A cien años de Cerro Cora. Ezequiel González Alsina. EDITORIAL DEL CENTENARIO ASUNCIÓN PARAGUAY. 110 págs. 1970.
En la conformación de una literatura nacional paraguaya, el grupo de escritores denominado “del 40” tiene un rol clave. Y es sobre dicho grupo que Ezequiel González Alsina –periodista, político y diplomático– tiene una voz propia. En el infausto aniversario de la postrera batalla que laudó el destino de la sociedad paraguaya, Ezequiel González brindó dos conferencias abordando la temática. La primera da nombre al ensayo. Pero quizás sea la segunda la más relevante: “Factores económicos de la Triple Alianza”.
Luego de demostrar con copiosa documentación, entre la que se destaca la aportada por el historiador argentino José María Rosa, que la Triple Alianza “no surgió después de la ‘agresión paraguaya’ a la Argentina en abril del 65, sino en las Puntas del Rosario en junio del 64.”
El infausto Tratado no hizo más que fijar en concreto y de manera definitiva lo que ya estaba acordado de antemano por otros compromisos: la destrucción del Paraguay, la mutilación de su territorio, el sometimiento de su política interna e internacional a los intereses de los Aliados, es decir, la anulación de su soberanía, y el aplastamiento de sus ruinas bajo el peso de todas las deudas causadas por la guerra.
En una síntesis admirable: “Un país, bastándose a sí mismo, que nada traía de Inglaterra y se permitía detener a los hijos de ingleses, como en el caso Constatt con el pretexto de infringir las leyes del país, debería necesariamente y urgentemente ponerse a la altura de la Argentina de Mitre”. Y don Arturo Jauretche aporta: “Esto era una exigencia de la estructura económica que se creaba por la aplicación lisa y llana del liberalismo económico, que coincidía en esos momentos con los intereses de la dominación de Gran Bretaña, pues su fundamento era la división internacional del trabajo”. Conforme al esquema de tal división, el destino del Río de la Plata –comprendida, claro está, la región de su influencia– era ser proveedor de materias primas. Para confirmarlo, recuerda que Canning había puesto en acción el pensamiento de Cobden: “Inglaterra será el taller del mundo y la América del Sur su granja”.
Paraguay era “el mal ejemplo” de América del Sur. Desde las épocas jesuíticas había sido un bastión contra el expansionismo lusitano. Ahora se sumaba su increíble autarquía que le permitía no caer en las garras de la banca internacional. Cierra sus ríos a la libre navegación británica, se permite tener hornos de fundición, no consume los tejidos de Manchester, ni la flota mercante de bandera tricolor ni la construcción del ferrocarril ni el servicio telegráfico necesita el capital inglés. Y el liberalismo británico diseñó el castigo, otros lo implementaron, como siempre los que mecieron la cuna ocultaron la mano.
“Encerrado en el corazón del continente, sin ayuda de ninguna clase, librado exclusivamente a las posibilidades de sus recursos internos y a su capacidad de reponer por medios propios el armamento y los materiales que se destruían o se perdían, de los existentes desde antes de la guerra -y no había más-, el Paraguay realizó las más portentosas hazañas a lo largo de más de cinco años de sangre y fuego, en cuyo lapso perecieron las tres cuartas partes de su población”.
El horror del genocidio perpetrado contra el pueblo guaraní, ejecutado instrumentalmente por hermanos que olvidaron la ley primera, sigue manchando la historia americana.
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