Cuando Alfredo Di Bello se postuló en 1962 para ingresar a La Mañana y El Diario (SEUSA), se encontró con una cola de varias cuadras. De todas esas personas, quedaron seleccionados él y otra persona. Tenía apenas 16 años, con un año de liceo hecho y tres años de escuela comercial. Reconoce que esto último lo ayudó a conseguir el puesto. “Entre las pruebas que nos hicieron, tenía que escribir una carta solicitando el empleo, diciendo por qué me tenían que elegir. Y fue la mejor carta. Era un letrista bárbaro”, se ríe.
En aquellos tiempos, SEUSA tenía entre 700 a 800 personas y había un cuerpo de correctores. Si se les escapaba un error se las tenían que ver con “don” Carlos (Manini Ríos), quien recibía las pruebas en su despacho. El diario ya estaría embarcado y de pronto se escuchaba: “¡Quién escribió esta barbaridad! ¡Llamame a fulano!”. Según Di Bello, temblaban las puertas, “pero nunca de echar a nadie. Él educaba”.
Tiene un grato recuerdo de los hijos del fundador, Carlos y Alberto Manini Ríos (padre de Guido, candidato de Cabildo Abierto), a quienes llama “profesores”. “Don Carlos era más operativo y mandón, y Alberto era todo lo contrario. Entonces a don Carlos le teníamos un poco de miedo, pero era un tipo muy derecho, muy profesional, muy, muy educado”. Con Alberto tal vez hablaba menos, aclara, pero cuando lo hacía este lo trataba como un padre. “Era un tipo muy afable”, recuerda.
Con el tiempo Di Bello llegó a entablar una buena relación con los hijos de ambos hermanos, entre ellos Hugo Manini Ríos, hijo de Alberto y actual editor general de La Mañana. Estando en el diario y teniendo menos experiencia, lo trataba a Di Bello con muchísimo respeto y humildad. También recuerda con mucho cariño a Margarita, hermana de Guido y de Hugo, quien fue como una madrina postiza para él.
De las otras figuras que poblaron los pasillos en Bartolomé Mitre esquina Buenos Aires, también nombra a Isidro Záccara, su “padre laboral”, quien en 1964 lo incorporó a la nueva sección de Difusión y Ventas, donde seguiría trabajando hasta que se fue de la empresa.
Por esos tiempos La Mañana y El Diario llegaban a lugares bastantes recónditos del Uruguay. Parte del trabajo era salir a nombrar distribuidores y crear rutas. Ellos supervisaban el proceso muy de cerca para asegurar que todo saliera en hora y que los diarios llegaran bien a destino. Por las distancias, ponían mucho empeño de estar en todos los detalles, que el diario estuviera bien distribuido o promocionado en los pueblos, que no llegaran rotos o embarrados. “Teníamos todo, expedición, administración, cobranza y venta y marketing”.
Su dedicación y fervor por el trabajo llegó a meter a Di Bello en problemas.
En una ocasión, alertado de que un vendedor no exhibía bien La Mañana en Artigas (que al final resultó no ser así), decidió por cuenta propia ir de incógnito para ver el tema personalmente. Después de 2 o 3 días en la ciudad, algunos encontraron su actitud sospechosa y lo denunciaron. Acto seguido lo llevaron a la comisaría. “¡Tuve que explicar qué estaba haciendo!”, se ríe.
A pesar de este roce con la justicia, tiene un muy lindo recuerdo de la gente con quien le toco trabajar en el interior. “Había mucha gente buena, de muy buena madera”. Eso sí, aclara, tenía que respetar las idiosincrasias, ya que en muchos lados se dormía la siesta, pero después “estaban todos a la orden”.
Juan Carlos Lema es otra persona que nombra mucho. A Lema lo acababan de nombrar corresponsal en Artigas y era parte de una red de corresponsales que colaboraban mucho con el equipo de Ventas. “Un hermano de la vida”, expresa Di Bello.
En aquella época también lanzaron actividades de promoción, entre ellas la Vuelta Ciclista. Allí Di Bello trabajó muy de cerca con Atilio François, vicecampeón mundial de ciclismo, que era el encargado. A pesar de que era “todo un señor”, ambos se trepaban a los árboles para poner los carteles.
Con la Vuelta Ciclista, Di Bello tuvo otra instancia en que se las vio complicada con la policía. La Mañana entregaba copas y trofeos a los que llegaban primero a cada meta. El día antes iban al lugar y coordinaban todo, cartelería, radio, televisión, parlantes. “En Carmelo gana un ciclista”, cuenta, “y cuando voy a entregarle el trofeo de pronto muestra que tiene puesta una camiseta donde figura la competencia. Y yo dije, ‘no, no, dame el trofeo, tapate’, y que sí, que no, y nos fuimos a las manos. ¡Policía con Di Bello! Por suerte François era de Carmelo”, y logró convencer a la policía que lo soltaran.
En varios momentos de la entrevista, Di Bello expresa de forma implícita y explícita su amor por el trabajo y por todo lo que aprendió y que después pudo transmitir. Siente mucha gratitud por aquellos primeros maestros: “uno se da cuenta a través del tiempo y de las dificultades que tuve cuando ascendí y tuve empleados, el problema de tratar con la juventud hoy y el respeto que les teníamos nosotros a ellos y la enseñanza que nos dieron”.
Como no podía faltar, siendo el tema del momento, habló sobre Guido Manini Ríos y las elecciones. “Son todos una chaura con un plomo” (haciendo alusión a la plomada que se usa en la construcción como nivel para determinar la rectitud de los elementos), expresa Di Bello refiriéndose a los miembros de la familia que conoció y que lo hace extensivo al candidato.
Por último, se manifiesta sobre cómo le dolió alejarse de La Mañana por circunstancias de la época. Para él, el trabajo “era su otra señora, su otra novia”. Al decir esto señala a su esposa que está presente y ambos sonríen. “Ojo, ella fue mi primera y única novia y con ella me casé y llevamos 50 años casados. Y bueno, ojalá yo pudiera haber estado casado 50 años con La Mañana. No pude, no se dio”.
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