Abbé Pierre. Prólogo de Edgar Morin. La fuerza de los insignificantes. CHERCHE MIDI, 215 págs, 2019. $ 480.
En estos días la agenda noticiosa está marcado por eventos de esta laya: ¿Elon Musk podrá liquidar sus activos y concretar su sueño de colonizar Marte? ¿Dos o tres plutócratas de Silicon Valley tienen mayor poder que un Presidente? Es bueno entonces, tomar una pausa y volver a lo trascendente.
Un sacerdote francés de la orden de los Capuchinos, popularmente conocido como Abate Pierre, logró dar testimonio de Fe y de lo que realmente significa el amor por el prójimo en un mundo demasiado injusto.
Henri Grouês (1912-2007) era su nombre, integrante de la Resistencia fue apresado por la Gestapo en función de su decidida ayuda a los judíos durante la llamada redada del Velódromo de Invierno. Escapa a través de España para plegarse a las fuerzas de Francia Libre, actuando como capellán militar. Luego de la guerra todo era devastación. La respuesta que implementó el Abate Pierre fue dual; el político directamente, actuando como diputado por el Movimiento Republicano Popular de ideología demócrata cristiana y fundando el movimiento Emaús (traperos de Emaús) que asumió la lucha contra la exclusión y la pobreza.
Donó sistemáticamente sus ingresos como legislador para financiar el Movimiento pero igual no fue suficiente. En el duro invierno del 54, desde una audición épica y extremadamente controvertida, logra confrontar a la sociedad francesa con el rostro real de la marginación de miles que estaban sin techo, a la intemperie, muriendo por exposición al frío. Su ardor y su compromiso con los débiles comenzó a tener repercusión internacional y el movimiento Emaús se extiende hoy por doquier.
En La Fuerza de los Insignificantes encontramos una antología de sus más diversas intervenciones y artículos ordenados en torno a unos veinticinco conceptos que explicitan su lucha inclaudicable.
“A nadie se le escapa ya que una hambruna puede invadir la Tierra por culpa del hombre, por destruir los bosques, ensuciar el aire y el agua… Luchar en este aspecto también supone servir primero a los más débiles, pues los fuertes mantienen durante mucho tiempo medios con los que pueden ignorar los estragos causados al mundo, e incluso enriquecerse a costa de ellos. Al fin y al cabo, cuando echemos a perder la Tierra, ¿no estaremos robándole al débil su último bien?”
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