Referente del diseño escenográfico de nuestro medio, Hugo Millán está a cargo de proveer “la segunda piel” a los actores y actrices, quienes al vestirse y caracterizarse encuentran mejor su personaje. Los climas y sensaciones que provocan sus efectos y pensadas sutilezas escénicas hacen que los espectadores entren en la magia de cada propuesta artística, aun sin tener conciencia de cada detalle, pero sí a nivel sensorial. Sin desconocer la IA, trabaja con sus propias manos y nos llena de emoción en cada nuevo trabajo. Para saber más de él y de su trabajo, reconocido a nivel internacional, les brindamos la siguiente entrevista.
¿En qué etapa te encuentras hoy?
En diseño en escena, terminando el cuarto y quinto proyecto del año Amor y La cenicienta, organizando el retiro de la docencia, planificando mi espacio de vida y futuro ritmo de trabajo en pos de más tiempo despreocupado.
¿Añoras alguna etapa en particular?
La energía inagotable de los 30, 40, 50 años.
¿Esperas realizar un proyecto soñado?
Lo mejor está por venir, creo. Me gustaría visitar lugares pendientes y disfrutar sin calendario ni climas. Seguir con el diseño en escena con agenda libre y dibujar más. Probar desarrollar algunas cosas rezagadas, imaginadas por puro gusto y placer personal.
¿Cuántas horas y días trabajas preparando un proyecto?
Los proyectos tienen tiempos aparentemente muertos o vacíos que no son tales, en los que la cabeza ya fue contaminada y trabaja sola en el mapa conviviendo con otros u otras áreas de trabajo más lo cotidiano. El tiempo de trabajo pasa a ser una suma de chispazos, momentos de reflexión o contemplación de un entorno provocador de signos-conceptos. Esto se suma a la estructura pautada, sea proveniente del texto, coreografía o ensayos, y el trabajo de mesa en solitario. También condiciona la modalidad de producción, la puesta en escena de la dirección y el espacio físico que recibirá el espacio escénico concebido por el diseño en escena.
Los tiempos de creación y concreción de las ideas en propuestas de vestuario y escenografía se programan con mucha anticipación. Por ejemplo, para un ballet, desde la convocatoria a realizar mi trabajo pasan etapas de ideación conceptual y estética presentadas a la dirección artística donde a partir del ok presento más de una opción de diseño en líneas generales. De esto pasamos a lo que será la propuesta concreta que entrará después en el cronograma de producción en agenda de la institución. Este recorrido lleva más o menos entre 12 y 14 meses hasta el estreno.
En teatro los tiempos son más cortos (la cuarta parte) y con muchos imprevistos en el camino que incluyen lo presupuestal. Carnaval siempre fue más vertiginoso por los plazos cortos desde la convocatoria a diseñar a, finalmente, la iniciación de la fiesta que se adelantaba por factores externos y la modalidad concurso. A esto sumaba mi agenda docente que cerraba ya finalizando diciembre.
¿Creas la segunda piel sobre los actores y bailarines tal como la tenías en tu mente o reformulas en la marcha?
Trato de que las etapas de mayor reformulación sean en el trabajo de mesa, pero el boceto es la guía conceptual y de figuración flexible en la funcionalidad. Sobre la marcha siempre se reformula por factores diversos que pueden venir de una síntesis o cambio en la concreción del personaje, por razones técnicas, funcionalidad o limitaciones de plaza. En esto entra el fundamental trabajo de realización, donde es muy poca la buena mano de obra con técnica y criterio profesional para la escena. Se han perdido oficios y talentos que no se entrenaron o no hay interés en hacerlos bien, un vacío y tristeza enorme que pega fuerte en la concreción de nuestro trabajo.
¿Sientes que como docente dejaste tu impronta en muchos profesionales que hoy día están trabajando?
Pienso que mi trabajo impartiendo clases fue un ejercicio de entrenamiento, simulacro de la realidad laboral a la que saldrían, donde corren los tiempos y no siempre es todo sí, hay muchos no, nada es lindo o me gusta, es. Funciona o no funciona. Hay siempre un porqué, una investigación y una creación según los elementos dados. Considero que mi trabajo fue acompañar y provocar lo que era posible y, sobre todo, que al salir los alumnos pudieran trabajar para la escena sea cual sea el rubro. A eso apostamos y lo logramos gracias a un equipo de colegas con vocación sincera, lejos de mezquindades burocráticas y estelares egos.
¿Eres un referente en la EMAD?
Los referentes son en un tiempo y espacio mientras participas en ello. Si se sigue siendo o no, depende siempre del interés o curiosidad de quien se acerca a nuestras profesiones y producción pasada o vigente. La memoria es cosa frágil y conveniente el olvido de cosas que molestan o cuestionan.
¿Quiénes te lo hacen saber?
Siempre surgen encuentros con exalumnos (hoy adultos) y en la escena, con mucho humor y recuerdos de sus mocedades soñadoras y de mis exigencias cuasi tiránicas [risas]. Muchos de ellos hoy son mis escoltas protectoras en todas las áreas en proyectos maratónicos del auditorio.
¿Cuáles fueron tus referentes?
En la teatralidad, principalmente mis maestros de la EMAD, Hugo Mazza, Osvaldo Reyno, Carlos Torres, Ma. Luisa Rampini, Nelly Goitiño, María Azambuya, Elena Zuasti, Levón, Yolanda Marckik, Elisa Flo y el Gordo Correa. Todos con sus experiencias de un hacer a pulmón y convicción. Después se sumaron los colegas y direcciones con las que he trabajado, Claudio Goekler, Eduardo Schinca, Alfredo Goldstein, Héctor Manuel Vidal, Jorge Curi, Jorge Bolani y una troupe de actores y actrices que dieron vida a personajes y diseño en escena.
¿Cómo te llevas con la IA y con las nuevas tecnologías aplicadas a lo teatral?
La IA es una herramienta más que trabaja con base en un cerebro humano cultivado, si no se le guía, si no se le da la orden correcta y la versatilidad de la palabra e ingenio humano el producto es mediocre, masivo, vulgar y previsible. Si eso no es posible siempre prefiero el ensayo y error en el sueño del homo sapiens. En mis proyectos siempre está la tecnología, desde la más audaz y desafiante como la aguja e hilo, clavo y martillo o la fantástica resultante de la herramienta digital presente desde una fotocopia a una gran iluminación aliada esencial en la escena.
¿Ya no veremos telones pintados ni canutillos cosidos a mano?
Siempre lo veremos en la escena teatral o toda escena exquisita donde lo mágico surja del dígito pulgar oponible que nos da la diferencia o acerca a la realización soñada: por eso hoy es sello de producto de lujo. Lo triste es que se extingue la mirada capaz de valorar, disfrutar de lo maravilloso de esa magia.
¿Cómo sentiste el paso de diversos directores artísticos por el Ballet del Sodre?
Un aprendizaje más, como mi recorrido en paralelo de teatro, carnaval, docencia, música y danza. Siempre un nuevo desafío conmigo mismo y con todos, agradecido por su confianza y libertad en mi trabajo.
¿Qué fue lo mejor de esa alternancia?
La posibilidad de diferentes resoluciones estéticas en escena, desde lo clásico puro a la ruptura del clásico, del Lago de los Cisnes a La tregua y hoy La Cenicienta: siempre una montaña rusa.
¿Por qué el 2012 fue un momento bisagra en tu vida?
Fue algo inesperado como también otros momentos bisagras: a los 19 años dejar la idea de arquitectura, arrancar para el diseño gráfico y textil, publicidad e ilustración moda; a los 27 retomar letras y artes e ingresar a la EMAD (una inquietud adolescente truncada por la dictadura); a los 32 tomar contacto con el CDI y retomar todo ese mundo del diseño textil y de producto moda, en paralelo al Teatro y Carnaval. En 2012, a los 54, un nuevo entrenamiento increíble y volver a empezar en muchas cosas dadas por seguras o cumplidas.
¿Cómo fue que no le llevaste el portfolio a Julio Bocca?
Eso me pidió su secretaria para tenerlo previo a una cita con él. No pude entregarlo porque no tenía ni tengo un registro de mis proyectos, cosa imperdonable, pero coherente con una producción que es efímera y borrosa en el recuerdo solo de quien la vivió. Fue una cita a ciegas por su lado y del mío una irreal (“¿Esto está pasando ahora?”). Una explosión de propuestas y agenda que implicaba viajar urgente, el inicio de una cadena de proyectos que nunca pensé que me esperaban y que fuera capaz de realizar. Se ponían en práctica muchas de las cosas que me trasmitieron mis maestros y en especial Hugo Mazza con sus reconstrucciones de la escena inglesa. Todo era posible de hacer en esa maravillosa caja de sueños que era el flamante Auditorio Adela Reta.
¿Qué premio internacional te dieron en Hong Kong?
El proyecto de diseño de vestuario y escenografía para el ballet El Corsario fue nominado en la terna y luego premiado con el 20º Hong Kong Dance Awards el 19 de abril de 2018.
Durante tu extensa y rica carrera, ¿qué desafíos tuviste que sortear?
Creo que los desafíos han sido siempre con la superposición de proyectos, la organización de tiempos de creación y producción, la resolución de la ecuación costos factibilidad y resultado artístico.
¿Cuáles fueron tus mejores logros?
Considero trabajos mejores logrados en base a lo conceptual plástico funcional y mucho del placer y disfrute en el proceso. El concretar, lograr lo soñado y quizás de la forma menos esperada. Carnaval tuvo mucho de eso en varios espectáculos de Curtidores de Hongos donde el diseño trazó una continuidad de un año a otro desde Sicodelia, Luz, Caos hasta el último en los 101 años de la Murga. En teatro, varios de diferentes estéticas, la síntesis constructiva es la que más me atrapa o guardo con cariño como la escenografía para Rompiendo Códigos, Tarascones, Ricardo III o vestuario para Las reinas, Atentados, El vampiro en el Jockey.
¿El presupuesto y el tiempo determinan en gran parte lo que vas a hacer o son dos de los factores con que resolverás tu producto artístico final?
Son dos de los factores importantes y que manejo siempre, el exceso no siempre funciona o puede hacer perder lo esencial. Pero siempre necesitas un presupuesto y tiempo acorde a lo que te proponen como ideal de puesta.
¿Realismo con reconstrucción fiel de época o invención y fantasía?
Invención y fantasía.
¿Colores, texturas y formas en consonancia o tensiones de energías contenidas?
Tensiones de energía contenida…
Si tuvieras que definir tu impronta o estilo, ¿qué dirías?
Artesano del diseño en escena.
Si tuvieras que ir hoy a un teatro en el exterior, ¿lo harías?
Pasó el tiempo, siento no tener ya la energía para empezar de nuevo y lejos, pero no he dicho que no a propuestas que se están gestando para el exterior. Si se concretan será desde aquí en el sur, un ir y volver.
¿Qué sientes que te desafía más: trabajar en Carnaval o con Agatha Ruiz de la Prada?
Siempre es un desafío trabajar en alianza con otro colega y con Agatha Ruiz de la Prada fue el disfrute de generar el marco para la estrella: ella es una marca y su impronta sería la de su marca, así que debía trabajar el opuesto como realce a lo suyo. Jamás competir. Se potenció un espectáculo global que se vendió con ese atractivo en escena.
¿Dónde o en qué ámbito eres más tú? ¿En el ballet, en el teatro, en la moda, en lo oficial, en lo privado, en los grandes espectáculos, en los de cámara?
Me siento auténtico en todos los ámbitos, los extremos son atractivos tentadores, por eso los sigo haciendo desde lo pequeño esencial a lo grandioso de un ballet que me fascina. La moda me atrapa en lo teatral de una constante reposición con nuevas puestas en escenas, las mezclas de técnicas, la tradición de oficios mezclada con la tecnología increíble. Mi trabajo: un lugar de juego e investigación constante, la magia del disfraz y construcción de mundos paralelos, un escudo, una máscara protectora.
¿Cómo ves los/las diseñadores/as y realizadore/as de escenografía y vestuario de hoy día?
Lógicos exploradores deslumbrados en un momento de quiebre en las artes escénicas y el dígito pulgar oponible rehén de pantallas.
¿Qué recomendarías a un estudiante que está decidiendo seguir o no esta profesión?
Creo que nos agobian las pantallas y su infinito inalcanzable, paraliza, inhibe, intimida, pero no dejemos de jugar y soñar, no dar todo por obvio, que no falte la primitiva curiosidad, el asombro y el reírse de uno mismo. La fama es puro cuento [risas].
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