Concurrimos el jueves 20 de julio a un evento muy especial. El Centro de Viticultores del Uruguay (CVU) realizó un acto de protesta frente a la sede del Instituto Nacional de Vitivinicultura del Uruguay (INAVI). Esta nueva sede está situada en la Ruta 48 en las cercanías de Las Piedras, Canelones.
Es llamativo que un grupo de productores agremiados, que integran el Directorio de INAVI, en lugar de hacerlo donde corresponde, protesten en la ruta. Preguntados sobre esta circunstancia nos dicen que han realizado múltiples propuestas y gestiones pero que hasta ahora no han logrado el consenso necesario y favorable. ¿Qué reclaman estos numerosos y pequeños viticultores? Reclaman una compensación monetaria por las pérdidas importantes ocasionadas por la dura sequía. La misma generó promedialmente la pérdida del 30% de la cosecha de uva. Hubo pérdidas del entorno del 50%. Hay productores que difícilmente puedan superar esta crisis sin ayuda y aun así no será sencillo.
¿Significaría esta ayuda un golpe duro para la economía de INAVI? No parece. El Instituto tiene medios que genera el propio sector y atiende situaciones de esta naturaleza. ¿Entonces?
El CVU plantea hondos desacuerdos a INAVI en cómo gestionar el sector con mirada de futuro. Creen en un futuro posible y mejor, pero a la hora de imaginar cómo se repartirán los frutos del esfuerzo, tienen dudas. Porque ya hoy dicen que están en franca desventaja con las grandes empresas del sector. Según la gremial, el sector está dominado por muy pocas empresas vitivinícolas de gran porte, que compran la uva y el vino de medianos y pequeños. El 70% de la producción está en manos del 30% de las empresas y en la medida que se asciende en la escala la concentración es mayor.
Agregan que las condiciones de comercialización favorecen a la industria compradora de uva y vinos. Hablan de un mercado cautivo. Esa industria muchas veces no paga los precios indicativos de INAVI. Como medida de mejorar la situación han gestionado y recibido el apoyo de vastos sectores del espectro político con documentos que avalan esta realidad. Pero INAVI se ha encargado de desarticular todo intento de cambio.
Integran el Directorio de INAVI representantes del Poder Ejecutivo (entre ellos el presidente y vice, del Partido Colorado y Nacional respectivamente), representantes de las bodegas, de CREA y representantes de los productores. A la hora de votar es frecuente que éstos resulten en franca minoría.
Hay dos miradas dentro de INAVI. Una que más aquí o allá quiere dejar la situación como está. Otra que plantea una gestión más justa para asegurar la sobrevivencia de pequeños y medianos productores (que son mayoría). Por ejemplo, una ley que permita captar una cantidad de uva (relativamente pequeña) para crear una Planta de Mosto y Refinación de azúcar de uva. O una Planta para la producción de jugo de uva. No han conseguido los apoyos necesarios (para ser justos consignemos que solo Cabildo Abierto ha brindado su apoyo explícito a todas estas iniciativas, dentro de INAVI y en el ámbito parlamentario).
Al parecer, si las cosas siguen tal cual hoy están planteadas, en no mucho tiempo desaparecerán cientos de productores. En general gente mayor cuyos descendientes no seguirán los pasos de sus progenitores. ¿Cuál es el destino de un productor que abandona su actividad a edad madura? Una dura pregunta de fácil respuesta que todos conocemos. Magros capitales y jubilaciones llevarán a la miseria a la familia vitivinícola. No desaparecerán los predios (ni probablemente los viñedos) pues serán absorbidos por las grandes empresas.
Un país de grandes empresas y gente derrumbada al costado de la vida. ¿Es este el Uruguay que queremos? Quizás no. ¿Este es el Uruguay que merecemos? Quizás sí. Por nuestra inacción, nuestra desidia, nuestras malas decisiones y nuestras muchas omisiones.
Que nadie se sorprenda. Basta mirar con frialdad la realidad. En Uruguay, un país envejecido, la ruralidad se vacía de contenido demográfico y moral. Con cada persona que deja su lugar en la campaña no solo se retira un habitante sino también una forma de vida. También se van años de aprendizaje, oficio y experiencia. En la época de las pandemias y la escasez de bienes fundamentales, los genios que diseñan las políticas concentran a la gente (la apilan, en realidad) en las megaciudades. No mencionemos la droga, la prostitución, la inseguridad, la violencia, la miseria, las ollas populares, la contaminación. ¿Dejaremos que los genios de la planificación modelen nuestro país a gusto propio?
Tanto unos (los ultraestatistas) como otros (los ultraliberales) tienen en sus cabezas un diseño del Uruguay, diseños completamente opuestos, antagónicos. Pero (¡sorpresa!) los dos terminan en el mismísimo lugar: ahí donde confluyen el vaciamiento demográfico del país y en particular de la ruralidad, el éxodo de nuestros mejores orientales al exterior, la pérdida para siempre de tradicionales medios de vida y el ingreso de grandes conglomerados multinacionales y nacionales que como grandes topadoras desean todo para sí.
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