Aguafuertes de viaje. Uruguay y Brasil. Roberto Arlt. Prólogo, compilación y notas: Julián Berenguel. EDITORES HERNÁNDEZ. Marzo del 2022. 197 págs., $680.
Julio Cortázar lo consideraba su maestro. Su anarquismo utópico se conjugó con los primeros atisbos de posiciones cercanas al existencialismo en el Río de la Plata.
Nacido en Buenos Aires en 1900 en un hogar de inmigrantes alemanes pobres, tuvo mil oficios: pintor, mecánico, inventor, trabajador portuario, ladrillero, ayudante en una biblioteca… pero fue su pluma la que lo inmortalizó. Su narrativa, sus obras teatrales y especialmente sus crónicas periodísticas están definidas por un estilo absolutamente propio y original, polémico en su momento, rechazado por muchos pero que con el paso de las décadas queda claro cómo definió generaciones de escritores. Integrante del Grupo Boedo, secretario de Ricardo Guiraldes. Muere a la temprana edad de 42 años, pero ya había definido al teatro social argentino. Sus crónicas periodísticas definían el tiraje de los diarios. Su mirada profundamente humana, su innovación lingüística y antes que nada, el caminar por las calles como tantos otros, pero logrando decir lo que otros tan solo sentían, fue su marca personal.
Parte de su obra quedó sepultada en diversos diarios. Las presentes crónicas habían visto la luz en El Mundo en los años 30. Si bien es cierto que parte de estas aguafuertes habían sido editadas en Uruguay en 1996 por Banda Oriental, la presente edición incluye algunas emblemáticas pero ausentes en dicha edición, como por ejemplo “Elogio de la mujer uruguaya”, un texto que sería duramente adjetivado con los cánones de lo políticamente correcto de nuestro tiempo.
Como cronista tuvo la oportunidad de viajar a España, a Marruecos y a los ya referidos Brasil y Uruguay. No le interesaban los paisajes, era la gente, la etnografía era su búsqueda. Pero con un lenguaje minado por el lunfardo.
“Cada vez me convenzo más que la única forma de conocer un país, aunque sea un cachito, es conviviendo con sus habitantes, pero no como escritor, sino como si uno fuera tendero, empleado, o cualquier cosa. Vivir…vivir por completo al margen de la literatura y los literatos… No hay peor bicho que un escritor… Yo no tengo nada que ver con la literatura ni el periodismo. Soy un hombre de carne y hueso que viaja, no para hacer literatura en su diario sino para anotar impresiones”.
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