A la costa atlántica de nuestro país, no solo llegaron los Solís, los Gaboto, y los demás exploradores portugueses y españoles reconocidos, también fue territorio de piratas y aventureros, corsarios y contrabandistas, vendedores de esclavos y mercaderes ansiosos de ganancias. Para el caso concreto de la costa marítima del departamento de Rocha, el trabajo del Prof. Jesús Perdomo me fue imprescindible para ahondar en la historia poco conocida de estos parajes.
Thomas Dover y la South Sea Company
Los primeros “turistas” que llegaron a las playas de Valizas lo hicieron a través de la South Sea Company, una compañía naviera británica dedicada principalmente al comercio de esclavos en las colonias hispánicas.
Esta compañía fue fundada en 1711 por el lord tesorero Robert Harley (entonces jefe del partido Tory y ministro principal del Gobierno británico). La finalidad inicial de la Compañía no era tanto el comercio con América como la colocación y gestión de la deuda del naciente Imperio británico, que por aquel entonces se hallaba inmerso en la costosa guerra de sucesión española. Entonces la compañía fue, más bien, un instrumento legal para competir en el mercado financiero con el Banco de Inglaterra -fundado en 1694- que estaba en manos de los Whigs.
La enorme telaraña que estaba entretejida entre el sistema financiero y las expediciones ultramarinas es algo que no podemos obviar y este fue indudablemente el comienzo del imperialismo en su sentido moderno.
La South Sea Company contó con varios socios entre los que se encontraba el doctor Thomas Dover, también conocido como “Captain Dover” o “Doctor Quicksilver”, que no solo se lo recuerda como un valeroso aventurero tras sus expediciones de corsario, sino también como un excelente médico que fue innovador en muchos sentidos y que realizó grandes aportes a la medicina, como su remedio para el resfriado y la fiebre llamado “el polvo de Dover”.
Thomas Dover nació en 1660 en el seno de una familia distinguida. Su padre luchó a favor de las fuerzas realistas durante la guerra civil inglesa, y tras la derrota se retiró y vivió como granjero en Barton-on-the Heath, donde terminó naciendo Thomas.
Dover estudió medicina en Londres, se casó y ofició como médico rural en su provincia natal. Sin embargo, al tiempo, fallece su padre y decide junto a su esposa mudarse a Bristol. Allí tuvo un enorme éxito en su profesión ya que escaseaban los médicos en la ciudad y durante su tiempo libre comenzó a auxiliar a los pobres y necesitados.
Tras amasar una considerable fortuna, se mudó a un barrio exclusivo de Londres y así conoce a otro popular personaje, Woodes Rogers, que a las veces hacía de bucanero y de corsario.
El rescate de Alexander Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe
En aquel entonces, Rogers planeaba embarcarse en una expedición de corsarios contra los españoles. Hay que tener en cuenta que en 1702 había iniciado la Guerra de Sucesión Española, por lo que España y Francia se habían convertido en los principales enemigos marítimos de Inglaterra. Así, varias embarcaciones de Bristol (Inglaterra) recibieron “Patentes de Corso”, que permitían a los barcos privados atacar a embarcaciones cuyas banderas fueran de las naciones enemigas del país emisor de la patente.
Así es que, tras escuchar la propuesta de Rogers, el doctor Dover se siente atraído por la aventura y se suma a la empresa, convirtiéndose desde entonces en colíder de la expedición. Además, llevarían al experimentado piloto William Dampier que había dado la vuelta al mundo ya un par de veces.
Navegaron durante tres años, cosechando memorables anécdotas. Una de ellas refiere al rescate en 1709 de Alexander Selkirk, un marinero escocés que había quedado varado en una isla del archipiélago chileno llamado Juan Fernández.
Según el relato, Selkirk había pedido quedarse en tierra, tras discutir con el capitán del barco en el que navegaban. El comandante de la embarcación accede a su pedido y le deja los elementos indispensables para sobrevivir, como un mosquete, pólvora, un cuchillo, un hacha y una biblia.
Alexander Selkirk sobrevivió en aquella solitaria isla, alimentándose principalmente de la caza y de la leche de las cabras salvajes que vivían en el interior de la isla, de nabos silvestres y de crustáceos. Allí permaneció cuatro años hasta que el barco de Thomas Dover que buscaba aprovisionarse de agua y de alimentos frescos echó anclas a orillas de aquella misma isla.
Para sorpresa de la tripulación, un hombre vestido con pieles de cabra que parecía un salvaje vino a recibirlos. Aquel hombre de apariencia primitiva era justamente Alexander Selkirk. La anécdota resultó muy conocida en la época e inspiró la posterior novela escrita por Daniel Defoe, titulada Robinson Crusoe. Cabe destacar que Rogers y Defoe fueron amigos.
Tras culminar la expedición, Dover vuelve a dedicarse a la medicina. Sin embargo, continuó ligado al mar como inversionista y fue de ese modo que se convierte en uno de los accionistas fundadores de la South Sea Company, la cual se dedicaba principalmente a comerciar esclavos africanos en Veracruz, Cartagena de Indias y Buenos Aires.
Expedición a bordo del Warwick
“No fue la curiosidad el acicate que me movió a este largo, costoso y peligroso viaje. Lo fue con la esperanza de correr mejor fortuna que hasta el presente he tenido en la ciudad de Plymouth y una mejor condición de vida para mi pequeña familia. Pero en verdad, mi azaroso viaje al río de la Plata no se habría cumplido de no mediar la generosa y expresa invitación del presidente de la Factoría inglesa [Thomas Dover] quien me prometió “bellas cosas en América”. A él y la divina providencia soy eterno deudor” (W. Toller).
Cuando Thomas Dover cumple los 53 años de edad, recibe la oferta para convertirse en el director de la South Sea Company en su sede de Buenos Aires, ya que el comercio de esclavos africanos en esta ciudad era un jugoso negocio que se complementaba con la venta de cueros. Aceptó el cargo y junto a su hija (su esposa había fallecido recientemente) decide embarcarse nuevamente a bordo del Warwick. Además, llevaría como secretario y ayudante al joven médico William Toller, quien participaría de la expedición como historiador.
El diario de viaje de William Toller no solo es un valioso testimonio de la vida marina de aquellos navegantes ingleses, sino que ofrece una detallada descripción de dos zonas de nuestro país. Una es la costa que se extiende desde el Cabo Polonio hasta el arroyo Valizas y sus inmediaciones, en el departamento de Rocha, y la otra es la zona costera del Rio de la Plata que va desde la desembocadura del Rio Santa Lucia hacia el oeste.
Además de las notas en su diario, realizó dibujos de nuestras aves autóctonas, de los lobos marinos a los cuales describe como juguetones y feroces, del ganado cimarrón, y de los jaguares que poblaban los montes ribereños del río Santa Lucía, como también hizo un relevamiento cartográfico de los territorios explorados.
Al llegar a Valizas tras la travesía oceánica, escribió: “En este lugar de ‘Castillos’ permanecimos cinco días cargando agua fresca del lago de agua dulce y aprovisionando nuestro buque con abundante carne vacuna, pescado, pieles de lobo y leña. Como teníamos en el capitán Dover a un certero e infatigable cazador, pudimos matar seis corpulentos toros. […] Yo bajé a tierra durante dos días completos, recorriendo y observando la diversa naturaleza del terreno: costa arenosa, llanura de pastoreo, río, lago, pantano, montañas de arena y rocas, palmar y bosques”. Pero escribe decepcionado que no encontró ningún vestigio de humanidad en nuestras costas.
Sin embargo, al final de su informe afirma que, aunque aquella zona es bellísima y sumamente rica en recursos, no es apropiada para que la compañía se instale, resumiendo tal como podría hacerlo un turista actual: “La ensenada de Castillos es muy agradable a la vista para el que viene de paso, pero árida como establecimiento humano”.
En definitiva, la expedición siguió su camino a Buenos Aires donde el capitán Thomas Dover permaneció dos años y luego volvió a Londres, donde culminó sus días como afamado médico. Por su parte, la South Sea Company, tras la explosión de la “burbuja de los mares del Sur”, abandonó el comercio de esclavos para dedicarse a la caza de ballenas en el mar Ártico, aunque en el fondo continuó siendo un instrumento financiero de colocación de deuda pública hasta 1850.
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