En medio de sucesivos conflictos en la industria frigorífica, la multinacional Minerva Food rearma su estrategia para adquirir de Marfrig tres de sus plantas frigoríficas en el interior del país (San José, Salto y Colonia). Desde el inicio de las negociaciones direccionadas a la compra de la mayoría de las plantas de Marfrig, el Ing. Agr. Guido Machado se manifestó en contra de la negociación, lo que fue respaldado por la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia. Ante esta nueva propuesta, La Mañana entrevistó a Machado, quien mantiene su opinión al respecto.
¿Cuál es su opinión respecto al cambio de estrategia de parte de la multinacional Minerva para la compra de frigoríficos y su sociedad con el grupo indio Allana?
Son estrategias empresariales a las cuales uno ya está acostumbrado. Esto fue un tema ampliamente discutido al más alto nivel, con las máximas garantías que brinda el Uruguay, porque los uruguayos nos hemos dado un arreglo legal y de formato de acción que nos permite dar garantías, fundamentalmente, a quienes son los sujetos de esta acción, los productores nacionales. Nosotros tenemos una masa de 45.000 productores uruguayos, ¿quién los representa? No están representados por ninguna empresa ni por ninguna organización que nuclee a todos. La responsabilidad de defenderlos es de la estructura jurídica que nos hemos dado los uruguayos a lo largo del tiempo, mejorándola. Y esa es la garantía que tiene que preservar el gobierno, en este caso la Comisión de Defensa de la Competencia (Coprodec), que depende directamente del Ministerio de Economía y Finanzas [MEF].
Es un nuevo intento, porque no es novedad. Ellos siguieron haciendo propuestas al seno de la Coprodec, buscando salidas a la negativa que se les impuso. Y si uno analiza la sólida argumentación que presentó la Coprodec, basada fundamentalmente en aportes que nos fueron solicitados a INAC, realmente son muy contundentes. Nuestro aporte está basado no solamente en la información nacional, sino en un análisis y un estudio de todos los temas de competencia, básicamente donde está más desarrollado el tema en términos jurídicos, que es Estados Unidos. Toda esa información se la aportamos a la Coprodec para que tuviera elementos de juicio necesarios y suficientes para tomar una decisión que, reitero, fue muy firme. A pesar de que se hizo una serie de propuestas y reclamos, no tuvieron andamiento porque, sin lugar a duda, este negocio de incorporación de cuatro plantas saca al Uruguay de una situación de confort en términos de competencia, que tenemos que cuidar muchísimo dentro de un sector que es clave en la economía del país, como el agropecuario y, fundamentalmente, su eje, la ganadería.
¿Esto impacta en la industria frigorífica?
Sí, efectivamente. Todas estas posibilidades existen, el Uruguay es un país apetecido por los inversores, pero en el tema de la industria frigorífica tenemos una capacidad de faena ociosa. Permanentemente tenemos frigoríficos cerrados, en el sentido de que empresas como Marfrig, por ejemplo, tienen cuatro plantas, cierran una y hacen ese tipo de trabajo, cerrando plantas, funcionando en otras. Uno de los argumentos más sólidos que generó la decisión de la Coprodec fue que aquí no es necesario ampliar la capacidad de faena de las plantas. Y, por ejemplo, en el caso concreto de Minerva, existía la clara evidencia de siempre mantenía cerrada una de las plantas que tenía. Pero realmente no daban argumentos sólidos para decir que queremos ampliar nuestra capacidad de faena. La podían hacer con las plantas que tenían.
¿Cómo afecta esto en la comercialización de nuestra carne a nivel internacional?
Es un tema que consideramos laudado. No sé qué van a decidir las próximas autoridades. El Uruguay está en un cambio, en un proceso de transición de un gobierno a otro, sin duda el MEF ya está avanzando rápidamente en el proceso de transición. La Coprodec tendrá otros integrantes, pero por lo que he escuchado a los distintos actores políticos que representan al nuevo gobierno, no creo que haya mayores cambios. Podrá haber nuevas propuestas, porque es lógico. Los empresarios quieren buscar una salida a este tema, pero tienen que reconocer que los uruguayos nos hemos dado este arreglo para defender la competencia en el país, algo que sin duda es muy importante, muy sano, y que busca preservar, reitero, la posibilidad de que los 45 mil productores uruguayos que envían su producción a las plantas frigoríficas tengan garantías de que no hay una dominancia de mercado, sino que hay una competencia leal y posible para todos. Esa es mi línea de pensamiento.
Además, el Uruguay tiene que avanzar rápidamente en una reestructura productiva para mejorar los sistemas de producción, la calidad de la carne, los niveles de extracción de vacunos, los procesos la edad de abate de los animales. Todos son elementos que están en juego, porque permanentemente estamos abriendo nuevos mercados que tenemos que satisfacer. Desde INAC nos hemos propuesto, en primer lugar, generar una demanda en el mundo, y por eso se ha trabajado tanto, por ejemplo, en un mercado muy auspicioso e importante para el futuro del Uruguay, como es el sudeste asiático. Ya se logró el año pasado el ingreso a Malasia, que son nada más ni nada menos que 34 millones de habitantes, 10 poblaciones de Uruguay, y países con millones de habitantes que están incorporándose rápidamente al consumo de las carnes rojas, que no era un hábito, lo que verdaderamente nos abre un espacio auspicioso. Ni que hablar de todas estas expectativas que tenemos de que se logre un acuerdo con la Unión Europea –soy optimista en ese sentido– o con Estados Unidos. Siempre he dicho que las carnes uruguayas no tienen vocación de ir a cualquier mercado, tienen que ir a los mejores mercados del mundo, a los que paguen mejor la carne, y dentro de esos mercados, a los de estratos superiores de consumo, los que tengan el mayor poder adquisitivo, porque las carnes uruguayas son en promedio las mejores carnes del mundo.
Usted menciona que tenemos una capacidad de faena ociosa. ¿Cómo hacemos para atender esta demanda?
Tenemos que aumentar la producción de todas las carnes. El plan estratégico que hemos elaborado en INAC habla de que hoy el Uruguay produce algo así como 700.000 toneladas totales de carne vacuna, ovina, avícola y porcina. Debemos dar un gran salto al millón de toneladas, el país tiene todas las condiciones para hacerlo, lo tenemos absolutamente probado y comprobado. Ahí tenemos que cambiar elementos importantísimos, como son los procesos en el Uruguay, ir a una estabilidad en la producción de tres millones de terneros, aquello que hace muchos años Jorge Batlle señalaba como un número mágico lo hemos logrado, porque este año tenemos tres millones de terneros, o sea que se puede lograr. Necesitamos una estabilidad en el tiempo de esos niveles de producción. Y luego el procesamiento de esa carne. Tenemos capacidad clara y determinada para procesar toda esa carne. A esa válvula de escape importantísima para el sector primario, para los productores, que es la exportación agropecuaria uruguaya, darle un nivel de producción de esta índole.
Hay muchos ejemplos tomados de la dura realidad que estamos viviendo, y pongo uno bien determinado: en los años 90 teníamos más de 26 millones de ovinos en el Uruguay y hoy tenemos unos escasos cinco millones de ovinos. Nosotros creemos que es un rubro para la economía del país y para el sector agropecuario y la ganadería en particular. Y por eso empezamos por el principio: la demanda. Por eso desarrollamos, por ejemplo –a instancias de quien habla, porque conozco perfectamente, como todos los que vivimos en la frontera, el mercado de Brasil–, un proyecto de desarrollo del consumo de carne ovina en el mercado sofisticado que tiene Brasil, el de San Pablo y Río de Janeiro. Desarrollamos primero una investigación de mercado y luego un proyecto para lograr eso que se ve ahora en la publicidad del Cordero Uruguay, un producto boutique para llegar a los más altos niveles del consumo. Eso traccionará al sector ovino del Uruguay, que sin duda tiene una vocación de tener lugar, porque no solamente está Brasil, también están China, Estados Unidos, los países árabes, que son grandes consumidores de carne ovina. Pero si no desarrollamos la demanda, que el principio de la cosa comience en la demanda, no lo vamos a lograr. Ese es el proyecto que venimos desarrollando fuertemente en INAC y que seguro que va a tener continuidad en la próxima administración.
El desarrollo de todas estas actividades hay que planificarlas con tiempo y ejecutarlas. Y eso debe tener como soporte cosas fundamentales, como la marca país que no teníamos y que ahora estamos desarrollando vigorosamente y con un respaldo económico muy fuerte. Esa carencia nos dejaba en desigualdad de competencia, por ejemplo, con Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, esos mercados en los que la gente se maneja por la marca y Uruguay no era reconocido. Otro ejemplo que deja patente esto es el hecho de que el 86% de la carne ovina que entra a Brasil es uruguaya. Y nadie la reconoce. Lo único que hay como marca reconocida en Brasil es un cordero patagónico, que no es ni argentino, sino chileno.
Tenemos que trabajar, invertir en estos temas para lograr encauzar por un sendero positivo la producción de las carnes uruguayas. La administración deja un camino bien definido, bien marcado y con las pautas absolutamente definidas, porque la marca cuenta con el respaldo de multiplicar por tres el marketing de las carnes uruguayas en el mundo, algo absolutamente revolucionario en el INAC, que lo hemos peleado, lo hemos logrado y ya está funcionando como un sistema que espero que continúe en la próxima administración.
Estados Unidos anuncia medidas arancelarias y esto podría impactar en nuestros mercados. ¿En qué nos puede perjudicar? ¿Esto nos obliga a redireccionar el mercado?
Creo que con Estados Unidos tenemos que negociar, pero hay una cosa que debemos reconocer y es lo que nosotros tenemos que pagar para ingresar a los distintos mercados del mundo. Solo en carne pagamos 200 millones de dólares de aranceles para ingresar con nuestros cortes a los distintos mercados del mundo. Y tenemos que competir con Nueva Zelanda, con Australia, por ejemplo, que son nuestros competidores más fieles, en el sentido de que tenemos mucha identidad y mucho parecido, pero ellos tienen 50 acuerdos de libre comercio con países a los cuales nosotros tenemos que pagar aranceles. Y tenemos que competir. En el tema de Estados Unidos, creo que rápidamente las nuevas autoridades tendrán que negociar con el país del norte. Hoy es el primer mercado para las carnes uruguayas. Está superando a China. Entonces, la importancia de Estados Unidos hoy implica que vayamos a hablar, a discutir, a lograr acuerdos para poder continuar, a pesar de ingresar extracuotas, o sea, pagando aranceles, nos es más conveniente que ir a China. Son conceptos muy claros, muy definidos, que tenemos que llevar adelante. Digo llevar adelante porque pienso en el Uruguay, no solamente de esta administración, de la que está entrando mañana, sino del porvenir del país que tiene en la ganadería un pilar fundamental para su desarrollo.
¿Cuál es el impacto que puede generar en el mercado el escándalo de la caída de Conexión Ganadera?
Realmente, lo quiero decir con claridad, me vi muy sorprendido por la dimensión que tiene, por el grado de deterioro que generó en esa empresa y en todas las empresas que han caído en esta situación. Le hace un daño a la confianza para invertir en el sector agropecuario. En un sector que necesita una corriente inversora para dar el salto hacia el desarrollo, que es fundamental, genera problemas de confianza. Pero no creo que afecte demasiado ni a los precios ni a cambios que tengan que ver con el negocio ganadero. Ha habido, por ejemplo, demostraciones cabales de las pantallas ventas de ganado con pantallas posteriores a estos hechos y los precios no han variado, hay una confianza en el sector muy grande. Creo que será un elemento que deberemos tener en cuenta para el futuro. Es necesario regular una cantidad de aspectos en ese sentido, porque los inversores deben tener garantías para ingresar en un negocio de estas características. No soy muy partidario de regular por regular, sino de hacerlo cuando hace falta, y este es un caso típico donde hubiera sido bueno que hubiéramos contado con algunos elementos para controlar este tipo de empresas, que se manejaron con total libertad en un ambiente fértil para captar inversión. Lo lamento muchísimo por la gente que invirtió a veces los ahorros de toda una vida y sienten hoy una profunda frustración, una profunda decepción. Pero desde el punto de vista del sector, creo que el efecto no es mayor.
Los productores tienen conocimiento de la rentabilidad del sector, que está sujeto a variables, el tiempo, la cotización del dólar y demás. ¿Las víctimas de la maniobra fueron personas que tenían un dinero guardado y eligieron invertir en este rubro sin saber la rentabilidad y los riesgos que asumían?
Pienso que la mayoría sí. Los que conocemos algo –tengo ya 45 años como productor y como técnico acompañando todos los procesos productivos, me recibí y al poco tiempo cayó la tablita, o sea que tuvimos que salir al salvataje de una cantidad enorme de productores–, vivimos secas, inundaciones, crisis de mercado, mercados cerrados por la aftosa, el covid, una cantidad de hechos que permiten hablar con cierta autoridad por haber sido testigos y protagonistas de tantas situaciones, los que conocen los números de la agropecuaria saben que incluso las empresas más estables varían año a año, porque son procesos de la naturaleza y nosotros tenemos una producción a cielo abierto, que es algo que promocionamos y destacamos, Pero también se sufren los avatares de la naturaleza y hay años buenos y años malos. Eso no se puede poner en una tabla, no se puede hacer una regla. Todos los años para la agropecuaria son diferentes, si hay una regla es que no hay un año igual al otro y eso no se puede luego cristalizar en un proceso de rentabilidades cuando es tan variable, tan sujeto a los efectos de la naturaleza, de las crecientes, de las sequías, de los fríos, de los calores. Eso cualquier persona que conoce algo de la agropecuaria lo sabe. Nos llamaban poderosamente la atención los niveles de intereses que se pagaban con estas inversiones, lo dijimos muchísimas veces y a nivel del gobierno y de las autoridades que tendrían que ver con este tema. Sé que hubo muchas observaciones en ese sentido, pero en definitiva queda la dolorosa enseñanza de que habrá que regular para poder dar garantía a quienes tengan la sana intención de invertir en un sector pujante en Uruguay como la agropecuaria y, en particular, la ganadería.
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