Para Juan Ángel Miraglia el tiempo no existe. A su lado, a tan solo ocho días de conmemorar el centenario de su vida, se tiene una imprecisa sensación de inmortalidad. Conserva intacta la voz de timbre fuerte y sonoro con la que adoctrinó en cada anochecer a miles de oyentes, desde el micrófono de Hora 25 en radio Oriental entre 1975 y 1981. El porte de su alta y delgada figura que en la década de los años sesenta aparecía en blanco y negro por la pantalla de canal 12, en el programa Glorias Deportivas, apenas surge encorvada cuando se incorpora y camina. Continúa escribiendo en la máquina antigua de teclado Lettera 22, que a partir de 1950 revolucionó el mundo al disminuir sensiblemente el tamaño comparada con las viejas y enormes Underwood en las que comenzó a escribir en 1942, cuando ingresó en carácter de eventual a la redacción del matutino La Mañana. Para Miraglia la computada no existe…
Toda la historia del Uruguay de lento transcurrir en el siglo XX y los veintidós años del turbulento y actual milenio en curso, está intacta en su memoria. En parte porque la recogió de labios de su madre, Ángela María Visconti nacida en Sarandí del Yí, de elevado cociente intelectual que ingresó a la Cámara de Diputados por el Partido Nacional representado a Rocha, cumpliendo suplencias en 1951 y 1958. También porque le tocó vivirla como testigo de lujo a raíz de su destacada labor periodística.
Miraglia se enorgullece al recordar a su madre destacando la personalidad, el nivel cultural que poseía y las naturales condiciones exhibidas en el relacionamiento humano. “Ella era blanca –revela su hijo-. Mantenía intercambio de correspondencia a través de cartas que enviaba al Dr. Luis Alberto de Herrera y cuyas contestaciones recibía a vuelta de correo manuscritas por el líder político”.
“Más la vida tiene abismos insondables” escribió Alfonso Lacueva. Apelo a esa frase tanguera porque se adapta como anillo al dedo a la curiosidad que impulsa a zambullirse en la vida del protagonista, buceando en procura de encontrar respuestas a las interrogantes que sugieren, su larga existencia centenaria, la enorme cultura que lo adorna y el refinamiento de sus gustos. ¿Cómo es posible que el primer hijo de los seis varones que procreará en 1922 Tomás José Miraglia en el medio del campo, en el único caserón solitario conocido como La picada de Tolosa construido en 1903, escale la montaña de la vida llegando a la cima? Desde allá lejos, a dos leguas de pueblo Garzón y donde el arroyo del mismo nombre limitaba con el departamento de Rocha, por orden de la madre, a los seis años Juan Ángel fue enviado a casa de sus tíos en Montevideo con el cometido de cursar el ciclo escolar.
-“Vivían en la zona de la Unión y Maroñas –cuenta Miraglia con fluidez que asombra-. Completé el ciclo en la escuela n.º 97 en 8 de Octubre y José De Bejar, y luego en el liceo de la calle Sierra casi Hocquart, frente al Palacio Legislativo cuya inauguración databa de pocos años antes”.
Las conexiones que su padre cultivó con figuras del Partido Colorado Fructuoso Rivera liderado por el Dr. Pedro Manini Ríos, en cuyas filas militó en Rocha, abrieron las puertas del entonces muy importante estudio encabezado por el conductor político en yunta con el Dr. Eduardo Tomás Travieso, cito en pleno corazón de aquel Montevideo en la calle Treinta y Tres n.º 1356 esquina Sarandí.
-“Entré con 13 años de mandadero”, recuerda el centenario protagonista que comienza a reír al contar que “Manini me rezongaba todos los días porque yo llegaba tarde. Me trataba muy bien al extremo que lo acompañaba al cine y al teatro, actividad que permitió que evolucionará intelectualmente. Cuando el Dr. Travieso asumió la dirección de La Mañana fue Manini quien descubrió alguna condición en mi persona y le pidió que me llevara al diario, cosa que ocurrió en 1942 iniciándome en el periodismo como autodidacta, porque en aquellos tiempos –y por muchos años más-, no existía el curso en la Universidad y tampoco en las academias privadas”.
El padre, nacido en Maldonado, tiene que haber experimentado en ese momento la sensación de tranquilidad, respuesta a la interrogante sobre el futuro laboral de su primogénito. Sobrellevaba algunas enfermedades que en 1944 hicieron crisis. Murió de un infarto en la playa de Aguas Dulces.
En 1946 cubrió el campeonato de las Bodas de Plata del fútbol de litoral uruguayo. Miraglia no olvida esta cobertura: “mi primer viaje a conocer el interior del Uruguay. Viví un mes en Paysandú”. Al año siguiente La Mañana y El Diario resuelven enviar un periodista a cubrir el campeonato sudamericano en Guayaquil disputándose la Copa América. “Nadie quería ir. Le tenían miedo a los primeros aviones que funcionaban. ¡Eran a motor! El golero Máspoli pidió a los dirigentes viajar en auto. Lo dejaron en Montevideo. Antes de partir Aníbal Garderes de la dirección de la empresa me dijo que lo importante era cubrir muy bien El Diario, porque era el ejemplar deportivo que más vendía. Salimos en barco a Buenos Aires. Una noche. En avión a Santiago de Chile y esperamos tres noches para tomar el vuelo a Lima. Ahí permanecimos dos noches. Al final salimos rumbo a Guayaquil.¡Siete días para llegar!”
Enviado especial a los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, desde la ciudad de los Césares viajó a Madrid para asistir a la primera disputa de la Copa Intercontinental de Fútbol entre Real Madrid y Peñarol en el estadio Chamartín.
-“¡No me haga acordar! Goncalvez estaba resfriado, el suplente se asustó y no quiso jugar. Hubo que mover toda la defensa. Entró Majeswski de back izquierdo y el brasileño Salvador jugó de n.º 5 en la mitad de la camcha. Mientras se acomodaban, a los diez minutos Real Madrid ganaba 3 a 0 con goles de Puskas”.
Hombre de fuertes convicciones, defensor del carácter y el estilo de vida del ser nacional, llevó adelante una tarea trascendente que no ha sido reconocida. En 1964 encargó al Ing. José L. Buzzetti y al investigador Eduardo Gutiérrez Cortinas, acometer la tarea de escribir la “Historia del Deporte en el Uruguay (1830-1900). Las notas se publicaron semanalmente en La Mañana tomándose Miraglia la tarea de guardar el plomo con el que se imprimían los artículos. Una vez finalizada la tarea y con la colaboración de la Comisión Nacional de Educación Física, cuya vicepresidencia desempeñaba mi padre, se materializó el producto en un libro que “ha venido a llenar un vacío en la bibliografía del país”, escribió en el prólogo el Dr. César L. Gallardo. Basado totalmente en ese texto y con el mismo Gutiérrez Cortinas en la tarea de asesor de la dirección, en 1969 se editó la colección “100 años de fútbol”.
Cubrió la actuación de Uruguay en las Copas del Mundo de 1962 (Chile) y 1966 (Londres). En 1968 asumió la dirección de la revista Deportes editada por SEUSA asistiendo al campeonato de 1970 (México) y 1978 (Argentina). En esta etapa asumió la dirección de semanario Todo Fútbol, un verdadero desafío editorial, siendo convocado luego para conducir la página deportiva de El País y posteriormente la de Últimas Noticias. En el vespertino a color culminó su actuación en 1988 cerrando una trayectoria periodística de cuarenta y ocho años marcada a fuego por su impronta. Sin miramientos ni contemplaciones Miraglia se caracterizó por ser duro de boca en radio y televisión, y cáustico en el uso de la pluma. Casado, sin hijos, el final de la crónica no podía ser otro que una pregunta.
-¿Pensó Juan Ángel en llegar a 100 años?
-“No, no… Creía que llegaba a los 80. Vi que llegué y hubo que seguir viviendo”.
-¿Y ahora?
-“Misión cumplida”.
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