Dulce María Loynaz, figura clave de la literatura hispanoamericana, tuvo una vida singular, muy ligada al destino de Cuba, país que no abandonó ni cuando los acontecimientos políticos en la isla le motivaron un aislamiento de tres décadas.
Mantuvo fuertes vínculos con España, en donde se publicó gran parte de su obra poética y su novela “Jardín”. Recibió numerosas distinciones que incluyen el Premio Cervantes y la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el sabio.
Los orígenes
María de las Mercedes Loynaz Muñoz nació en el hogar de una de las familias más prestigiosas e ilustradas de Cuba. Su padre, el general Enrique Loynaz del Castillo, había sido uno de los héroes de la independencia y su madre, doña María de las Mercedes Muñoz Sañudo, era una dama de gran sensibilidad artística, aficionada al canto y a la pintura.
Los cuatro hijos del matrimonio recibieron una educación esmerada y singular, ya que no asistían al colegio y recibían lecciones en su propia casa por parte de preceptores especializados en cada asignatura.
¿Cómo era en ese entonces su ciudad natal? La propia María Loynaz la describirá así años más tarde en uno de sus libros: “El que no la vio, no podrá nunca imaginar lo que era La Habana en aquel momento: una pequeña Viena, un Paris en miniatura, un extracto de Buenos Aires. Porque La Habana era todo eso, color, esplendor, refinamiento…”.
La casa de los Loynaz fue siempre un referente para los escritores españoles que visitaban la isla. En especial Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Luis Rosales y Federico García Lorca, quien mantuvo fuertes lazos de amistad con los tres hermanos de María, también poetas. Ellos eran Enrique, el abogado, Carlos, a quien Federico dedicó su obra “El público” y Flor, que recibió de sus manos un original de “Yerma”.
Dulce María tuvo el primer contacto con la enseñanza externa al ámbito familiar cuando inició sus estudios universitarios, que culminó con éxito.
La escritora
Sus primeros poemas fueron publicados en el diario habanero “La Nación”, en 1919, pero recién en 1938 se edita su primera colección de versos y su poemario “Juegos de agua” aparece en España en 1947.
Si bien nunca abandonará Cuba como lugar de residencia, Dulce María realiza numerosos y prolongados viajes. De muy joven a los Estados Unidos y ya culminados sus estudios realiza uno de los más prolongados, en compañía de su madre y hermana, por todo Medio Oriente y es en Egipto que la figura de Tutankamón le inspira un largo poema de amor.
Entre 1928 y 1935 escribe su primera y única novela titulada “Jardín”, que no se publica hasta 1951, en España. Esta obra es considerada por la crítica como una clara precursora de lo que después se iría a llamar el “realismo mágico”.
España es otro de sus destinos predilectos que visitó muchas veces entre 1947 y 1958. También las Islas Canarias, donde escribió su libro de viajes “Un verano en Tenerife” publicado en España en 1958. Es en mérito a ese libro que en Tenerife una calle lleva el nombre de Dulce María Loynaz. No obstante, aunque parezca increíble, dos años después de su publicación, el libro no pudo ingresar a Cuba por prohibición del gobierno castrista.
La poetisa cubana mantuvo correspondencia fluida con la chilena Gabriela Mistral. Las dos poetisas se admiraban mucho mutuamente y llegaron a conocerse en Italia. También tuvo grandes intercambios con la uruguaya Juana de Ibarbourou, a quien conoció en Montevideo en el año 1946.
Otra de las poetisas uruguayas admiradas por Loynaz fue Delmira Agustini, al punto que en el centenario de su nacimiento (1986) interrumpió en Cuba su voluntario ostracismo para dar una conferencia en la Casa de las Américas con el título “Delmira Agustini: El misterio en su vida y en su obra”.
La poesía de Loynaz fue muy valorada por Juan Ramón Jiménez, quien había visitado a la poetisa en Cuba, cuando fue en compañía de su esposa Zenobia, y escribió más tarde una semblanza de su obra poética en la revista Sur, que se incluyó después en el libro “Españoles de tres mundos”.
La vida en Cuba
Desde el año 1927 en el que recibe el título de doctora en Leyes hasta 1961, Dulce María ejerce su profesión al parecer con destaque, puesto que recibe del Colegio de Abogados la Orden González Lanuza que se otorga a juristas distinguidos.
En cuanto a su actividad literaria, es en Cuba donde aparecen sus primeros poemas en diarios o revistas tales como “La Revista bimestre cubana” o “Grafos”, y también las primeras ediciones de sus versos.
En 1948, cuando ya han sido varias las distinciones obtenidas por la poetisa en España, Italia y Estados Unidos, la Universidad de la Habana le hace un público homenaje y en 1951 la eligen como miembro de la Academia Nacional de las Artes y las Letras. Tiene en Cuba gran actividad como conferencista y se reconoce la importancia de su obra, no obstante, son muchas más las distinciones obtenidas en el exterior.
La Revolución Cubana significó un quiebre importante en su vida, ya que, entre otras cosas, motivó el exilio de su segundo marido, el español Pablo Álvarez de Cañas. La poetisa recibió ofrecimiento de varios países para establecerse, pero no quiso dejar Cuba. Su prestigio internacional le permitió vivir con relativa tranquilidad e incluso recibir varias distinciones años más tarde en la propia Cuba. Fuera de su último viaje a España, en 1992, para recibir el Premio Cervantes, vivió recluida en su casa de El Vedado, disfrutando de sus jardines bajo el cielo de Cuba. Su ostracismo no era obligado sino voluntario. Porque ella prefería no ver el exterior, que sin embargo conocía, tal como explica en uno de sus últimos libros “Fe de vida” (1994).
“Ya no existe El Vedado, como no existe Pompeya ni Palmira. Como no existe Machu Picchu. Pero estas al menos debieron su destrucción al rodar de los siglos o a las tremendas fuerzas de la Naturaleza, aun imponentes y grandiosas en su potencia de aniquilamiento. La misma Cartago fue arrasada por los hombres que peleaban su guerra, extranjeros en ella.
En cambio, nuestro Vedado fue enterrado vivo por la estulticia y la avaricia de hombres nacidos bajo su mismo cielo”.
*Columnista especial para La Mañana desde Madrid.
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