La nota anterior refería al Nerón dilapidador y asesino como “la parte buena de la historia”. En realidad, es tan mala como el resto. En lo que hacía a la conducta sexual en la sociedad romana, la mujer debía tener una actitud pasiva. El papel activo era interpretado como demostración de dominio. La homosexualidad era duramente condenada. No obstante, era el rol pasivo lo que se entendía como impudici et obsceni. Veamos en qué términos se expide Suetonio sobre Nerón.
“Abusaba de los niños nacidos libres [los esclavos eran objetos de derecho] y seducía a mujeres casadas. Castró al niño Sporus intentando convertirlo en una mujer. Se casó con él con todas las ceremonias habituales, incluida la dote y el velo de novia. Lo llevó a su casa atendido por una gran multitud y lo trató como su esposa. Ataviado con las galas de las emperatrices y montado en una litera, lo llevó consigo a las cortes y mercados de Grecia, y más tarde a Roma por la calle besándolo cariñosamente de vez en cuando. Dicen que deseaba relaciones ilícitas con su propia madre, y que sus enemigos se lo impedían, temiendo que tales relaciones pudieran dar demasiada influencia a la mujer temeraria e insolente. Era notorio, especialmente después de que añadió a sus concubinas una cortesana que, se decía, se parecía mucho a Agripina. Incluso antes, según dicen, cada vez que viajaba en litera con su madre, tenía con ella relaciones incestuosas, que eran delatadas por las manchas en su ropa. Prostituyó de tal manera su propia castidad que, después de profanar casi todas las partes de su cuerpo, ideó finalmente una especie de juego en el que, cubierto con la piel de algún animal salvaje, lo soltaban de una jaula y atacaba las partes privadas del cuerpo de hombres y mujeres, que estaban atados a estacas. Estaba casado con su liberto [Pitágoras, apodado] Doríforo del mismo modo que él mismo se había casado con Sporus, llegando incluso a imitar los gritos y lamentos de una doncella desflorada. Que era su inquebrantable convicción que ningún hombre era casto o puro en ninguna parte de su cuerpo, sino que la mayoría de ellos ocultaban sus vicios y hábilmente se cubrían con un velo; y que por tanto perdonaba todas las demás faltas a quienes le confesaban su lascivia”.
Otros
Posterior a Suetonio, Dion Casio, agrega sobre Sporus que se había casado solemnemente con él en Grecia. Todos los griegos celebraron el matrimonio, expresando los buenos deseos habituales, hasta el punto de orar para que les nacieran hijos. Nerón tuvo dos compañeros de cama a la vez: Pitágoras para el papel de marido y Sporus para el de esposa. Nerón llamó a Sporus [Popea] “Sabina”, por su parecido con ella y porque con ella se había casado en Grecia.
Casio hace una salvedad, no sobre esto, pero igualmente válida para muchas de sus afirmaciones, dado que había nacido cien años después de muerto Nerón: “Si realmente ocurrió, o si fue inventado para adaptarse a su carácter, no estoy seguro”. También Suetonio se expresa en condicional muchas veces.
Si bien es común en los historiadores actuales poner en duda muchos de los asertos de los antiguos (como de que incendió Roma), igual Nerón tiene una buena ubicación en las crónicas de la infamia: fue el primer perseguidor de los cristianos. Se afirma que no nació de él la acusación de incendiarios, sino del rumor popular. Lo cierto es que lo registra San Juan en el Apocalipsis. Primero presenta al dragón multicéfalo y cornudo, que representa al diablo “precipitado en la tierra” que, comenzó a perseguir a la Iglesia (Ap 12 y ss.). Luego aparece la imagen de la bestia, la segunda bestia y colaboradores. Como el lenguaje utilizado es simbólico es necesario interpretarlo. En ese sentido, los RR PP Eloíno Nácar y Alberto Colunga dicen en nota al pie de su traducción de la Sagrada Biblia (BAC, 1963): “El nombre de la bestia está escrito en cifras cuyo valor es 666, o, según algunos 616 […] Por esto, son muchos los nombres que se han propuesto, y todos convienen en designar a Roma [pagana], al César o a un emperador en particular, como, por ejemplo, Nerón”.
Gobernantes dilapidadores de fondos ajenos, deshonestos, que inviertan en espectáculos públicos “gratuitos” para las masas, que construyan edificios suntuosos con tal de aparecer en los libros de historia, existieron antes y después de Nerón. Y escribas que los ensalzaran, también.
Heliogábalo
Otro individuo interesante parece ser el emperador Marco Aurelio Antonino, apodado Heliogábalo (203-222 d. C.). Así lo recuerda Dion Casio: “Se casó con muchas mujeres y mantuvo relaciones con aún más, y no es que tuviera necesidad alguna de ellas; se trataba simplemente de que deseaba imitar sus actos cuando yacía con sus amantes”.
Iba a las tabernas por la noche, llevando una peluca, y ejercía el oficio femenino. Frecuentaba los burdeles más famosos, expulsaba a las prostitutas y ejercía él mismo como prostituta. Apartó una cámara en el palacio y allí permanecía desnudo a la puerta de la habitación, agitando las cortinas que colgaban de anillos de oro, mientras con voz suave y meliflua solicitaba a los que pasaban por allí. Tomaba el dinero de sus clientes y se jactaba de sus ganancias; podía también disputar con sus asociados en esta vergonzosa ocupación, afirmando que tenía más amantes que ellos y que obtenía más dinero.
Según la crónica de Herodiano en su Historia del Imperio Romano: ofreció al pueblo espectáculos de todas clases con afán de distinguirse y sin reparar en gastos, construyó circos para las carreras de carros y teatros para agradar al vulgo.
También ordenó la muerte de muchos ilustres varones acusados de estar descontentos y de criticar su modo de vida. Cuando todo lo que antes se consideraba respetable hubo caído, los soldados empezaron a mostrar su disgusto. Sentían aversión por él al ver su cara maquillada… Lo mataron junto con su madre, lo mutilaron y lo arrojaron a las cloacas que bajan hasta el Tíber, dice Herodiano.
Aún no había cumplido veinte años.
De todos modos, su conducta sexual ha sido reivindicada dos mil años después por un museo inglés. En la localidad de Hertfordshire (a 45 kilómetros de Londres), el museo decidió reconocer a Heliogábalo como ella, como quería que lo llamaran. Así lo explicó un vocero de la institución: un “acto de cortesía” hacia su identidad de género.
En suma
Enseña Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, que la esencia de las cosas es aquello que no varía a través de los cambios. Así, esa cualidad también existe en la persona humana. Es lo que nos permite reconocernos a nosotros mismos, a través de las distintas etapas de la vida, como la misma persona. La naturaleza humana no varía. Por eso la historia vuelve a repetirse. Y por eso mismo, reiteramos hoy los mismos errores de ayer. La historia nos lo debería mostrar, pero hay que leer y, sobre todo, seleccionar cuidadosamente dónde hacerlo.
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