El sector vitivinícola enfrenta desafíos significativos, como la baja demanda y el exceso de producción. La importación de vinos de países vecinos ha aumentado y eso complejiza la realidad de este rubro a nivel nacional. En este contexto, el vicepresidente del Centro de Bodegueros del Uruguay, Javier Carrau, conversó con La Mañana al respecto y sostuvo que aspira a que la situación mejore con apoyo del gobierno y la reconversión de los viñedos y las bodegas.
¿Con qué objetivos fue fundado el Centro de Bodegueros del Uruguay?
El Centro de Bodegueros es una gremial de bodegueros fundada en 1932. Empezó con objetivos de reunir a los que elaboraban buenos vinos para el mercado interno, y después, en los años 80, se incorporó el objetivo de exportar, antes de que se creara el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi). Yo fui presidente en esa época. El objetivo era producir vino de alta gama para el mercado interno, pero también para la exportación. Muchos pensaron que era un sueño, algo inalcanzable, pero hoy estamos no solo nosotros, sino muchas bodegas exportando. Llegamos a tener en el orden de 16 empresas, ahora hay 10.
¿Cuál ha sido el rol de la institución en la defensa de los intereses de los bodegueros?
El Centro de Bodegueros participó de la creación del Inavi en el año 87. Lo que se buscaba era que en un organismo mixto se tuviera una visión más amplia del sector, en lugar de ser solamente el Ministerio de Ganadería [MGAP], que manejó durante muchos años el sector. Actualmente, el MGAP nombra al presidente del instituto, pero están representados el Ministerio de Economía, el Ministerio de Industria y gremiales privadas que completan el directorio.
¿Cómo describiría la situación actual del sector?
Está complicada, porque el consumo ha bajado y la producción no. O sea, si bien se han achicado los viñedos, la producción se ha mantenido. La importación de vinos ha crecido. En los últimos 15 o 20 años, ingresó mucho vino importado de la Argentina y de Chile, fundamentalmente, con ventajas competitivas o de costos en ambos casos.
¿Cuáles son los mayores desafíos actualmente para esta industria?
El sector está sufriendo por un exceso de producción, poca demanda para los viticultores que quieren vender su uva, sobre todo si es uva de baja calidad, entonces, los precios bajan y no son rentables. Para los vinos finos hay uvas que se pagan bien, pero hay otras que no. Hay que ajustar. Yo pienso que quizás la nueva directiva de Inavi, con gente que conoce el mercado y el sector, puede ayudar a darles una inyección a los productores, a los viticultores. Lo que se tiene que buscar es algún apoyo para lo que se llamó en su momento una reconversión vitivinícola. Tenemos maquinarias muy antiguas, tanto en los viñedos como en las bodegas, hay que renovar, y para eso se necesitaría un nuevo plan de reconversión.
¿El mayor problema hoy es la competitividad?
No nos olvidemos de que desde el año 2005 nuestro dólar quedó planchado y eso llevó a pérdida de competitividad, no solo al sector vitivinícola, sino también a otros sectores. Pero en el vitivinícola teníamos a los vecinos, esos que ya nombré, que tienen producciones muy elevadas y que precisan exportar porque es imposible que consuman lo que producen en los mercados propios, y entonces entraron con un dólar que se mantuvo durante 15 o 20 años y con costos, salarios e insumos, que subieron todos en pesos. Entonces, las empresas sufrieron mucho en ese proceso, donde podemos decir que hubo un beneficio para el trabajador, pero si la empresa no lo soporta tampoco van a poder salir adelante los trabajadores. Se les exigió demasiado a las empresas para poder competir con un dólar que a los importadores los beneficiaba, porque el dólar no solo no subía, sino que bajaba.
¿Qué consecuencias tuvo la pandemia sobre la industria?
Fuimos afectados en algún caso hasta positivamente. A nivel de vinos finos, la gente salía menos por la pandemia y compraba en las grandes superficies y consumía en su casa. De esa manera, hubo un aumento de consumo durante el año 2020 y parte del 2021. Pero el problema es que no se tocaban los precios, o sea, aumentó la venta, pero no la rentabilidad. Después pasó la pandemia y se volvió a la vida normal. En el año de la pandemia, las salidas se recortaron mucho y la gente se juntaba en su casa a cenar o a tomar algo y salía mucho menos. Sufrieron mucho los restaurantes y la gastronomía en ese período.
¿Hace falta mayor nivel de innovación tecnológica en este sector?
El sector pegó un gran salto a fines de los 80 con una reconversión que fue muy importante en cuanto a calidad de las uvas, pero también en cuanto a equipamiento de bodegas y de viñedos. Ya van 35 años de esa reconversión de los viñedos en primera instancia y de las bodegas en segunda instancia para poder lograr vinos de alta calidad y competitivos no solo en el país sino en el mundo.
¿Cuáles son las perspectivas a futuro para el sector?
Las perspectivas no son muy halagüeñas, pero pensamos que con un apoyo se puede salir adelante. No nos olvidemos de que el proyecto vitivinícola en general es una empresa familiar y se busca que los hijos sigan las explotaciones que vienen haciendo sus padres y sus abuelos, pero va llegando un momento en que, si no hay rentabilidad, los jóvenes no quieren seguir en el sector y eso los puede afectar en gran medida.
¿Cómo esperan que sea el relacionamiento con las nuevas autoridades?
Pensamos que se va a dar apoyo al sector. Fundamentalmente es un sector agroindustrial y en el que han desaparecido muchas empresas de las tradicionales y han surgido algunas nuevas, pero que son inversiones financieras en su mayoría o dinero que viene del exterior.
Planteaba que ha bajado el consumo, en parte, por la entrada de productos de países de la región. ¿Sería necesario implementar estrategias para aumentar el consumo interno, para impulsar el vino nacional?
Yo pienso que es difícil. Este gobierno que regresó ahora estuvo tres períodos anteriores y el primer gobierno del doctor Vázquez puso el cero al humo del tabaco; lo aplaudimos todos porque si tú quieres fumar, fuma afuera, pero no nos hagas fumar a los que estamos adentro. Es una medida que miraba la salud de los ciudadanos que a la postre es un ahorro para el gobierno en cuanto a muchas de las enfermedades que produce el tabaco. El segundo gobierno de Tabaré implementó el cero alcohol, una medida que para nosotros fue exagerada porque Uruguay tenía un 0,3% como máximo y nos llevó al 0%. Y el 0% es imposible en la vida. Si tomás un caramelo con licor, ya no sería 0%. Creo que se le fue la mano. Intentamos en varias reuniones con la Comisión del Senado donde estaba Mujica que decía: “El 0% es un capricho del presidente Tabaré”. Pero había un lote de senadoras que decían: “No queremos que nuestros hijos se mueran por el alcohol”. O sea, no es queremos o no queremos, la conducta de los conductores no es solo por el alcohol, está la droga que ha ido creciendo de forma impresionante. Y al alcohol lo ponen como una droga cuando es parte de la dieta mediterránea y todos en Uruguay, por un lado o por otro, tenemos descendencia europea. Sería una pena que este gobierno no apoyara al sector, pero yo creo que lo va a hacer y eso nos puede dar una renovación, una posibilidad de que el sector se fortalezca y vuelva a ser una fuente importante de mano de obra y una defensa para las empresas familiares. Acá muchas veces se mide a los inversores extranjeros con una vara y a los inversores nacionales con otra, y eso no es justo. Tiene que llegar un apoyo para sectores que den mano de obra nacional y que a su vez hagan conocer al país en el mundo, porque a través de los vinos se conoce al Uruguay, lo que redunda también en mayor turismo.