegar a la juventud se acercó a la organización con el fin de colaborar y desde ahí nunca dejó de ser parte.
Sus primeras intenciones fueron colaborar en las guarderías que tenía SARU en Molles, ya que ella estudiaba psicología infantil y adolescente, y era un buen plan brindar charlas para padres. Luego de esa etapa comenzó a colaborar con el kiosco y al finalizar la carrera realizaba viajes a Guichón y Molles para acompañar a las adolescentes que estaban en régimen de internado. Aunque su principal tarea estaba vinculada al kiosco.
En entrevista con La Mañana, sostuvo que ninguna de las colaboradoras tiene una tarea única, sino que están en el lugar en el que se necesite ayuda. Ejemplificó que durante los días de lluvia en el kiosco merma la cantidad de clientes, sin embargo, la parrilla se llena y es necesario contar con más manos para servir las meses. “SARU es un gran equipo, todas somos mujeres y lo que nos une es la vocación de servicio”, señaló.
“SARU es, justamente, un servicio de ayudar para los adolescentes del medio rural profundo, quienes no tienen acceso al liceo debido a no vivir en un hogar en el pueblo o por tener que viajar muchísimos kilómetros. Entonces, a través del Servicio, logran tener acceso a los estudios. En su momento eran niñas únicamente, pero hoy se cuenta con educación mixta en Carlos Reyles, no así en Guichón, todavía”, detalló la entrevistada.
Uría tiene 34 años de casada, y desde antes de casarse está vinculada a SARU: “En estas décadas he visto cómo nos hemos aggiornado para que hoy los chicos tengan una buena preparación de cara los estudios terciarios”, señaló. Comentó que se cuenta con chicos en Tacuarembó que llegan del hogar estudiantil de ese departamento, a quienes se los ayuda. “El hogar universitario de ese departamento es un espectáculo que tenemos en el interior y es bueno que lo puedan aprovechar”, acotó.
La entrevistada agregó que algunos jóvenes están haciendo ingeniería forestal, por ejemplo, y que tienen la posibilidad de ingresar a la pastera por la cercanía, así como incorporarse al sector de forestación. “Queremos que los chicos estudien, se reciban y sigan trabajando en el medio rural. La idea es que no se desarraigue a las personas del campo, que se puedan formar, quedarse y dar valor agregado al medio rural, no solo en las actividades del campo en sí, sino a todo lo que hace la vida en el interior”, explicó Uría.
También explicó que se cuenta con dos chicas en Durazno que estudian magisterio y se espera que al recibirse ejerzan en su localidad. “Realmente es muy difícil sentirse extranjero en tu misma tierra, Montevideo es muy distinto, es difícil después conseguir trabajo, porque en tu medio conocés y tenés más posibilidades de hacer una pasantía y desarrollarte de manera integral. No hay cosa más linda que seguir en tu lugar de nacimiento, criar a tus hijos y estar cerca de la familia, de tus raíces”, agregó.
Desarrollarse cerca de casa
Actualmente en SARU existen distintas comisiones que permiten cubrir diversas áreas y necesidades en diversos aspectos. “Tenemos pequeños grupos entre los que dividimos tareas, y una de ellas es acompañar a los chicos. Estamos pendientes de cómo les está yendo en los estudios, cómo se adaptan a la universidad ya que no es lo mismo que el liceo, y si a alguno les falta algo buscamos la manera de suplir esa necesidad”, indicó Uría.
Una de las maneras que permite conseguir eso es la gran red de comunicación que ha formado SARU durante su historia de vida. “Hacemos un tejido de comunicaciones, de información y surgen todas las cosas, como computadoras, libros, lo que sea que se necesite. También participamos y colaboramos con diferentes comunidades como barrios de contexto crítico”, aseguró la entrevistada.
Indicó que, a veces, sucede que los estudiantes están en carreras que necesitan materiales específicos para continuar y han comprado herramientas, o han recibido las donaciones de esos materiales. “Por ejemplo, a un chico de Guichón pudimos pagarle una carrera online para que aprenda a arreglar aparatos tecnológicos, pero necesitaba las herramientas para seguir sus estudios, las conseguimos y hoy está trabajando alquilándose un local. Esa es la idea, que los chicos tengan acceso a un título terciario y se desarrollen profesionalmente”.
Colmar las expectativas
Uría dijo que cada edición de la Expo Prado se vive con muchos nervios y emoción. Poco más de un mes antes se inician los preparativos con una lista en la que se registra lo que pudo haber faltado el año anterior, desde la decoración hasta los productos, ver si algo está dañado y hay que repararlo, de manera de mejorar los espacios y el servicio que se les da a los clientes.
A su vez, se organizan las donaciones que reciben desde algunos meses antes del inicio, en general, ese es el momento en que comienzan a colaborar con el Servicio de cara a la Expo. “Desde hace años que colocamos cartelería con agradecimientos a quienes nos ayudan, porque significan una alegría y un empujón para seguir adelante”, acotó la entrevistada.
Uría afirmó que la meta no es únicamente tener un Prado exitoso en materia económica, sino estar siempre brindando un servicio de excelencia y que quienes conocen el servicio se lleven eso. “Las colaboradoras tenemos nuestras actividades personales más allá de SARU, no somos ni chefs ni mozas profesionales, ponemos todo de nosotras para que, justamente, sea un éxito y los comensales salgan felices y vuelvan. Si bien tenemos clientes de toda la vida, siempre es un desafío y nos pone nerviosas”.
En el momento de la entrevista, la pasada semana, la entrevistada de encontraba preparando unas milanesas de peceto con carne que fue donada por el frigorífico Santa Clara. “Nos dividimos entre todas y armamos paquetes de milanesas que luego congelamos, trabajamos de manera que todas las milanesas queden iguales a la vista y en el sabor. Cada una se ofrece a hacer alguna tarea y año a año se nos suman más personas, como amigas, por ejemplo”, relató.
Explicó que SARU no es solamente “las caras visibles” del kiosco o la parrilla, sino que detrás hay mucha gente, colaboradores, donantes y la ARU, “que desde el primer día nos brindan los locales, además, con el tiempo, hemos ido evolucionando en el espacio que tenemos, la cantidad de colaboradoras trabajando, entre otras cosas”.
Una onda expansiva
La entrevistada fue consultada sobre la importancia de SARU en el territorio, y dijo que no es menor el de que se tienen más de 500 adolescentes a quienes se los mantiene durante todo el año para que estudien en el interior profundo. “Si trazamos una línea paralela al río Negro, desde el río Uruguay y hasta la laguna Merín, ahí está SARU, en Guichón, Paysandú, Durazno, Tacuarembó, Treinta y Tres, Cerro Largo”, dijo.
“No son solo 500 chicos, son 500 familias las que terminan siendo ayudadas por el Servicio. Recuerdo en pandemia cuando los estudiantes no podían ir al liceo porque no había clases presenciales, y ellos estaban en un núcleo familiar con bastantes carencias, por eso comenzamos a acercarles canastas de alimentos. SARU no se queda solo en los pedidos del principio de año y la lista de útiles, eso es únicamente el origen, es como cuando tirás una piedrita al agua, las ondas se expanden y llegan más allá, eso hace SARU”, sostuvo.
Agregó que, a su entender, “lo más valioso es que cada cosa que tenemos, de lo que nos donan o conseguimos, llega a quien tiene que llegar para que pueda cumplir con sus metas. Cada peso que se hace en las ventas de la Expo Prado tiene un fin y llega a quienes tiene que llegar”, puntualizó.
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