Apaciguar a Hitler. Chamberlain, Churchill y el camino a la guerra. Tim Bouverie. DEBATE, enero 2021, $1090.
¿Qué hacer si el líder de una potencia es un psicópata? Un muy joven historiador y periodista británico se interna en arenas movedizas al reconstruir minuciosamente la política de apaciguamiento que hegemonizó a la élite británica y en menor grado a la francesa en la década de los ´30.
En el otoño de 1937, Lord Halifax viajó a Alemania con el fin de “cuadrar a Hitler” y contener su política expansionista. A su retorno escribió: “A menos que esté completamente engañado desde Hitler hasta el hombre de a pie, desean una relación amistosa con el Reino Unido”. Asimismo, se mostró seguro “que Hitler era sincero cuando dijo que no quería una guerra”. En Londres se concluyó que la misión había sido un gran éxito.
Pero del lado germano la sensación era radicalmente distinta: “Hitler admiraba a los británicos y a su Imperio, le hubiera encantado tener una alianza con ellos. Pero en el otoño de 1937 se había dado cuenta de que eso no iba a ocurrir. Les dijo a sus generales que había que prepararse para una guerra contra Francia y Reino Unido. Y aquí se registra una ironía trágica; en el momento en que Hitler decide que una alianza con Occidente es imposible, Chamberlain va en sentido contrario, confiando en un acuerdo con Alemania. Los británicos adolecieron de una falta crítica de percepción hacia donde iba la política exterior nazi”, explica Tim Bouverie.
“Apaciguar a Hitler” es un ensayo que se devora como una novela de suspenso, nada complaciente con Chamberlain a quien el autor considera un político presuntuoso que, con su diplomacia de no intervención, ayudó a consolidar el nazismo. ¿Se ganó tiempo para que Gran Bretaña pudiera prepararse para el conflicto? La respuesta es negativa. Si bien es cierto que el Ejército británico presentaba graves carencias en 1938, el de Alemania tampoco se encontraba en condiciones de librar una guerra prolongada. Claramente el apaciguamiento permitió que los nazis incrementaran su poderío militar y consolidaran su estructura de poder.
Pero, a medida que se avanza en la lectura, se constata que el verdadero problema no residía en el talento o la ineptitud de un solo hombre, sino en el espíritu del tiempo. El exhaustivo análisis de un mundo traumatizado por la Gran Guerra acaecida tan solo dos décadas atrás, muestra el deseo generalizado de evitar cualquier escenario semejante por cualquier medio.
Y a dicho escenario hay que sumarle otra variable. No eran pocos los integrantes de la élite británica que veían en Hitler a un mal menor frente al comunismo. Si quería entregarse al expansionismo había que dejarle que lo hiciera, siempre que las víctimas fueran los europeos del Este, no los del Oeste.
Ese fue parte del escenario que Chamberlain tuvo que enfrentar. Y es así que el 30 de septiembre de 1938, recién llegado de Munich, anunciaba que su reunión con Hitler había evitado la mayor crisis de la época contemporánea y que “la paz para nuestra era” estaba asegurada. Menos de un año después, Alemania invadía Polonia y estallaba la Segunda Guerra Mundial.
La crónica de la catástrofe estratégico y moral de dicha política da una luz distinta también a la actuación de Churchill, un político conservador responsable del desastre de Gallipoli. Un muerto político del mismo partido de Chamberlain, que estuvo en el lugar justo en el momento apropiado.
Tim Bouverie es claro en este punto: sin Churchill, él hablaría alemán.
Un texto que fascina abarca desde Dunquerque hasta la estética nazi, desde el impacto demográfico de la Primera Guerra Mundial hasta la documentación de las víctimas del horror.
Un texto ineludible con demasiadas implicancias en nuestro presente.
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