Hace mil años, cuando el mundo entero temblaba ante el inminente efecto 1000, un hombre extraordinario, Gerberto de Aurillac, conocido en la Historia de las Matemáticas como introductor en Europa del sistema arábigo de números, fue elegido Papa. Es, sin duda, el matemático más distinguido que haya ocupado nunca el Solio Pontificio.
Osmo Pekonen
La palabra “Pontífice” con la que se designa al Papa, máxima autoridad de la Iglesia católica, se forma por la aglutinación de dos palabras latinas “ponte”: puente, y “fex”: hacer, por lo que el Pontífice sería algo así como un hacedor de puentes, un intermediario entre el cielo y la tierra, y entre Dios y los demás hombres. Así Gerbert D´Aurillac fue el primer Papa francés de la historia, el sucesor de Pedro número 139 durante los años 999 y el 1003, llamado por eso también “el papa del milenio”. Su condición de erudito en aritmética y geometría y de viajero le consagraron una fama especial, admirada por unos y temida por otros, constituyéndose en uno de los personajes más emblemáticos del occidente medieval durante el s. X, y desde mi punto de vista, en un “pontífice” excepcional.
Para comprender la historia de Gerbert D´Aurillac hay que tener en cuenta algunos aspectos sociales de la Edad Media como el papel que desempañaban los monasterios y las abadías en aquel momento, sobre todo en materia de estudios, ya que la educación principalmente se desarrollaba en las escuelas monacales. Además, el clero se ocupaba de reclutar jóvenes que tenían condiciones intelectuales por encima de la mayoría, lo que hoy se podría llamar como “cazatalentos”, otorgándole a aquellos, la posibilidad de estudiar a pesar de ser de condición plebeya. En la Edad Media, si bien se puede hablar de “estamentos sociales”, también se puede decir que los mismos no eran clases cerradas, sino que existían posibilidades de ascenso social, como lo fue el caso de Gerbert.
Gerbert nació en la comarca gala de Aurillac, en la zona montañosa de Auvernia, centro de Francia, en una familia muy modesta, campesina se presume, pues nos hay datos específicos de su lugar de nacimiento ni el nombre de sus padres, y en esa misma línea se conjetura que nació entre los años 945 y 950. Apercibidas de sus cualidades intelectuales por los clérigos benedictinos de la abadía de San Gerardo de Aurillac, reformada por Cluny, fue reclutado a los 18 años para el servicio de la Iglesia y comenzó allí sus primeros estudios,
“Ora et labora”
La orden benedictina comprendía una entramada red de monasterios y abadías que desde la promulgación de la regla de San Benito de Nursia, fundador del monacato occidental, sobre todo a partir del 529 cuando establece sobre un templo pagano, el monasterio de Montecasino. El lema distintivo de la regla de San Benito era “ora et labora”. Según J. Le Goff, la regla benedictina, “sin ignorar y mucho menos menospreciar la tradición monástica oriental, procura dejar de lado las exageraciones ascéticas. Su regla, los comportamientos, la espiritualidad y la sensibilidad que ella ha contribuido a formar son milagros de moderación y de equilibrio. San Benito reparte armoniosamente el trabajo manual, el intelectual y la actividad más propiamente espiritual en el empleo del tiempo monástico. De este modo enseñará al monaquismo benedictino, que desde el siglo VI al XI experimentará un enorme éxito en Occidente…”.
A su vez la Abadía de Cluny fue fundada por Guillermo Duque de Aquitania en el s. X, con el fin de hacer cumplir la regla benedictina, estableciendo que la misma era libre de toda jurisdicción civil y eclesiástica y estaba vinculada directamente a la Sede Romana. Además, podía tener a cargo diversos monasterios para regularlos, por lo que se establecía una jerarquía entre distintos monasterios y abadías. La razón de esta reforma fue la lucha en el seno de la Iglesia contra la “simonía” y el “nicolaísmo”.
Encuentro entre el cristianismo y el islam
La educación medieval estaba comprendida por las siete artes liberales que se dividían en dos grupos: Trivium (gramática, retórica, y lógica o dialéctica) y Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Gerbert pudo iniciar sus estudios en Gramática, por medio del aprendizaje del latín, y en Retórica, en la abadía de San Gerardo. Su supervisor fue el abad Raimundo de Lavaur. Pero no pudo aprender Lógica por carencia de maestros. Sin embargo, hacia el año 967 el conde Borrell de Barcelona visitó la abadía y el abad Raimundo le pidió al conde que se llevara a Gerbert a Cataluña para que pudiera continuar sus estudios y avezarse en las matemáticas (quadrivium) en el monasterio de Santa María de Ripoll, cerca de Girona, de afamada biblioteca.
El monasterio de Ripoll era un lugar de encuentro y conciliación entre el cristianismo y el islam (recordemos que en Cataluña estaba la “marca hispánica” que Carlomagno había defendido tras su lucha con los musulmanes, considerándose Cataluña el último territorio cristiano hacia el occidente europeo). Sabios de ambas religiones llegaron a compartir en ese espacio conocimientos e inventos que fueron fundamentales para el desarrollo de la cristiandad occidental. Los musulmanes habían perseverado en el desarrollo de la ciencia griega y persa, y habían traducido al árabe numerosos clásicos de la antigüedad, además sus comerciantes mantenían contactos con China e India, lo que aprovechaban para absorber muchos de sus logros y avances científicos. De ese modo, la Astronomía árabe era la más avanzada del mundo y sus astrónomos, por medio del astrolabio, ya habían cartografiado los cielos. Es por ello que muchos nombres de las estrellas son árabes como: “Aldebarán”, “Altair”, y también otros términos como “Almanaque”, “Cenit”, etc.
“Déjalo todo y sígueme”
Así, Gerbert D´Aurillac viajó con el conde Borrell a través de los pirineos hacia Cataluña. Imaginar los caminos de Edad Media es en definitiva imaginar su esencia. Le Goff menciona el carácter itinerante de los hombres y las mujeres medievales. “En su camino, caballeros y campesinos encuentran a los clérigos en viaje regular o en ruptura con su convento, a los estudiantes en marcha hacia las escuelas o las universidades célebres – ¿no dice un poema del siglo XII que el exilio (terra aliena) es el patrimonio obligatorio del escolar?”-.
El joven espíritu cristiano invitaba a transitar los caminos, no por un interés material sino por el ferviente deseo que domina la época de alcanzar lo divino, y siguiendo las palabras de Cristo: “Déjalo todo y sígueme”; las peregrinaciones fueron junto con las Cruzadas la esencia de los movimientos demográficos medievales.
En Ripoll, Gerbert tuvo la dicha de poder estudiar con el obispo Atón de Vic y tomó contacto con la ciencia griega, pudiendo leer traducciones de los sabios árabes, y se familiarizó con el uso del ábaco, el astrolabio y diversos instrumentos musicales. Además, conoció los números árabes y la implementación del “0”.
Después de su estancia en Cataluña, en 970, Gerbert viajó a Roma en compañía de Atón de Vic donde se presume estuvo dos años hasta la muerte de su compañero. Entonces Gerbert viaja a Reims donde fue tomado como maestro hasta que depuso su cargo para convertirse en Abad de Bobbio en el período 982-983. Luego volvió a Reims donde participó en diferendos políticos apoyando la coronación de Hugo Capeto. Fue nombrado Arzobispo de Reims y años más tarde lo sería de Rávena.
En 999 fue nombrado Papa bajo el nombre de Silvestre II. Su mérito más importante como intelectual será la introducción de las cifras árabes y el uso del ábaco en Occidente, y perfeccionaría el sistema de introducción del “0”. Además, era capaz de utilizar todo tipo de instrumentos para enseñar a sus alumnos, como esferas, astrolabios y hasta confeccionó instrumentos musicales. Fue a su vez un gran estudioso de Boecio y Aristóteles. Como Papa, Silvestre II realizó unas tres embajadas y unas cinco bulas. En esas bulas expresaba la necesidad de reorganizar los monasterios para mejorar su funcionamiento y otorgaba mayor autonomía a la Iglesia catalana.
Desde la actualidad, su vida es un ejemplo de la diversidad cultural medieval, siendo Gerbert D´Aurillac un verdadero hacedor de puentes entre la luz del conocimiento y los asfódelos de la ignorancia.
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