Si admitimos que el dicho “nunca segundas partes fueron buenas” es una regla, ésta bien podría ser la excepción. En la edición del 15 de marzo 2023, evocamos en estas páginas la figura del Arq. Carlos Lussich. Lo hicimos desde las impresiones que nos produjo conocerle, tanto como es posible para un alumno liceal sin otra vinculación que asistir a sus clases unas horas por semana durante un año lectivo.
Como resultado, recibimos una amable carta de uno de sus hijos: don Miguel Lussich. Es tan interesante la masa de información que provino de su parte que nos hace imperioso volver sobre el tema. Intuíamos que el Arq. Carlos Lussich fue un personaje polifacético, pero no sería exagerado definirlo como leonardesco.
Las fuentes son documentos escritos y la memoria del señor Miguel Lussich que nos aporta la visión de la intimidad familiar.
El Arq. Carlos Lussich falleció en 1971 a los sesenta y seis años. Uno de esos documentos es una necrológica escrita por Héctor López Reboledo. Nos comenta Miguel Lussich: «López Reboledo era corresponsal del diario La Nación de Argentina, un trouvillense de ley, autor de excelentes crónicas deportivas y tenía una gran amistad con mi padre. Pero lo peculiar es que ese artículo se publicó en setiembre de 1971, en el suplemento Deportes de La Mañana y El Diario. Y el de La Mañana del 15/03/23 yque hablan del mismo personaje, ¡se unen 53 años después, en el mismo órgano de prensa! Esas vueltas del destino, ¿no?».
Y agrega: «Tengo el recuerdo de mi padre como un personaje increíblemente polifacético, como matemático, deportista, poeta, investigador y ensayista, y sobre todo su más grande pasión a mi entender, que era la música. Verlo tocar el piano en nuestra casa piezas de Schumann, que era uno de sus favoritos, era un verdadero placer, no sin antes haber tenido el privilegio de haber participado de joven, en la famosa gira bonaerense de La Troupe Ateniense, junto con el Loro Collazo, Víctor Soliño y tantos otros, (mi padre en ese espectáculo tocaba el banjo), y también haber compuesto varios tangos que en su época tuvieron mucha “pegada” y cuyas partituras las hemos conservado».
López Reboledo
«Deportivamente hemos tenido muy buenos maestros, pero que fueran capaces de enseñar sin el ademán magistral, muy pocos. De Lussich aprendimos mucho. Jamás antes de conocerle habíamos escuchado a nadie en uno de aquellos partidos de hace medio siglo [1921] cuando todos jugaban por ganar y no siempre por los mejores medios, que un jugador se disculpara por una involuntaria brusquedad. Lussich dictaba normas de conducta deportiva, y tiene sentido y coherencia que cuando la Federación le ofrece al Club Trouville ascender a primera división en básquetbol el club renuncia a esa posibilidad. La tiene también cuando censura a un capitán de un equipo de voleibol por haber renunciado a un triunfo otorgado por el fallo de un juez. [Porque] el capitán de un equipo debe respetar las decisiones de un juez no solo cuando le son desfavorables sino, […] cuando le son favorables. [Se] puede tomar una decisión de esta naturaleza cuando [se] compite individualmente, pero jamás cuando representa a un equipo [erigirse] en infalible dueño de la verdad.
Lussich alternaba ese magisterio con la diversión de plantar una palmera en medio de la cancha de básquetbol del club».
Y culmina su sentida nota diciendo: «Fue uno de los deportistas más admirables de este país, aun sin necesidad de señalar que fue competente arquitecto, profesor de matemáticas, insuperable poeta elogiado por Churchill, pintor original, humorista por naturaleza, tanguero y autor de tangos, […] y recitaba en griego…
Quizás dejó muy pocos trofeos, pero seguramente dejó mucho dolor entre sus amigos y, además, no somos culpables de que la historia deportiva de este país se esté escribiendo sin saber por quién doblan las campanas».
Tres poemas
De los tres poemas que por ahora tenemos en nuestro poder recogemos parcialmente El Balsero y el río. Una composición inspirada en «el balsero que unía las márgenes de Jaureguiberry y el Balneario Solís, en la época que no existía la Ruta Interbalnearia y la circulación hacia el Este se cumplía en aquella zona, sólo por la Ruta 9. Mi padre había sido contratado como arquitecto para construir una casa en el Balneario Solís, y en sus caminatas de esparcimiento muchas veces observaba desde el barranco, la incansable misión del balsero de unir a los pobladores de ambas márgenes del arroyo», nos dice Miguel Lussich.
El balsero y el río (especial para La Prensa, 13/01/1957)
El balsero y el río /son como hermanos: / han vivido siempre juntos / prendidos a los barrancos; /el balsero uniendo orillas / que el río va separando; / el río, uniendo las brumas / que el balsero va cortando.
El balsero y el río /son como hermanos… / Se quieren y se respetan, / y hasta se temen, huraños.
Cantar de nieblas (El Bien Público, 29/04/1960)
Entre mis dedos pájaros
creí sentir un día tu caballera fronda
y al salir de mi sueño
mi mano acariciaba nubes, nieblas y sombras.
Entre mis brazos árboles
sentí vibrar un día las savias de tus copas;
creí que te anidabas
toda tú, barro y alma, toda bajo mi boca…
y al salir de mi sueño
mis raíces sedientas abrazaban las rocas.
Hilar de Lluvias (Especial para La Prensa, Punta Ballena, 1962)
Noche lluvia de ruecas incansables
sin sueños y sin pausas,
con sus copos de ráfagas y silbos
que estremecen el alma
¡Qué tristeza se siente en esta noche torva
entre cuatro terrones
prendidos a la loma solitaria!
Mis ojos ya cansados de totoras,
cansados de tacuaras,
quieren ver algo más que la tristeza
y el miedo de tu cara….
¡Quieren mirar afuera! ¡Quieren mirar afuera!
Y me pego a los vidrios cegados por el agua.
¡Quiero cortar la noche con mis ojos
y atravesar la lluvia con mis ansias!
Pero sólo en un muro misterioso
se hunde mi mirada…
…es la laguna oscura
que allá abajo se cubre de mortajas…
¡Por qué se quejan tanto los arboles ruinosos!
¡Si este viento por fin los acostara!…
II
Las negruras se agrisan
y viene la mañana;
pero es la misma rueca de lluvias y de silbos
sin sueños y sin pausas.
Ya está hilando la tarde
los mismos copos de las mismas aspas.
Y se acerca otra vez la noche lluvia
con sus hastíos y desesperanzas…
Pero de pronto callan los molinos
y se aquietan las aguas;
allá arriba comienza
una carrera loca de grandes nubes blancas
y salgo al campo, ¡salgo!
y aspiro con hondura el aire frío
que me adentra en la tierra.
¡Cómo está limpio el aire! ¡Cómo se ven de claros
los rudos peñascales de la sierra!
Todo va recobrando su color…
Y de pronto,
como un abrazo enorme que envolviera la tierra,
¡el milagro del sol!
III
Y vienes a mi encuentro…
mirándome sonriente…
tus claros ojos verdes entornados
por la suave caricia
del lento sol poniente
Y contemplo extasiado
el hechizo en tu cara de aquel sol milagroso
que vuelca en tus mejillas
el fulgor y la magia de sus odres terrosos.
¡Bendito hilar de lluvias
que saca de sus copos
el milagro del Sol en tu sonrisa
y en la honda ternura de tus ojos!
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