Hace siete años, Angélica Biramontes decidió embarcarse en la experiencia de vivir en las sierras, abandonar la ciudad y sumergirse en el paisaje tranquilo de Villa Serrana, combinándolo con su pasión por los caballos.
Angélica fundó su emprendimiento turístico ecuestre Experiencias Villa Serrana al radicarse en la zona, que poco a poco ha ido sumando experiencias como el senderismo y paseos en bicicleta. “Se ha vuelto popular, y mucha gente que nunca había tenido contacto con cabalgatas está queriendo aprender a andar a caballo”, comenzó diciendo a La Mañana.
Actualmente operan dentro de Villa Serrana y también en los alrededores, “los cerros para el lado de la ruta, los campos vecinos, recorremos, tenemos diferentes rutas en la mayoría de los campos de alrededor”.
“Soy apasionada de los caballos, hace diez años me empecé a formar en el tema y tres años después empecé a adquirir caballos y a brindar las experiencias de cabalgatas, dentro de Villa Serrana primero, y con los años fuimos aumentando el número de animales, extendiéndonos y trabajando en red con distintos destinos dentro del área de la localidad de Villa Serrana, Aiguá, Marmarajá”, comentó.
Experiencias a medida
La operadora turística aseguró que tratan de ofrecer una experiencia personalizada según los intereses de los propios clientes, “nosotros hacemos cabalgatas y trekking también, y ahora anexamos rutas en bicicleta, dependiendo un poco de la experiencia del turista es lo que nosotros le ofrecemos. Tenemos siempre en cuenta eso, porque una persona que nunca anduvo tiene que empezar de cero para que sea lo más cuidadoso posible, es una actividad de cierto riesgo, entonces a mí me gusta hacer las cosas de esa manera”.
“Si nunca montaron les hago un personalizado, les enseño a montar primero, y de acuerdo a como van reaccionando vemos que cabalgata hacemos. Tenemos clases, y cabalgatas desde una hora hasta cabalgatas de varios días. Tenemos una ruta armada a Aiguá, una a Mariscala y otra a José Ignacio, todas partiendo desde acá de la Sierra” dentro de los departamento de Lavalleja y Maldonado.
El boca a boca, afirmó, es la mejor forma de promoción, aunque también utilizan las redes sociales cómo forma de publicitar las experiencias de turismo ecuestre. “Si vos tenés una buena experiencia y directamente la compartís con tu familia, eso alcanza para que se vaya propagando”.
Sobre su formación agrega “yo empecé a aprender a andar a caballo de grande, me formé en el Centro de Capacitación Ecuestre y me apasionó. El emprendimiento lo arranqué en 2015”.
Reconstruir la demanda con público nacional
“Yo justo me encontraba de viaje cuando se desató la pandemia, llegué a Uruguay el 18 de marzo, estuvimos más de 40 días aislados en cuarentena, pero siempre tratamos de aprovechar las circunstancias que se nos presentan” contó Angélica.
Después empezaron a trabajar con los locales, con la gente que quería que sus hijos aprendieran a andar a caballo o adultos que querían aprender, “empezamos a trabajar con clases, y después con grupos pequeños asegurándoles que no iban a tener que compartir su experiencia con nadie que viniera de otro lugar, solo ellos y su familia y nosotros, y eso nos hizo confirmar que a muchas personas que les pareció genial eso de no compartir el paseo con gente que no sabían con quien había estado, y casi todas las personas que nos consultaban optaban por reservar ese tipo de experiencia”, contó Angélica.
Pero a su vez, reconoció que el tipo de público que llega con el turismo interno es diferente. “Ahora se está empezando a conocer más el turismo ecuestre que es lo que hacemos nosotros, se está afirmando en muchos lugares del país, pero hasta hace muy poco lo normal era que la gente pagara muy poco por la experiencia a caballo, y no tuviera en cuenta un montón de cosas que hay que tener en cuenta para elegir una experiencia, que es que el animal esté bien cuidado, bien equipado, que las personas que dirigen la actividad sean personas capacitadas, formados en primero auxilios, contar con un seguro, estar registrados como operadores”.
Toponimia
A esta zona de llanura lacustre, que drena hacia el espejo de aguas que los guaraníes denominaron Miní (chica en guaraní, en relación a la “grande” de Los Patos) también llamada Merim que es la versión portuguesa, que hoy conocemos como Laguna Merín.
Muchos de los cursos de agua de esta cuenca, tienen nombres guaraníes (Aiguá, Pirarajá, Cebollatí, Chuí, Yaguarón, Marmarajá, Tacuarí, Aceguá, Tupambaé) y también el límite sur serrano de ella: Carapé.
Todo esto fue cartografiado en relación con la fundación de los pueblos misioneros occidentales y orientales del Río Uruguay, entre 1626 y 1707 y la estructuración de sus estancias ganaderas, muy anterior a la ocupación española de la Banda Oriental.
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