Algo más sobre Sarmiento. Héctor D. Daliadiras. EDITORIAL NUEVO ORDEN. 196 págs., 1965. Buenos Aires.
En el contexto del sesquicentenario del natalicio de Faustino Sarmiento, surgió esta recopilación de artículos publicados con seudónimo por parte de un sacerdote salesiano, Aníbal Rottjer. La razón es meridianamente clara: aún hoy es difícil cuestionar un ícono de cierta Argentina que también definió los destinos de nuestra patria.
Su erudición y meticulosidad en el rastreo de documentos escasamente divulgados garantiza una visión radicalmente distinta a la construida por toda la vertiente liberal hegemónica en el campo de la historiografía de la vecina orilla.
En el libro “Conflicto y armonía de las razas en América”, escrito en los años 1883-1885, Sarmiento se lamentaba amargamente por la derrota inglesa en las históricas invasiones. “Lástima grande que los habitantes de Buenos Aires no conocieran en aquel momento las instituciones inglesas”, pues con tal victoria se perdieron por lo menos cincuenta años de civilización. Pero una perspectiva similar la desarrolló en El Progreso el 28 de noviembre de 1842, refiriéndose a la ocupación de las Malvinas por los ingleses: “La Inglaterra se estaciona en las Malvinas para ventilar después el derecho que para ella tenga… seamos francos; esta invasión es útil a la civilización y al progreso”.
Desde los Estados Unidos propuso la instalación de un centro educacional yanqui en San Juan. En una carta a María Mann, del 23 de enero de 1866, expresa: “Imagínese lo que sería una colonia norteamericana en San Juan produciendo plata y educando al pueblo”. Mociona también para que sean yanquis y no argentinos el rector de la Universidad y el director general de escuelas de Buenos Aires. A la misma destinataria le comunica el 1 de abril de 1868 la formación de una colonia extranjera en el territorio argentino. “Con emigrados de California —le anuncia— se está formando en el Chaco una colonia norteamericana. Puede ser el origen de un territorio y un día de un Estado yanqui (con idioma y todo. Con este concurso genético mejorará nuestra raza decaída)”.
Estas son algunas de las citas de este texto que demuestra que el autor de la perversa orden “de no ahorrar sangre de gauchos porque no sirve ni para regar la Pampa” fue de una coherencia atrozmente cipaya.
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