Siempre en la historia es posible ver ciertos paralelismos, como patrones y factores que se repiten en diferentes períodos, y así algunos hechos del pasado y sus circunstancias pueden a luz de la actualidad, otorgarnos una perspectiva más amplia de los sucesos del presente. De ese modo, la crisis económica y social producida por la epidemia del covid-19 y los efectos actuales de la guerra entre Rusia y Ucrania que prometen ser devastadores en lo referente a la seguridad alimentaria global, tienen una gran similitud con lo sucedido en Europa en el siglo XIV, tiempo, también, de guerra, pandemia y hambrunas.
El siglo XIV en la Europa medieval, sobre todo en la parte occidental, significó más que un avance, un retroceso. Hemos visto en otros artículos cómo las sociedades medievales experimentaron un progreso equiparable a un “renacimiento” en el siglo XII y XIII, con el desarrollo de las ciudades, la reanudación del comercio y su consecuente expansión agrícola, con la construcción de enormes iglesias que demandaban una gran cantidad de mano de obra, con el desarrollo de las universidades y por ende de la cultura. Pero ese progreso se vio interrumpido en el siglo XIV y, como afirma Le Goff: “La construcción de las grandes catedrales se interrumpe antes de terminarlas. La curva demográfica comienza a bajar. El alza de precios se detiene y se inicia una depresión”. En 1343 quiebra la banca italiana, sobre todo la florentina, por la devaluación de la moneda. A la vez se aduce que por eventos climáticos de 1315 al 1317 las cosechas fueron pésimas y toda Europa se vio sumergida en una crisis alimentaria no vista en al menos dos siglos, sucediendo que en Brujas dos mil personas murieran de hambre.
Guerra y peste
Para colmo de males, en 1337 se dio inicio a una guerra que duraría unos 116 años y que fue conocida como la “guerra de los Cien Años” (1337-1453). Pero a pocos años de iniciada la misma debió pactarse una tregua de siete años por el desembarcó en Italia de la “peste negra”, cuya rápida expansión por toda Europa obligó a detener todas las operaciones. La peste negra con sus consecuentes efectos en la curva demográfica y en la economía, fue una catástrofe. Por algunos datos se conjetura que pereció alrededor de un tercio de la población europea, dejando poblados y ciudades vacías, y quedando abandonados los campos de pastoreo, como las tierras de cultivo.
Es particularmente llamativo que Europa ha recurrido irremediablemente a la guerra en períodos de crisis, tanto como forma de solución o como medio para producir una transformación que revoque el estado de cosas. La guerra de los Cien Años fue básicamente entre Francia e Inglaterra, y fue determinante para la formación de lo que hoy en día reconocemos como la identidad inglesa o francesa, tanto en cultura, como a nivel de política de Estado. Y fue a través de esta guerra que se consolidó la dinastía de Carlos VII y Luis XI en Francia, devinieron los Tudor en Inglaterra y se afirmaron los Reyes Católicos en España, y quedaron símbolos perdurables en el tiempo como lo fue el heroísmo visionario de Juana de Arco.
Las razones de la guerra no fueron llamativas. Como siempre sucede se trataba de tierra, aunque es probable que la rivalidad entre Francia e Inglaterra viniera desde los tiempos de las batallas de Hastings (1066) en la que los normandos obtuvieron la victoria sobre los británicos. De todos modos, en ese momento el problema fue que tras haber muerto el rey de Francia Carlos IV sin herederos, su primo Felipe VI de la dinastía de los Valois fue coronado como su sucesor. Pero Eduardo III de Inglaterra, sobrino del fallecido rey francés, reclamó la corona en 1339 y se dio comienzo a la guerra.
Podemos afirmar que la guerra de los Cien Años fue el germen de lo que sería la configuración de los Estados modernos de Inglaterra y Francia, y fundaría las bases de la política exterior de esos Estados hasta la Primera Guerra Mundial. De todos modos, la crisis del siglo XIV afectó a todos los sectores de la sociedad y la decadencia originó también desordenes institucionales que propiciaron algunas persecuciones desmesuradas, como lo fue el proceso de condena de la Orden del Temple, como también los procesos iniciados a algunas místicas como Margarita Porete o Juana de Arco que no convenían a algunos intereses más políticos que religiosos. Todos estos aspectos y algunos otros que devendrán en el transcurso del siglo XV serán determinantes para la transformación que vendrá con el llamado “Renacimiento”.
Así, el siglo XIV será recordado por la guerra de los Cien Años y el advenimiento de la peste negra que provocaron en toda Europa una atmósfera catastrófica, de la que solo una parte de la población sobrevivió, y en el que el mapa geopolítico de Europa cambió definitivamente.
Transformación y adaptación
Sin embargo, como sucede en todos los períodos históricos, las crisis y las catástrofes no afectan a todo el mundo por igual, y siempre hay quienes se benefician o logran superar esas adversidades, aunque sean los menos. Así, el panorama geopolítico y económico de la cristiandad se transforma y se adapta a estas nuevas circunstancias. Los sobrevivientes en definitiva salieron beneficiados y terminaron siendo más ricos, tanto por habérseles adjudicado nuevas tierras que estaban desposeídas, como por los nuevos rubros que se abrían en el comercio y la industria. Por ejemplo, la producción de bienes de lujos, como las telas y las prendas de vestir de los Países Bajos orientadas a una clase rica y ostentosa, se detiene, y comienzan a producirse artículos de menor calidad de algodón, cuyos compradores pertenecen a una clase burguesa o nobiliaria, pero de menor poder adquisitivo, multiplicándose los talleres que realizaban este tipo de producción que comenzaba ya de algún modo a realizarse en serie. En lo referente a lo agrario, la transformación se desarrolla por un aumento de la ganadería sustituyendo al cultivo de cereales, transformando el paisaje medieval por la proliferación de cercos para contener el ganado. En el campo intelectual habrá que esperar al siglo XV con la llegada de la imprenta y de lo que terminaría siendo la producción en serie, también, de libros.
A luz de los hechos actuales, nos es posible ver en el siglo XIV un antecedente histórico que resulta interesante por sus similitudes con la situación contemporánea en Europa y nos advierte acerca de los posibles escenarios que podríamos enfrentar, pues, así como cambió la política, la economía y la religión tras el siglo XIV, es posible que tras esta pandemia y esta guerra el mundo iniciado tras la Segunda Guerra Mundial ya no vuelva a ser el mismo. Las diferencias obvias entre el siglo XIV y la actualidad son que, en el caso contemporáneo, los efectos tienen consecuencias de alcance global. Tanto la pandemia como la guerra han supuesto y suponen un desafío para todas las economías y sistemas sanitarios del mundo, sobre todo para aquellos Estados que están en vías de desarrollo, pues, como siempre sucede en estos casos, los más vulnerables son los que más sufren sus efectos adversos.
Sin embargo, como también nos muestra el siglo XIV, toda crisis también presenta un escenario de posibilidades en el que surgen nuevas oportunidades, y será cuestión de saber adaptarse al nuevo orden geopolítico y económico que tras el fin de las hostilidades se presente, para no sólo minimizar sus efectos negativos sino también saber ser, estar y hacer en esa futura instancia de la manera más óptima posible. En definitiva, lo que nos enseña la historia es que todos los acontecimientos pasan y hay que saber estar preparados para las buenas y las malas circunstancias que nos toca afrontar.
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