El Ubaldo siempre soñó con tener un comercio de productos panificados, tipo confitería, pero más modesto, un lugar donde pudiese ofrecer todo lo que un viajero o camionero necesita en el momento de hacer un alto en el camino, ya sea para refrescarse, comer algo o hacer alguna necesidad fisiológica.
Tenía un terrenito justo en el cruce de los caminos, rumbo a “Barriga Negra”, con un ranchito, techo a dos aguas, con porteras que daban para ambos lados de cada esquina, o sea, uno funcionaba de entrada, otro para la salida.
Cada vez que rumbeaba al pueblo, no perdía la oportunidad de comentar su sueño a todos los vecinos que estaban en la barraca donde compraba los artículos necesarios para sus labores rurales, el imaginaba que abría un comercio, con un gran cartel con muchas luces de colores y que lucía una sigla que tenía la inicial de su nombre y las otras dos correspondían a la especialidad culinaria de la casa. Así se formó UPM que significaba “Ubaldo Pasteles y Medialunas”.
Tal era el entusiasmo que no faltó el “No te metas” de los amigos, pero tomó coraje (con limón) y fue a hablar con el contador del pueblo, conocido como “El vikingo Jensen”, para que le arreglara todos los temas legales del BPS e Impositiva.
Jensen no era precisamente un hombre muy confiable, pero era lo que había y contaban las malas lenguas del pago que su sobrenombre de origen nórdico nació como consecuencia de las penurias que le acontecieron en su juventud con una novia que tenía como afición, las visitas nocturnas a centro bailables de dudosa reputación.
Ubaldo era un hombre confiado, buen criollo y se dedicó de lleno a perfeccionar el arte culinario que consideraba su especialidad.
En el pueblo muchos se alegraron con la llegada de UPM, porque abriría una fuente de trabajo y creció la expectativa de un gran desarrollo empresarial. La cuestión es que la aventura comercial no arrancó muy bien, no había amasado el primer pastelito cuando el “Vikingo” Jensen, de entrada, le solicitó los títulos de la tierra y la casa como garantía para pedir un préstamo en el banco, así le compraría la maquinaria para amasar y otros artefactos necesarios para desarrollar la empresa en el futuro.
Además, agregó que el Ministerio de Salud Pública le prohibía amasar a mano, cosa que le pareció correcto a Ubaldo y, por tanto, accedió.
A los pocos días Jensen se apareció de nuevo a pedirle dinero adelantado porque tenía que arreglar la caminería que, como era la entrada del comercio, ya le habían confirmado que ni a la Intendencia, ni al Ministerio de Transporte les correspondía, así los autos y camiones iban a poder entrar y salir sin problemas, pero que él se tenía que hacer cargo de todos los gastos.
Días más tarde, otro pedido de dinero para
arreglar la “Luz Comercial con la UTE y también para las instalaciones de OSE y el permiso para manipular alimentos.
Jensen le sugirió que tomara un par de empleados, porque iba a ser mucho trabajo y que solo no iba a poder con todo. Ubaldo accedió y, a los cinco días, tenía acampado a los dirigentes del PIT CNT haciendo exigencias, bajo pena de ocuparle el comercio que aún no había logrado producir nada.
Luego todo lo previsible: se atrasó con la cuota del banco, vinieron los intereses, multa, mora y, cuando se quiso acordar, estaba hipotecado por el banco, le debía al BPS, a la Impositiva, a la Intendencia, a los fleteros, a la barraca y tenía también una deuda enorme con el “Vikingo Jensen” por todos los trámites realizados, deuda para más de 50 años de trabajo y todavía no había podido hacer un mísero pastelito.
Mientras tanto, en el pueblo se rumoreaba que el “vikingo” Jensen había rumbeado a otros pagos, que había negociado la cartera de deudas y se había quedado con el préstamo del pobre Ubaldo.
Si habrá que tener cuidado con los “Vikingo” Jensen…