Alejandro Atchugarry. El héroe improbable. Mauricio Sabaj. Con prólogos de Julio M. Sanguinetti y Gerardo Caetano. PLANETA. 388 págs., Setiembre 2022. $890.
Como buenos devotos del sistema decimal, las dos décadas de la Crisis del 2002 han implicado debates, conferencias y publicaciones sobre el tema, pero el presente trabajo de investigación descuella por un sinnúmero de razones.
La principal es casi obvia. La figura de Atchugarry ameritaba no solo una investigación sino también un homenaje que todos los uruguayos, con prescindencia de banderías, se lo debemos. Pero hay más razones, que las podríamos englobar bajo el rótulo “Mauricio Sabaj”.
Cuando hay pasión, cuando hay seriedad en el estudio, cuando hay vida apostada en un proyecto, la cosecha resplandece.
Y toda esta introducción muy subjetiva es debida a que la lectura del presente ensayo deviene en algo definido por emociones muy contrapuestas. Hay una forma lineal de leerlo: el tifón que azotó a Uruguay no lo doblegó, había Instituciones, había sociedad civil pero también había personas que antepusieron todo por valores republicanos. Y hubo muchos héroes anónimos que hicieron posible que en la noche oscura se pudiera avanzar hacia una salida. Muchos. También hubo víctimas, desde los que suicidaron hasta los que vieron truncados sus proyectos de vida. Y hubo individuos que dieron todo, no por recompensas materiales u honores, sino por mandatos que vienen desdelos albores de los tiempos, desde nuestra tradición judeocristiana que abreva en las fuentes estoicas helénicas y que confluyen con los mandatos artiguistas. Y estos individuos son los que le dan sentido pleno a palabras como República y Política. Porque estas palabras ameritan ser escritas con mayúscula porque hay personas que las hacen dignas.
Pero esto nos lleva indefectiblemente al lado oscuro de esta historia. Atchugarry era el ministro y parlamentario ejemplar por su don de articular, dándole un significado real a la actividad política que implica esa peculiar dualidad de defender ardorosamente lo que uno presupone como los valores ideológicos capitales, pero continuamente apostando a construir puentes con el otro, con el adversario. Esa era su pasión, el diálogo con el antagonista para lograr un consenso constructivo. Porque había algo más importante que la divisa partidaria, había algo que se llama Republica, algo que se llama Patria.
Pero Atchugarry, luego da dar todo, fue víctima de la incomprensión y la mediocridad de parte del sistema político. Ese sistema que no solo el que cosecha derrotas electorales, sino que siembra nihilismo y desesperanza en la ciudadanía. Su “rebeldía” de mantener la palabra de no ser candidato presidencial, pues se había comprometido a jamás utilizar con fines electoreros los resultados de la patriada emprendida, implicarían su erradicación de la lista al Senado.
Pero lo único trascendente es el luminoso ejemplo de heroísmo real. Que trasciende lo meramente económico de renunciar al retiro previsto para legisladores (US$ 100.000), a los viáticos o disponer que en sus exequias no hubiese una erogación estatal. Pero que implica, cual ciudadano arquetípico anteponer su compromiso con la comunidad en la hora más dura.
Mauricio Sabaj logra algo excepcional, escribir la obra definitiva sobre el tema. Un tema pertinente y necesario para todos los uruguayos.
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