Todas las instituciones culturales tienen un plan de cómo abordar el regreso a las actividades para seguir ofreciendo música, teatro, danza, conferencias, grupos literarios, en fin…emociones en vivo. La prudencia no hay que dejarla de lado, hay que dar posibilidades a los festivales con las medidas sanitarias propuestas. Sin duda la primera es tener el test reglamentario para evitar el contagio entre los intérpretes y el grupo de personas que tienen un cometido específico dentro de la organización de un evento.
También se han realizado estudios de cómo circula el aire entre los integrantes de una orquesta cuando actúan juntos, y las posibilidades de contagio según los instrumentos, poniendo especial énfasis en los instrumentos de viento como los más sospechosos de proyectar el aire. Para este estudio, se colocó una sonda bajo las fosas nasales de los músicos, que al respirar emitía una nube de partículas, susceptible a la observación a través de una luz. En el caso de los instrumentos de cuerda se mantenía estable y con poca proyección, y en el caso de los instrumentos de viento se proyectaba más lejos… y se detectó una distancia máxima de propagación de no más de 100 centímetros. Con este resultado se da confianza de seguridad en las actuaciones de la música. No tocaran con mascarillas porque es imposible, pero si guardarán la distancia de seguridad.
En el caso de una representación teatral, tampoco se puede usar mascarilla pero si es posible respetar la distancia de seguridad, aunque esto condiciona en ciertos momentos de la función la vehemencia o lucha, y las demostraciones afectivas. No ocurre así en el caso de la danza en la que se puede actuar con mascarilla, condicionando la expresión del artista, pero preservando la mayor cantidad y distancia de expulsión de aire, que se produce al hacer ejercicio continuado y en el que el contacto físico es inevitable.
Otro aspecto es el control del aforo. Este capítulo es sumamente importante para el desarrollo del acontecimiento artístico, ya sea teatro, concierto o danza. Además de la importancia económica que supone el público se da el hecho de que con su participación activa en la representación condiciona la respuesta del actor, músico o bailarín. El aplauso, el silencio, su duración son factores decisivos en la respuesta del protagonista. El aplauso se oye, el silencio se percibe, “corta el aire”, a veces la emoción no deja casi respirar…
La Ópera de Viena es una de las instituciones más prestigiosas del mundo, con un aforo máximo de 1709 localidades. Esta semana inaugura su actividad con un concierto dirigido por Daniel Barenboim con un aforo limitado de 100 localidades, o sea un 4% de su capacidad. Es una pena que no puedan disfrutar de este evento más personas pero la prudencia se impone. Son medidas muy estrictas y cada país tiene sus normas con un margen de seguridad que es flexible en cuando a las dimensiones del teatro, y los espacios comunes de circulación. El espacio reducido de los teatros pequeños juega en contra de la posibilidad de apertura y aumenta el peligro de un cierre definitivo. Aquí la intervención de las ayudas públicas permitiría la continuidad de la experimentación dentro del campo del arte y ensayo, propios de los espacios pequeños.
Por otra parte la vuelta al trabajo va precedido de numerosos ensayos con las pertinentes medidas de seguridad e higiene para los trabajadores, que minimizan los riesgos y redunda en el éxito para la institución.
El espacio reservado para el público asistente también se adapta a las medidas que velaran por su seguridad. La platea, los palcos, el anfiteatro son lugares que no se conciben vacíos, pero tendrán que haber butacas solitarias y otras, máximo de dos juntas para parejas separadas del resto, dejando espacios laterales y una fila vacía por delante y detrás. ¡Qué difícil imaginar el aplauso distante, separado! Tendremos que redoblar nuestra participación para que nuestras sensaciones lleguen a los intérpretes, y con la esperanza de que a medida de que se supere la situación actual se pueda ir incrementando el aforo de público.
Hay que prever el acceso a los recintos de forma escalonada y con al menos 45 minutos de antelación al concierto. Hay muchos países que han puesto la toma de temperatura a los asistentes como norma para la entrada en grandes superficies y es aconsejable también en los teatros. Se podría indicar en el ticket de entrada a qué hora le corresponde a cada persona entrar para evitar aglomeraciones.
Otro factor a tener en cuenta es la duración del espectáculo. Se podría establecer un margen entre 45 y 120 minutos en función de la capacidad de aforo y sin entreacto para comentar y distender el ambiente. Las normas elementales recomiendan la ventilación y circulación de aire para los espacios, que han permanecido cerrados y con un aforo máximo del 50% de su capacidad. Esta circunstancia, además de las anteriores, regula también las celebraciones religiosas, no así las actuaciones al aire libre, donde también tienen que guardar unas distancias de seguridad, pero en donde la circulación de aire es constante.
Se han realizado estudios de cómo circula el aire entre los integrantes de una orquesta cuando actúan juntos, y las posibilidades de contagio según los instrumentos.
La cancelación de programas de mano o guardarropía, o la instalación de medidores de temperatura, alfombras desinfectantes son otras medidas recomendadas.
Un hecho relevante ha sido el resurgir de los autocines. Nada hacía pensar en esta posibilidad hasta la aparición de esta pandemia que ha clausurado también los cines y nos ha obligado a permanecer confinados a ver series y películas en casa. La posibilidad de salir y la forma de ver cine para una parte de la juventud que echa de menos la gran pantalla y donde se puede hablar y beber, ha sido una solución ampliamente aceptada por ser actividad al aire libre y sin contacto entre los espectadores.
Sanidad determina los ritmos y las formas, con las medidas de prevención necesarias. Hay que evitar que se clausuren salas de conciertos y teatros. Los artistas, sin subvenciones particulares o por parte del Estado, difícilmente podrán superar meses sin trabajo. Hay que mantener las medidas médico-sanitarias tanto para el público como para los colectivos de los trabajadores que con el tiempo tiene que llegar al cien por cien del aforo.
La cultura exige una política de Estado. Educación y cultura exigen la puesta a punto de visiones y políticas comunes consiguiendo que la cultura tenga más peso en el PIB. Hay que comprender que la cultura es una inversión necesaria.
No todo es tema presupuestario, pero una parte fundamental sí, y hay que empezar a pensar en la cultura en términos de inversión y no de gasto. Hay que invertir en desarrollo. Artes plásticas, música, teatro, danza, cine, museos, bibliotecas, suman un todo donde resulta imposible distinguir entre cultura y entretenimiento y donde hay que coordinar entre las diversas administraciones.
(*)Catedrática de Sociología – UB, Dra. Historia del Arte, Crítica de Arte, Miembro de AICA y ACCA.
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