NACIONALES 23 de septiembre de 1950
“Hoy, hace un siglo, se extinguía en el Paraguay la existencia física de José Artigas. Calladamente y casi sin transición pasaba del silencio de su exilio voluntario, al otro gran silencio, que sin duda también anhelaba su espíritu cansado de años, de fatigas y de sufrimientos”, así comenzaba evocando el editorial de La Mañana a la figura de Artigas, y lo que llamó “El primer siglo de una mística eterna”.
José Gervasio Artigas, militar y político oriental, jugó un papel fundamental en la lucha por la independencia de Uruguay, aglutinando a su alrededor a un pueblo que clamaba por su libertad.
“Montevideo, agotada entonces por casi ocho años de asedio, apenas si conoció la noticia de la muerte del gran Caudillo. Hoy, el recuerdo de aquel hecho, enfervoriza en exaltación unánime a todos los orientales, y alcanza extraordinaria resonancia fuera del territorio patrio; tanto en los pueblos hermanos del Plata, como en el vasto escenario continental”.
“Al comparar esas dos reacciones, tan diferentes, que en el lapso de un siglo ha motivado la muerte de Artigas, hemos pensado que lo que en realidad ocurrió en aquel 23 de setiembre de 1850, no fue la extinción silenciosa de una vida resonante de luchas, sino el callado nacimiento de una mística eterna”.
“Hoy, a 170 años de la muerte del prócer, su legado de lucha por la libertad y cercanía con los más frágiles aún resuena en el pueblo uruguayo” afirma el editorial de La Mañana.
“Artigas no creó nuestro país tal cual es en la actualidad. Pero fundó positivamente una Patria: la nuestra. Héroe nacional indiscutido en aquel decenio inicial de la gesta emancipadora, su ejemplo arraigó hondo y para siempre en el alma de sus compatriotas, el culto de los ideales que llameaban en la suya: Libertad, Republicanismo, Democracia. El terreno era propicio y la siembra generosa fue fecunda. Artigas mismo comprendió y valoró la plena identificación idealista de sus coterráneos, como la más grande y efectiva de sus obras. En el pináculo de su poderío, Artigas consideraba como el más alto y preciado de sus títulos el de ‘Jefe de los Orientales’. El gran caudillo eligió bien. Porque al cabo de un siglo, desde la Eternidad es, y seguirá siendo, el único, supremo e indiscutido ‘Jefe de los Orientales’, creador del espíritu viviente de una Patria, paradigma de las virtudes de su pueblo y orientador de sus más gloriosos destinos del porvenir” concluía La Mañana.
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