Arielismo y globalización. Latinoamérica en la globalización y el tercer milenio. Leopoldo Zea. Hernán Taboada (compiladores) TIERRA FIRME. FCE. 158 págs. México, 2002.
La labor ciclópea de tres americanos siguen marcando rumbos a futuros más venturosos a “Nuestra América”: la utopía de una Nación de naciones de Simón Bolívar, la Raza Cósmica de José Vasconcelos y el espíritu alado del Ariel de José Enrique Rodó.
La presente antología recupera textos que marcan la vigencia imperecedera del pensamiento rodoniano un siglo más tarde. Algunos son provenientes de las Segundas Jornadas de Historia y Cultura de América (Facultad de Humanidades de la Universidad de Montevideo) cuya autoría corresponden a Alberto Methol Ferré, Eduardo de León, Ana Margarita Gastelumendi y a Jesús Caño-Guiral, otros como los de Fernando Aínsa, María Andueza, Ricardo Melgar y Liliana Irene Weinberg, fueron publicados en Cuadernos Americanos 85 y 88 del 2001.
Un punto habitualmente soslayado en su implicancia básica es la apelación a los jóvenes de Rodó. Como puntualiza Methol Ferré: “Estamos hablando de la juventud universitaria en el sentido que la “juventud”, como tal, existe en las clases medias y altas. No existe la juventud obrera, un jovencito de 18 años en una fábrica es lo mismo que un hombre de 50. El ‘joven’ no solo lo es biológicamente, sino que su familia, por sacrifico, sea por posibilidad real, lo exime de ganarse el pan por diez o quince años y le financia una acumulación intelectual y de estudios. Es decir, hay propiamente ‘juventud’ cuando no se tiene necesidad inmediata de ganarse el pan”.
Y es a ese segmento que hace el gran mensaje movilizador Rodó, más allá de las obvias interpretaciones de una juventud de espíritu y de un mensaje universalista a todos los seres humanos llamados por el ideal de superación. Y es esa juventud universitaria la que sintió el mensaje. Por eso se reúne en 1908, en Montevideo, el primer Congreso de Estudiantes de América Latina, definido por la vocación de unidad de la Patria Grande.
Leopoldo Zea señala que la derrota final del Imperio español que, a lo largo de su dominio, nos dejó una visión del mundo definida por la marca indeleble latina, abre una gran interrogante. Frente al triunfo de la América anglosajona, blanca y puritana sobre lo hispano, ¿cuál sería el camino a seguir? Hacer de Hispanoamérica un Estados Unidos de la América del Sur es la propuesta de los llamados civilizadores de esta región, encabezados por Sarmiento y Alberdi.
Rodó escribe en Ariel: “La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral… La admiración por su grandeza y por su fuerza avanza a grandes pasos… Y de admirarla, se pasa a imitarla… Es así como la visión de una América deslatinizada se va imponiendo… Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno”.
Pero esto no es una disquisición filosófica en una torre de marfil aislada, tiene implicancias en la agenda política y en el devenir histórico.
Pues esta fascinación por Estados Unidos originaba el empeño de los civilizadores, “quienes consideraban que para que su cambio fuese posible, era necesario hacer una limpieza de sangre y un lavado de cerebro. Traer sangre nueva, como lo hizo Estados Unidos, con la que llegaron a ser lo que son. Gente semejante a la que pobló e hizo la grandeza de esa nación. Educar a los latinoamericanos, para que dejen de serlo, en la filosofía utilitaria y positivista en que se formaron los estadounidenses”. Era necesario terminar con la sangre española, india y africana y con su engendro, el mestizaje.
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